lunes, 31 de marzo de 2014

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EL PRIMITIVO POBLAMIENTO HUMANO DE CANARIAS EN LA OBRA DE DOMINIK JOSEF WÖLFEL: LA PREHISTORIA INSULAR COMO «CULTURA MARGINAL O DE FRONTERA» (I)

1. INTRODUCCIÓN.

El análisis del primitivo poblamiento humano de Canarias a partir de las Fuentes etnohistóricas, de la Historiografía y de la Arqueología, nos ha llevado a estudiar, entre otros autores, a Dominik Josef Wölfel, un investigador estrechamente vinculado al estudio del mundo indígena canario y sobradamente conocido en el seno de la comunidad científica canaria (1). No obstante, a pesar de esta realidad, lo cierto es que la contribución del etnólogo austriaco al estudio de la primera colonización insular había pasado desapercibida hasta la fecha, prestándosele básicamente atención a su legado filológico como berberólogo y, especialmente, a su obra cumbre, los Monumenta Linguae Canariae (Alayón, 1989 y Alayón & Castillo, 1996). Conscientes de este vacío, en el presente artículo pretendemos sacar a relucir cuál fue su aportación al estudio de la primitiva colonización insular y cuál fue el eco que tuvieron sus trabajos en el contexto científico inmediato a él, teniendo en cuenta para ello el marco teórico que dio sentido a sus investigaciones, así como el conocimiento científico en que Wölfel basó sus postulados. No obstante, antes de adentrarnos en el análisis de estos aspectos consideramos oportuno abordar la biografía del etnólogo austriaco, incidiendo en la relación científica que entabló con las islas, pues a pesar de que —como tendremos ocasión de reflejar— ya se ha tratado su figura en más de una ocasión, lo cierto es que se ha menospreciado, cuando no obviado, la incidencia que tuvieron sobre sus trabajos el contexto social en que se movió, su concepción de la prehistoria y sus relaciones con el antropólogo alemán Eugen Fischer.

(1) El referido estudio acerca de la primitiva colonización insular forma parte de la tesis doctoral Ab initio. La teorización sobre el primitivo poblamiento humano de Canarias. Fuentes etnohistóricas, Historiografía y Arqueología (1342-1969), realizada por A. José Farrujia de la Rosa bajo la dirección de Mª. del Carmen del Arco Aguilar.

2. DOMINIK JOSEF WÖLFEL: UN BOSQUEJO BIOGRÁFICO.

Una de las figuras extranjeras vinculadas con el ámbito académico alemán y preocupada por el estudio del primitivo poblamiento de las islas fue el berberólogo austriaco Dominik Josef Wölfel (Viena, 1888-1963) (2), quien, según Fischer (1963:55) y Serra (1963:59), fue un católico profundamente religioso. Su afición desde joven por el estudio de las lenguas extranjeras y la etnología, le llevaría a estudiar en la Universidad de Viena la especialidad de Etnología y Antropología a partir de 1919.

(2) Los datos biográficos de Wölfel proceden de los artículos que le dedican Lorenzo-Cáceres (1933:3), Eugen Fischer (1963), Elías Serra (1963), Carmen Díaz (1989) y esta última autora junto a Javier Castillo (1996); de la Introducción y de la reseña biográfica que le tributan Julio Cuenca y Ferdinand Anders, respectivamente, en la edición del Monumenta Linguae Canariae que aquí manejamos (Wölfel, 1996 [1965]: pp. 13-33); de otros trabajos en donde se le dedican algunas líneas (Régulo, 1968 y Martín de Guzmán, 1984:25-27) y de algunos artículos debidos a la pluma del propio Wölfel.

Una vez licenciado, Wölfel presentaba en 1925 su tesis doctoral centrada en el estudio de la trepanación, y ya en 1926 pasaba a trabajar en el Museo Etnográfico de Viena, en principio como ayudante, para acabar convirtiéndose en su conservador. En 1939, sin embargo, se vería obligado a abandonar el museo por motivos políticos (3).

(3) No perdamos de vista que es en 1938 cuando se produce la anexión de Austria por el III Reich. El propio Wölfel llegaría a señalar en uno de sus trabajos, de hecho, que durante el régimen nazi el Sr. Otto Huth quiso requisarme mi material canario de investigación, amenazándome incluso con el aparato represivo del régimen (Wölfel, 1958:12). En relación con esta persecución política, tampoco perdamos de vista, tal y como tendremos ocasión de volver a señalar, que el abuelo de la mujer de Wölfel era judío. No obstante, es preciso resaltar que a pesar de sus problemas con el nazismo —y tal y como tendremos ocasión de reflejar—, Wölfel fue un racista convencido y un firme defensor de la superioridad de la raza nórdica.

Su relación con los estudios canarios se retrotrae a 1920, pues fue precisamente en ese año cuando Wölfel logró de un americano, un tal Homer H. Kidder, la ayuda para sus proyectos de investigación canaria. No obstante, antes de comenzar su labor, Kidder le retiró la ayuda tras haber sufrido pérdidas económicas, argumentando que el trabajo de su compatriota Hooton (1970 [1925]) ya daba la solución a los problemas canarios. Con posterioridad a este contratiempo, concretamente en 1928, Wölfel entra en contacto con el antropólogo alemán Eugen Fischer (Karlsruhe, 1874; Friburgo de Brisgovia, 1967), a quien conoce con motivo de una conferencia que éste impartía en la sociedad Wiener Anthropologische Gesellschaft. Fischer, en aquella ocasión, disertaba sobre la pervivencia de la raza europea de CroMagnon entre la población viva del Archipiélago Canario, tema al que había dedicado diversos trabajos tras su estancia en las islas (Fischer, 1926, 1930 y 1949) y que suscitó interés en Wölfel, quien por esas fechas ya había intentado proceder al estudio del mundo indígena canario y se preguntaba, al igual que otros muchos investigadores, sobre el origen de las lenguas indoeuropeas y, en consecuencia, sobre la cuna y naturaleza de los pueblos que llevaron a buena parte de Europa una nueva civilización en torno al VI milenio a.n.e. No perdamos de vista que la concepción de las Canarias como un reducto o Archipiélago aislado en donde aún estaba representada la raza de Cromagnon, que se consideraba extinta al menos en Europa, sería la principal causa que llevaría a Wölfel a interesarse por el estudio de la realidad indígena canaria. De hecho, en uno de sus primeros trabajos él mismo llegaría a señalar al respecto, en un castellano un tanto rudimentario y reflejando estar profundamente imbuido por la producción científica decimonónica relativa a Canarias, así como por los trabajos antropológicos de Fischer, que:

Al [hasta el] período de la conquista, los indígenas vivieron en plena edad de la piedra; ellos pertenecieron a la raza más antigua del homo sapiens y por consiguiente ellos tuvieron que haber vivido por miles de años más o menos aislados. Así ellos nos preservaron en su exterior, en sus lenguas y costumbres, documentos auténticos de una época de la cual en otras partes no quedó más que unas calaveras y huesos y lo poco de sus utensilios que por ser de un material más duradero podía conservarse dentro del suelo. En vez de tener solamente los huesos de una raza prehistórica, teníamos además su carne, sangre y hasta su mente y sus ideas, y acaso su mismo idioma [Wölfel, 1932c:3 y 1932e:1].

En relación con esta concepción de Wölfel acerca de los indígenas canarios, es también importante la influencia que sobre él ejercieron los trabajos de Fritz Paudler, pues este profesor vienés había insistido en la supervivencia de la raza de Cro-Magnon en Canarias y en otras partes del mundo euro-africano en su obra Die hellfarbigen Rassen und ihre Sprachtämme, Kulturen und Urheimaten (1924). Fritz Kern (1884-1950), por entonces catedrático de Historia en la Universidad de Bonn, sería otro de los autores que también influiría en Wölfel en este mismo sentido, pues en su obra Stummbaum und Artbild der Deutschen und ihrer Verwandten (1927) se encargaría de divulgar entre el público alemán el «nuevo descubrimiento» de la supervivencia de la raza de Cro-Magnon. El propio Wölfel llegaría a explicitar la incidencia que sobre él tuvieron las ideas vertidas por estos dos autores (Wölfel, 1932c:3; 1932e:1 y 1942a:103). Fischer (1963:52), por su parte, apunta que Wölfel le había comentado lo conveniente que sería investigar, a tenor de estos resultados antropológicos, la cultura material y espiritual de aquella civilización ancestral recluida en Canarias, con vistas a indagar su origen, idioma, religión y estado social.

A tenor del interés mostrado por Wölfel hacia el mundo canario y como resultado del primer encuentro entre Fischer y Wölfel, el antropólogo alemán pondría al etnólogo austriaco en contacto con Diedrich Westermann (1875-1956), etnólogo y profesor de lenguas africanas en la Universidad de Berlín y uno de los más prestigiosos africanistas del momento, quien se acabaría encargando finalmente de la formación de Wölfel (4). Fischer, asimismo, le sugeriría al joven etnólogo austriaco que elaborase un plan de trabajo con objeto de poner en marcha un proyecto de investigación conjunto, enfocado al estudio de la cultura material y espiritual de las antiguas poblaciones de las Islas Canarias. Wölfel propuso entonces (1930a; 1932a) —a partir de un esquema culturalista y occidental— centrar su investigación, en una primera fase, en un rastreo minucioso de los archivos españoles, portugueses y del Vaticano, porque intuía que los problemas canarios debían abordarse desde una perspectiva histórica. Se trataba de buscar todo el material ya existente en sus fuentes primarias y proceder partiendo de la base de que, con toda seguridad, tenía que existir mucha más documentación de la hasta entonces conocida. Según expondría (Wölfel, 1930a:713; 1932a:27; 1932c:3 y 1932e:1-2) (5), «sólo obtendremos de las fuentes escritas una historia segura y definitiva del descubrimiento, conquista y colonización de las islas, si agrupamos debidamente estas fuentes con todos sus detalles». Acto seguido, Wölfel consideraba que el aspecto étnico debía ser abordado paralelamente al cultural o arqueológico, cuyo planteamiento debía de ir estrechamente ligado a la clarificación de la cuestión lingüística (Wölfel, 1940-41).

(4) Tal y como apunta el propio Wölfel (1932d:2 y 1996 [1965]:36), «con un trabajo diario de más de doce horas durante tres meses de una preparación, de otros tres meses recibiendo lecciones particulares del profesor Westermann de Berlín, logré al menos los fundamentos de ese conocimiento [alude al bereber] y ya da fruto el estudio».

(5) En 1993 la revista Almogaren publicaría el artículo de Wölfel «Sind die Urbewohner der Kanaren ausgestorben?», recogido originalmente en Zeitschrift für Ethnologie (Wölfel, 1932c).

Las supuestas relaciones pretéritas existentes entre Europa y las Canarias llevarían al propio Wölfel a sostener que «se puede esperar que la solución del problema canario dé a luz a problemas científicos más vastos» (1932a:25), de ahí que luego no dudara en titular de la siguiente manera la obra que perseguía publicar sobre el mundo indígena canario, pero que nunca vería finalmente la luz: Las Antigüedades Canarias y la «Cultura Occidental». Problemas de la protohistoria de la Europa Occidental y del África septentrional a la luz de hechos nuevos. En el índice, Wölfel plantearía el estudio de las razas Dinárica, Armenoide y Alpina (raza aria o indoeuropea) en conexión con Canarias; y acto seguido, al abordar las primitivas relaciones entre Canarias, África, el Mediterráneo y la Europa Occidental, dedicaría especial atención al estudio de los paralelos del Egipto y Creta antiguos, y, obviamente, al estudio de los paralelos Célticos e Itálicos y al de los paralelos Germánicos (Wölfel, 1940-41:359-360).

La estructuración y claridad con que Wölfel esbozó y articuló este plan de trabajo es fiel reflejo de algo que ya hemos comentado con anterioridad: el etnólogo austriaco venía trabajando en el asunto desde 1920. El propio Fischer señalaría al respecto, tras conocer el plan de Wölfel, que «contenía una proposición muy bien meditada. [...] Me asombré de la variedad y profundidad de los conocimientos que había logrado asimilar con medios tan limitados» (Fischer, 1963:52). No obstante, a pesar de las palabras del antropólogo alemán, tampoco perdamos de vista, en relación con las líneas directrices del proyecto de Wölfel, que el propio Fischer había recalado por las islas siguiéndole la pista a la raza aria o indoeuropea, y que llegaría a sostener la existencia de relaciones manifiestas entre el idioma de los antiguos canarios y los idiomas europeos, especialmente los idiomas indogermánicos. Y lo que es más importante: Fischer llegaría incluso a ejercer una tutela sobre Wölfel en los momentos iniciales de la investigación, pues el antropólogo alemán reconoció haber planeado junto a Wölfel los trabajos a emprender (Fischer, 1963:52), realidad ésta de la que también se hicieron eco en su momento el propio Wölfel (1930a:723 y 1932b:104) y Pedro García Cabrera (1932:2) o Andrés de LorenzoCáceres (1933:3).

El proyecto de Wölfel, en definitiva, acabaría obteniendo, gracias a la mediación de Eugen Fischer (6), el apoyo inmediato del Notgemeinschaft der Deutschen Wissenschaften, que le concedió una beca de investigación. El etnólogo austriaco, por tanto, recalaría por las islas becado por la misma institución que había financiado los trabajos de Fischer. Su investigación, en este sentido, debe relacionarse con las misiones científicas planificadas y utilizadas por el poder político alemán para favorecer, apoyar y atender los objetivos de la política exterior (Petricioli, 2000:25).

(6) Según apunta Fischer (1963:52), «expuse verbalmente el proyecto en el seno del Notgemeinschaft der Deutschen Wissenschaften y recomendé personalmente al joven investigador».

Una vez aprobado su proyecto, Wölfel se centraría, a partir de enero de 1930, en la búsqueda de datos en los fondos documentales de Roma (Archivo de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, Archivo del Vaticano y Archivo de la Embajada de España) (7), España (Archivo de la Corona de Aragón, Biblioteca Nacional, Archivo Histórico Nacional, Archivo de Simancas y Archivo General de Indias) y Portugal (Biblioteca y Archivo de la Universidad de Coimbra y fondos de Lisboa). Será precisamente en el archivo de Coimbra donde encontrará el manuscrito de la obra de Leonardo Torriani, que publica traducido al alemán con el título Die Kanarische Inseln und ihre Urbewohner, eine unbekannte Bilderhandschrift vom Jahre 1590, im italienischen Urtext und in deutscher Übersetzung herausgegeben von Dr. Dominik Josef Wölfel (1940). Todo el material recopilado (fotocopias, microfilmes, manuscritos, primeras ediciones de fuentes, etc.) pasaría al Archivum Canarium, fundado por Wölfel en Viena y depositado actualmente, según Díaz Alayón y Javier Castillo (1996:181), en el Departamento de Africanística de la Universidad de Viena (8). No obstante, a pesar del éxito cosechado con sus pesquisas documentales, el propio Wölfel llegaría a reconocer (1930a:715 y 1932a:29) que «cierto es que no tuve la suerte de dar con el tan deseado texto lingüístico que arrojara luz definitiva en los problemas que nos ocupan».

(7) Wölfel llegó a referirse al hallazgo de una Historia de las Islas Canarias, obra de un tal Dámaso Quezada y Chaves, manuscrita en dos ejemplares (uno de ellos en dos tomos) y conservada en el Archivo de la Embajada de España en el Vaticano. Según apuntó al describir su contenido, «el valor de esta obra inédita radica principalmente en el uso de documentos curiales y de fuentes poco conocidas, cosa que no debe sorprender en el siglo XVII, cuando se disponía de materiales hoy inasequibles» (Wölfel, 1930a:716 y 1932b:102). Esta fuente documental, a pesar de su valía, sigue inédita hoy en día.

(8) A pesar de que tal archivo se conserva hoy en Viena, cabe señalar que los nazis, con el pretexto de que la Sra. Wölfel había tenido un abuelo judío, quisieron apoderarse de tal fondo documental. No obstante, gracias a la mediación de Fischer se pudo demostrar que las investigaciones de Wölfel habían sido costeadas por el Notgemeinschaft der Deutschen Wissenschaften, al que, en consecuencia, pertenecía todo el material. Fischer pudo así llevárselo a Berlín y una vez terminada la guerra, devolvérselo a su dueño (Fischer, 1963:55 y 1967:154; Régulo, 1968:185). A partir de entonces, el archivo se depositó, hasta principios de los sesenta, en el Arqueologisches Institut de la Universidad de Kiel (Alemania) (Fischer, 1963:55). Con posterioridad, y de acuerdo con la información de Díaz y Castillo, habría pasado a la Universidad de Viena.

A finales de 1932, concretamente el 8 de diciembre, Wölfel visitaba por vez primera el Archipiélago Canario. Por entonces, el etnólogo y lingüista ya había publicado diversos trabajos suyos sobre las islas, fruto de sus pesquisas documentales (Wölfel, 1930a; 1930b; 1930c; 1930d; 1931a y 1931b) (9). Durante esta primera estancia entra en contacto con el Museo Canario y con la Universidad de La Laguna, donde imparte numerosas conferencias (Wölfel, 1932c; 1932d; 1932e; 1933a y 1933b) (10) y cursos como profesor auxiliar. Esta actividad docente la alternará con la redacción y publicación de nuevos trabajos sobre las islas (Wölfel, 1934a; 1934b y 1934c); así como con el conocimiento directo de la cultura material indígena, para lo cual procede a estudiar los fondos por entonces conservados en el Museo Canario y a visitar diversos yacimientos arqueológicos, tarea ésta que nos ocuparemos de analizar en el próximo apartado. Toda esta labor fue vista con muy buenos ojos por sus contemporáneos pues, al fin y al cabo, permitía «la inserción de Canarias en los procesos de cultura occidental; la incorporación de Canarias a la actual ciencia europea» (García Cabrera, 1932:2). No obstante, este trabajo se vería interrumpido por la II Guerra Mundial debido a la incomunicación derivada de la ocupación nazi de Austria, realidad ésta que tampoco le permitiría a Wölfel ejercer como catedrático en la Universidad de La Laguna, cargo para el que había sido nombrado en 1941.

(9) Dos de estos trabajos (1930b y 1930d) aparecerían luego incluidos en sus Estudios Canarios (1980), una obra en donde se recopilaron igualmente otros artículos escritos en castellano por el autor (Wölfel, 1933c, 1953a y 1958). El informe acerca de su viaje a los archivos de Roma y España, publicado en Anthropos (1930a), aparecería traducido al castellano en la Revista de Historia (1932a y 1932b). La redacción de la revista El Museo Canario, por su parte, publicaría diversas reseñas de los trabajos escritos por Wölfel con anterioridad a 1933 (Redacción, 1933a, 1933b, 1933c, 1933d, 1933e, 1933f y 1933g).

(10) La primera de estas conferencias que aquí citamos se celebra en la sala de la Mancomunidad Provincial de Santa Cruz de Tenerife y en un acto organizado por Gaceta de Arte. La comunicación aparecería recogida, en dos entregas, en el periódico santacrucero Hoy (1932c y 1932d) y en el número 112 de la revista científica La Medicina Canaria (1932e), editada en Santa Cruz de Tenerife. Pedro García Cabrera, por su parte, se haría eco de tal comunicación en el diario santacrucero La Prensa (García Cabrera, 1932). La otra conferencia tendría lugar en el Ateneo de La Laguna, con ocasión del acto público inaugural del Instituto de Estudios Canarios, y aparecería recogida en el diario santacrucero La Prensa (Wölfel, 1933a y 1933b).

Una vez finalizada la guerra y liberada Austria, y tras concedérsele en 1945 la venia docente en la Universidad de Viena, Wölfel pasaría a ejercer como profesor de Etnografía, Lingüística aplicada y Lenguas africanas, reanudando también ese mismo año sus servicios en el Museo Etnográfico de Viena. Una grave afección cardiaca le obligaría, sin embargo, a jubilarse anticipadamente en 1953, año en que efectuó su segunda visita a las islas, concretamente durante los meses de marzo y mayo, aprovechando un viaje a Marruecos invitado por el Institut des Hautes Études Marocaines de Rabat. En esta segunda etapa en las islas publica nuevos trabajos sobre Canarias (Wölfel, 1952 y 1953b) y, a partir de ese año, se centra en acabar de preparar los Monumenta Linguae Canariae, una obra en la que venía trabajando desde 1942 y en la que estudiaba las voces guanches y su transmisión, contando para ello una vez más con la subvención del Notgemeinschaft der Deutschen Wissenschaften. Tras lidiar con su enfermedad cardiaca durante diez años y tras dejar prácticamente acabados los Monumenta, fallecía en Viena a la edad de 75 años. Su labor investigadora en relación con el mundo canario le había permitido acceder como miembro honorario al Instituto de Estudios Canarios (1932) (11) y al Museo Canario (1932). Algunas décadas después, en 1960, y por tanto tres años antes de su fallecimiento, sería condecorado por la Universidad de La Laguna con el título de doctor honoris causa.

(11) El Instituto de Estudios Canarios se funda el 23 de diciembre de 1932, coincidiendo con la primera estancia de Wölfel en Tenerife. La institución, creada con el propósito de investigar y difundir la historia pretérita de las islas, contaría con una comisión organizadora integrada por José Peraza de Ayala (su primer presidente), Manuel González de Aledo (primer contador de la institución), Buenaventura Bonnet (primer bibliotecario-archivero), Francisco Aguilar y Paz, Andrés de Lorenzo-Cáceres, Vidal Torres, María Rosa Alonso (primera secretaria) y Francisco Hernández Borondo, catedrático de Derecho Mercantil y por entonces rector de la Universidad de La Laguna. A propuesta de Peraza de Ayala se nombraría miembro de honor a Wölfel y miembros correspondientes a Eugen Fischer y a Hugo Obermaier, personaje este último sobre el que insistiremos en breve.

Continúa...

A. José Farrujia de la Rosa
Mª. del Carmen del Arco Aguilar

domingo, 30 de marzo de 2014

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GRABADOS RUPESTRES CON REPRESENTACIÓN DE BARCOS EN EL LOMO GALIÓN (ISLA DE LA GOMERA, CANARIAS). (IV)

9. El contexto histórico de los grabados.

Grabados de barcos y religiosidad.

Con la implantación del nuevo orden que trajo la colonización europea a partir de 1489, la cultura indígena no debió desarticularse bruscamente, sino mediante un cambio progresivo y lento, favorecido por las condiciones del régimen señorial, pues faltaban estímulos para transformar enteramente el sistema productivo de los aborígenes. De ahí que la llegada de colonos para roturar tierras fue siempre muy escasa, y únicamente en el siglo XVII hubo una mayor afluencia a algunos lugares del norte, promovido por los Condes de La Gomera. Pero, en general, puede afirmarse que el componente indígena siguió siendo mayoritario en la población de la isla, aun a pesar de la matanza y esclavización promovidas por Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla en el citado año.

Gran parte de aquellos gomeros continuarían manteniendo durante mucho tiempo una actividad esencialmente pastoril, quizás intensificada por una cierta división étnica del trabajo. De hecho, grandes zonas quedaron convertidas en dehesas, como así sucedió precisamente con la de Majona, que iba desde uno de los barrancos de La Villa hasta Hermigua, abarcando la séptima parte de la isla, y en medio de ella la cuenca de Abalos (G. Díaz y J. M. Rodríguez, 1990:168). Es lógico pensar que las costumbres aborígenes se mantuvieran más arraigadas aún en esas dehesas.

Los grabados rupestres pueden ser un ejemplo más de cómo perduraron tradiciones indígenas, que se fueron entrelazando con hábitos coherentes de los colonos agrícolas posteriores. Se siguieron haciendo en época histórica en los mismos lugares que los prehistóricos y, a veces, repitiendo los sencillos y universales diseños de éstos, aunque incorporando nuevos motivos, como las cruces cristianas, embarcaciones, aves de corral, armas de fuego y, más recientemente, vehículos a motor. El hecho de que concurran en un mismo sitio de manera habitual los grabados antiguos junto a otros modernos, puede indicar que también coincidieron los móviles que indujeron a grabar o que se siguieron haciendo por mimetismo.

Por tanto, no afirmamos que sólo la población indígena tuvo el hábito de grabar y que se perpetuó a través de sus descendientes, pues no puede descartarse que algunos inmigrantes europeos pudieran traer ciertas formas de comportamiento análogas. Pero queremos destacar la importancia del componente indígena, que se manifiesta en la continuidad del propio acto de grabar y, sobre todo, en el uso de los mismos lugares y a menudo con idénticas técnicas (J. F. Navarro, 1992 y 1995).

En el caso que nos ocupa, estamos seguros de que los barcos y la Virgen de Guadalupe están estrechamente asociados. El mito de su aparición se relaciona con un barco (9). También han sido barcos los exvotos que se depositan en su ermita de Punta Llana. Cada cuatro años, una procesión marítima transporta a la imagen desde este lugar a la Villa y viceversa, pasando justamente frente a la Playa de Abalos y el Lomo Galión.

(9) La devoción en La Gomera hacia la Virgen extremeña de Guadalupe pudo originarse por la vía de la colonización americana, quizás traída por misioneros que hacían escala en la ruta a América. G. Frutuoso (1964 [1590]:134) cuenta que cuando un navío de conquistadores costeaba Puntallana buscando puerto para desembarcar, gran número de indígenas gomeros se fue congregando sobre el acantilado. Entonces el capitán Diego de Ayala (quizás lo confunde con Fernán Peraza «el viejo») prometió a la Virgen de Guadalupe que si aquella gente numerosa los recibía sin daño, construiría en aquel lugar una ermita bajo su advocación, como así sucedió. Este hecho, de haber existido, hay que fecharlo antes del último tercio del siglo XV. No obstante, una leyenda popular explica su presencia mediante acontecimientos milagrosos producidos después de la conquista, pero en los que interviene también un barco: el vigía de una nave española que pasaba frente a Puntallana, rumbo a América, vio un resplandor en la costa y, al desembarcar para investigar, observó que la luz salía de una cueva que albergaba una imagen de la Virgen de Guadalupe. La llevaron a bordo y levaron anclas, pero las velas se hinchaban sin que la nave se moviera y, a la vez, una bandada de palomas revoloteaba en torno a la cueva, volando luego al barco y de nuevo a la cueva. Sacaron la imagen a cubierta y entonces las palomas intentaron transportarla a tierra con sus picos. Ante estos signos milagrosos, el capitán ordenó devolverla a su sitio y entonces el barco obedeció al impulso del viento, dirigiéndose al vecino puerto y villa de San Sebastián para proclamar la noticia. Los vecinos se dirigieron de inmediato a Punta Llana a venerar a la Virgen, para la cual construyeron una ermita (G. Díaz, 1999:58).

Grabados de barcos e historia marítima.

La embarcación más antigua (panel 67) es de fines del siglo XV o inicios del XVI, coincidiendo con el proceso de colonización castellana y, cómo no, con los eventos del descubrimiento americano. Luego, hay otra del XVI; varios barcos que pueden ser del XVII, pero sobre todo del XVIII; algunos de principios del XIX y, por último, el más reciente es de fines del XIX o inicios del XX.

Los grabadores tuvieron dos fuentes complementarias para inspirarse. De un lado, las embarcaciones que entraban o salían del puerto de San Sebastián, las que costeaban la isla o las que integraban la procesión marítima de la Virgen de Guadalupe. De otro, las maquetas de barcos que, como exvotos, hubo y hay en la propia ermita de Punta Llana. La vecina rada de San Sebastián siempre fue el puerto principal de la isla, junto con su anexo del Buen Paso y, por tanto, las aguas próximas eran las más transitadas por naves, aunque, según el estado del tiempo, el propio saliente de Punta Llana abrigaba dos fondeaderos de ocasión al Norte y Sur (G. Frutuoso, 1964 [1590]:143).

La presencia de naves en la zona fue muy esporádica hasta mediados del siglo XV, cuando empezaron los intentos colonizadores de los primeros señores, como Fernán Peraza el Viejo, fundador de la Torre del Conde, y su yerno Diego de Herrera; hasta que se produjo la definitiva instalación de Fernán Peraza el Mozo en 1477.

El tráfico corriente todavía era muy escaso, pero en momentos concretos arribaban armadas que, sin duda, despertaron la curiosidad de los pastores que tenían por costumbre grabar. Son bien conocidas la llegada de la flotilla de Juan Rejón en 1481 a Hermigua, y la terrible expedición de Pedro de Vera en 1489. A partir de 1492 San Sebastián empezó a ser frecuentado por las flotas que iban a Indias o incluso al Pacífico, durante el periodo de exploraciones y conquistas. Colón recaló aquí en sus viajes de 1492, 1493 y 1498, aunque el que causaría mayor impacto fue el segundo, cuando trajo una gran armada de 3 naos y 14 carabelas. En 1499 llegaban las 4 naos de Ojeda, Vespucio y La Cosa; en 1502 la gran expedición de Ovando, con 32 naves; en 1504 la de Alonso Quintero; en 1514 los 22 buques de Pedrarias Dávila; al año siguiente la del adelantado Juan Díaz de Solís; en 1525 la de García de Loaysa y Elcano en su viaje de circunvalación; en 1526 las de Francisco de Montejo y Pedro de Los Ríos; en 1530 la de Hernando y Francisco Pizarro; en 1532 Pedro de Heredia llega con un galeón, una carabela y una fusta; en 1534 el portugués Francisco de Alcazaba; en 1535 las expediciones de Pedro de Mendoza y de Cristóbal Frías Marañón; en 1538 Hernando de Soto, con 7 navíos grandes, 3 pequeños y 20 naos; en 1544 la flota en que iba la virreina viuda María de Toledo y fray Bartolomé de las Casas, como obispo de Chiapas; en 1555 el virrey marqués de Cañete; en 1565 la formidable flota de Meléndez de Avilés, con 60 navíos y galeones, que permaneció largo tiempo y los millares de marinos y soldados generaron cuantiosos ingresos a la población de la villa; en 1572 hizo escala Juan Ortiz de Zárate; etc. (G. Frutuoso, 1964 [1590]; A. Borges, 1977; A. Darias y G. Díaz, 1994).

El final del siglo XV y el XVI debió ser una época dorada en la que La Gomera desempeñó un papel de primer orden como antesala trasatlántica, cuestión que influiría decididamente en la economía de la isla. Sospechamos, que durante generaciones una parte no desdeñable de la producción estuvo destinada a abastecer las naves en su viaje de ida a América, sobre todo de productos perecederos o de transporte entorpecedor, como el queso, la carne conservada, el agua, el vino, el azúcar, algunos vegetales, animales vivos, etc., buena parte de lo cual evitarían cargar en los puertos de origen. Aparte de que la población gomera tenía reputación de vender a precios muy bajos esas y otras cosas que, por añadidura, eran de excelente calidad. Lógicamente, el Conde estimularía la producción de aquellos bienes de consumo que demandaban las flotas, cuyo origen estaba en la ganadería y algunas actividades agrícolas muy concretas, siendo los primeros beneficiados él mismo y algunos vecinos de la Villa.

Después de esta gran etapa de la conquista americana, descendió la afluencia de escuadras y los beneficios que acarreaban, por lo que es lógico pensar que los condes pretendieran darle otra orientación económica a la isla. El mar y los barcos tuvieron desde el siglo XVII otro signo: La Gomera pasó a quedar muy tímidamente integrada en algunos circuitos comerciales con la América española, con la metrópoli y, en menor medida, con la carrera de Brasil y el tráfico de esclavos desde Guinea y Cabo Verde. Pero lo cierto es que su papel fue muy marginal, porque la inmensa mayoría del comercio marítimo se concentraba en las islas de realengo —Tenerife, Gran Canaria y La Palma— (G. Glas, 1976 [1764]:133-139). De manera que las comunicaciones interinsulares acabarían por imponerse en las relaciones de la isla con el exterior, y los grabados de pequeñas embarcaciones deben relacionarse con este hecho. En el siglo XVIII el tráfico más habitual era con Tenerife, adonde se exportaba seda, aguardiente, ganado y orchilla, recibiendo manufacturas y otros productos de origen europeo y americano. Los barcos usados para ello se construían en Canarias, eran de 20 a 50 Tm y una decena de tripulantes, número muy elevado necesario para las operaciones de carga y descarga.

La otra vertiente de los barcos era de signo negativo. Algunas veces, los barcos que se acercaban constituían un peligro. Hubo un primer periodo en el que los antiguos gomeros sufrieron el efecto de las razzias para cautivar esclavos y ganado, que se inició en el siglo XIV y fue en aumento hasta culminar en la masacre de Pedro de Vera en 1489. Luego, la isla empezó a sufrir los ataques de los enemigos de la corona española: en 1498 ya Colón encontró aquí un pirata francés; en 1553, el famoso Jean Le Clerq —Pie de Palo— intentó desembarcar sin éxito; en 1569 hubo otro ataque de corsarios franceses; en 1571 Jean Capdeville entró con engaños, mató a algunos que no pudieron huir, saqueó y quemó buena parte de la Villa; en 1583 fue rechazada una flota luso-francesa de 6 navíos; en 1585 le sucedió lo mismo al conocido Fancis Drake; en 1599 el holandés Pieter van der Does volvió a desvalijar y quemar San Sebastián a pesar de la defensa isleña; en 1618 se produjo el ataque más devastador por parte de la flota argelina de Tabac y Soleimán, que no sólo arrasaron la capital, sino que saquearon en el interior, llegando hasta Hermigua; en 1743 fue rechazada la escuadra inglesa de sir Charles Windham, acontecimiento que reproduce el fresco de la capilla del Pilar en la iglesia de Nª Sra de la Asunción. Además de los anteriores, otros corsarios merodearon las costas de La Gomera sin grandes consecuencias.

Algunos piratas y corsarios enemigos de la corona española llegaron a usar la rada de San Sebastián como punto de abastecimiento, como hizo en 1556 la escuadra francesa del vizconde de Uza, formada por 9 barcos y 2.000 soldados; la del inglés John Hawkins en 1567; la del francés Jean de Sores en 1570, después de haber atacado La Palma, lo que provocó un escándalo y el proceso abierto por la Inquisición al Conde y a varios gomeros; en 1617 hizo aguada la escuadra de sir Walter Raleigh; etc. (A. Rumeu, 1947; A. Darias y G. Díaz, 1994).

Por último, el mar y los barcos fueron siempre el vehículo para la emigración gomera a América, que comenzó con las primeras expediciones colombinas y tenían su punto de partida en el vecino puerto de San Sebastián. No pocos colonos establecidos provisionalmente en la isla acabaron embarcando en los navíos que recalaban en el puerto rumbo a América. Más recientemente, cuando llegaron a ser durísimas las condiciones económicas y sociales de una gran parte de la población, la emigración legal y clandestina a Tenerife y América fue la única alternativa posible a un alto porcentaje de la población. En este caso, el barco ya no era sólo un símbolo religioso vinculado a la Virgen de Guadalupe, sino que representaba la única manera de escapar a una existencia llena de penurias y, por tanto, se convirtió también en un símbolo de esperanza en una vida mejor.

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Juan Francisco Navarro Mederos

sábado, 29 de marzo de 2014

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GRABADOS RUPESTRES CON REPRESENTACIÓN DE BARCOS EN EL LOMO GALIÓN (ISLA DE LA GOMERA, CANARIAS). (III)

PANEL 29 (fig. 5).


Tiene 36 × 14 cm, está orientado al NNE, inclinación de 110°. Este panel está justamente a la derecha del anterior y ambos comparten las mismas condiciones resguardadas. Están también relacionados estilísticamente. Su único motivo ocupa el extremo superior y está hecho mediante incisión somera y con meteorización media-baja. Es una imagen antropomorfa con una vestimenta talar, los brazos separados del cuerpo y los rasgos de la cara indicados; está rodeada por dos círculos conectados por radios. Entendemos que es una representación de la Virgen María y, dada la proximidad de la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, es fácil asociar este grabado a la patrona de la isla.

PANEL 4 (fig. 6).


Mide 95 × 45 cm, está situado en el lado N y orientado al NNE, con inclinación de 80°. Tiene una única embarcación por estribor, grabada con incisión somera, que presenta meteorización C (media-alta). Es una pequeña embarcación hecha de manera imprecisa, con el casco ligeramente curvo y la proa algo elevada; la arboladura es simple y confusa: está el bauprés y un mástil, que carga delante una vela triangular (no sabemos si un foque o una vela latina) y a popa una posible vela tarquina o cangreja. Siendo un motivo tan poco preciso, no es fácil identificarlo. Pudiera ser una barca, filibote, patache o similar. Su antigüedad es también imprecisa, pero si se tiene en cuenta que posee análogas condiciones de exposición que el cercano panel 1, y que su grado de meteorización es como las embarcaciones C-DE-F, podría haber sido grabado alrededor del siglo XVIII.

PANEL 1 (figs. 7-12).


Mide 145 × 280 cm, es prácticamente vertical (85°), está en la parte N del roque y orientado al NE, es decir, a barlovento. El panel está compartimentado en tres subpaneles separados por fisuras de la roca, cuyas superficies presentan en algunos sectores una textura irregular, de manera que prácticamente casi todo el espacio apropiado para grabar está ocupado por insculturas. Contiene nueve embarcaciones y otros varios motivos de dudosa interpretación, aunque están asociados a algunos de los barcos. La técnica empleada en la mayoría fue la incisión somera, con profundidad del surco entre 0’2 y 0’5 mm y anchura entre 0’3 y 1 mm; aunque el motivo A se obtuvo mediante incisión media, con 0’5 mm de profundidad y 1 mm de ancho. Los motivos A y B presentan una meteorización muy alta; las naves C, D, E y F tienen meteorización media-alta; los motivos G, H e I tienen meteorización media-baja.

Existe una secuencia temporal que puede ser inferida por los diferentes grados de meteorización y por la distribución jerarquizada de los motivos a lo largo de la superficie de la roca, lo cual queda luego refrendado por la tipología de las naves. Primero fueron realizados los barcos A y B, que son los mayores y que ocupan precisamente las partes centrales y más aptas de los dos subpaneles mayores. Luego se trazaron dos grupos, aparentemente realizados por manos distintas pero en un tiempo próximo entre sí: de un lado los motivos C y D, de otro E y F. Los grafitos más recientes son G, H e I, el primero en un hueco que quedaba en el subpanel de la derecha y los otros dos en el estrecho subpanel encimero.

El barco A (figs. 7 y 8) es un navío de finales del siglo XVII o comienzos del XVIII ya que, aunque el velamen es propio de todo el XVII, la forma del casco con el beque o frontón (7) presentando esta característica forma curva son propios de las fechas indicadas. La superficie del casco muestra tres grandes hiladas de tablas y otros trazos perpendiculares y oblicuos. A popa hay un mástil con una flámula o bandera que tiene dos franjas horizontales, detrás de ella un fanal, y bajo la quilla se indicó el timón. Posee tres palos: el de mesana tiene la gavia cuadra, pero la vela principal aún es latina; el palo mayor tiene desplegadas la mayor y la gavia, pero no el juanete del que sólo se ve la verga, y muestra los obenques de estribor con sus flechastes; el trinquete tiene dos velas, la trinqueta desplegada y la gavia cargada porque sólo se dibujó la verga; el bauprés tiene la verga de la cebadera y una bandera. Entre las velas se indican algunas jarcias.

(7) Cuerpo añadido a la proa sobre el cual va el bauprés. A fines del XVII había adoptado esta característica forma curva que duró hasta principios del XIX.

El barco B (figs. 7 y 9) está ejecutado por otra mano y con mucha menor destreza. Es también un buque por estribor, con porte y cronología análogos al anterior. Se aprecian dos mástiles con dos velas cuadras cada uno y posiblemente una tercera en la parte inferior, aunque se ve confuso por la presencia de varios espacios triangulares, que quizás sean velas de estay o simple impericia del autor. A proa y popa de la jarcia hay dos largos trazos oblicuos: el primero puede representar un largo bauprés desviado hacia atrás por torpeza; el segundo parece la verga de un oculto palo de mesana, en cuyo caso sostendría una vela latina como en el motivo precedente. El casco está dividido en un cuerpo superior y otro inferior, y los detalles se suplieron con multitud de trazos sinuosos. A popa se intuye un fanal junto a algo que podría ser un mástil de bandera y, más abajo, una bandera con dos aspas, sin duda la Cruz de Borgoña (8). Bajo el casco hay un elemento que dudosamente pudiera ser el timón.

(8) Enseña usada por la marina española durante los siglos XVII y XVIII: al principio era de fondo rojo con aspas blancas, pero pronto se invirtieron los colores. Carlos III introdujo la bandera rojigualda para evitar las frecuentes confusiones con otras divisas, sobre todo la inglesa, aunque la blanca con aspas rojas se mantuvo algún tiempo con funciones específicas.

El barco C (figs. 7 y 10), también por estribor, tiene el aparejo confusamente realizado, aunque se insinúan tres mástiles, el trinquete y el mayor con velas cuadras y el de mesana con una vela latina. El casco está más definido y presenta ocho elementos circulares que pudieran ser bocas de cañones, aunque están distribuidos de manera arbitraria, salvo los dos de popa, por lo que también podrían ser balas de artillería o el impacto de éstas. Debe ser de una fecha análoga o ligeramente posterior a A y B, de manera que el siglo XVIII parece aceptable. En un momento posterior le superpusieron dos gruesos trazos ensanchados en la parte inferior, a modo de grandes remos, menos meteorizados que la nave.

El barco D (fig. 7) lleva un solo palo con foque y vela cangreja bien definidos, rasgos propios de una barca, un filibote o un patache, pequeñas embarcaciones mercantes de transporte, que con estos u otros nombres fueron habituales durante el siglo XVII y más en el XVIII para el tráfico interinsular y a veces también para recorridos mayores (E. Torres, 1981; M. Lobo, 1991). Carga tres cañones por banda, cosa inusual en otras latitudes para naves de este tipo, ya que tanta artillería disminuía la capacidad de carga del barco, pero en Canarias se había dispuesto que estuvieran fuertemente armadas ante el peligro de piratas. Precisamente lo habitual en estas islas para esas naves eran seis bocas de fuego alojadas en la parte posterior, como se ve en el grabado. A popa hay dos banderas, una inconclusa y otra grande con una ancha franja central reticulada o ajedrezada.

Los barcos E y F (figs. 7 y 11) se trazaron torpemente. El motivo E parece tener velas cuadras y ocho cañones por banda, único indicio para suponer que es un buque de porte medio. Más claro se ve el aparejo del barco F, visto por estribor, con un solo mástil, foque y cangreja, y la proa elevada, elementos que le asemejan al motivo D.

Los barcos G y H (figs. 7 y 12) son bergantines de las primeras décadas del siglo XIX o, como muy antiguos, de fines del XVIII. Están grabados con cierto detalle a pesar de su pequeño tamaño. En el casco del primero están indicadas las tablas del costado, mientras que en el segundo se insinúan varias bocas de cañones, y en ambos está bien marcado el cuerpo de proa con el beque. Tienen bauprés, trinquete y mayor. En G, el bauprés tiene dos vergas de cebaderas o es una sola cebadera a la que faltan dos trazos; en el trinquete se aprecian dos velas cuadras y una en el mayor, así como una posible cangreja, y en ambos palos se ven los obenques de estribor con sus flechastes. En el barco H, el bauprés lleva una cebadera; el trinquete y mayor llevan desplegadas cada uno tres velas cuadras, pero el aparejo del mayor es algo confuso y no se distingue si hay cangreja. Ambos llevan a popa una bandera con tres franjas horizontales, probablemente la española.

El motivo I es un barco por babor hecho con mano insegura y constreñido a un espacio muy estrecho: se intentó reproducir, sin conseguirlo, un navío o una fragata de tres palos, en cuyo casco se ven las tablas; a proa hay una ancha franja curva que puede ser la tajamar; tiene un largo bauprés, del que parte un estay con un elemento triangular, posiblemente un foque; luego hay tres trazos paralelos que quizás sean obenques de un inexistente trinquete; más atrás se ven dos cortísimos mástiles, el primero debería ser el mayor con una diminuta vela cuadra y en el de mesana sólo indicaron los obenques y algo que pudiera ser un estandarte; a popa hay una bandera con tres franjas horizontales, como G y H.






Continúa...

Juan Francisco Navarro Mederos

viernes, 28 de marzo de 2014

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GRABADOS RUPESTRES CON REPRESENTACIÓN DE BARCOS EN EL LOMO GALIÓN (ISLA DE LA GOMERA, CANARIAS). (II)

6. Técnicas de ejecución.

Las técnicas usadas en los grabados prehistóricos de La Gomera son la incisión y el picado. Por su parte, los grabados post-conquista se realizaron habitualmente mediante incisión y rayado, y las dos técnicas tienen variantes:

A) incisión.
A.1. Somera (prof. del surco: 0’2 a 0’5 mm). Es la más habitual en Galión-I y, por lo general, es la más habitual entre los grabados históricos de la isla.
A.2. Media (prof. del surco 0’5 a 1 mm). Es una variante escasa en esta estación.
A.3. Profunda (prof. del surco 1-2 mm). No existe en Galión-I, pero sí en naviformes de estaciones cercanas, como el Ancón de Guanchipe.
A.4. Incisión repasada. Se ha hecho pasar el útil varias veces por el interior del surco, agrandándolo en anchura (2-4 mm) y profundidad (1-3 mm). Tampoco existe en Galión-I ni en naviformes de la zona, aunque sí en otros motivos de diversas estaciones, como el mismo Ancón de Guanchipe.

B) Rayado-raspado (figs. 2 y 3 D).
Las unificamos porque son técnicamente lo mismo: raspar sólo superficialmente la corteza de la roca, sin formar surco, sino aclarando el color. Los dibujos así obtenidos tienen una duración relativamente corta, porque van desapareciendo a medida que la superficie de la roca vuelve a meteorizarse, mientras que en el grabado después de la meteorización se sigue notando el surco. Hay dos variantes:
B.1. Rayado lineal: Líneas simples que insinúan los mástiles y las jarcias, y otras que indican el contorno del casco y las velas.
B.2. Raspado de superficies: Se raspa el interior de la figura, buscando dar sensación de volumen. Esta técnica, que en general es de cronología reciente, escasea en este yacimiento, pero abunda en otras de la isla.

7. Cronología: los grados de meteorización.

Hemos distinguido cuatro grados de meteorización estándar del surco. La tonalidad (2) (o tonalidades, si varía por zonas) de la superficie no grabada del panel corresponde al grado máximo de meteorización; en algún fragmento caído o rotura reciente comprobamos el tono de la roca sin meteorizar, que equivaldría al grado mínimo de meteorización. Entonces buscamos en la tabla de colores los dos grados intermedios equidistantes. Normalmente no es posible matizar más, salvo en casos singulares de rocas con variación cromática muy alta donde se distingue un máximo de siete tonos.

Los grados de meteorización son: A) Muy baja: el interior del surco está nada o muy poco meteorizado, de manera que su color es similar al de un trazo recién ejecutado; B) Media-BajaC) Media-AltaD) Muy alta: el interior del surco tiene igual grado de meteorización que el resto de la superficie del panel, teniendo igual tono.

(2) Usando el código de colores Munsell Soil Colors Charts.

Es un indicador de cronología relativa útil, siempre que tengamos en cuenta:

Las condiciones litológicas. Porque unas rocas meteorizan más rápidamente que otras.

La profundidad del surco. Un grabado pudo atravesar totalmente la corteza de meteorización y otro contiguo solamente calarla parcialmente, de manera que desde el principio ambos surcos tienen un grado diferente de meteorización.

Las condiciones de exposición ambiental de cada panel y sus partes. Para eso hay que cuantificar en grados sus características de orientación e inclinación, pero también hay que tomar en consideración si el panel está expuesto a los vientos dominantes o al abrigo de ellos. Por ejemplo, hay diversos paneles orientados al NE, es decir, al alisio, pero la meteorización de la roca es mucho mayor en los de la parte septentrional del roque que en los del lado Sur, porque los primeros están directamente expuestos al efecto humectante del viento (por ejemplo, panel 1), mientras que los otros quedan protegidos por la masa del propio roque (por ejemplo, paneles 29 y 30).

Si un panel tiene a lo largo de su superficie las mismas propiedades petrológicas y de exposición, y todos los grabados fueron hechos con la misma técnica y con profundidades de surco similares, las diferencias de meteorización deben indicar un escalonamiento en el tiempo. En Lomo Galión-I los motivos representados tienen tipologías fácilmente encuadrables en varias épocas, y esas diferencias temporales reconocibles tienen refrendo en matices de meteorización.

8. La iconografía: los paneles y sus motivos.

Por razones de espacio, presentamos los paneles 71, 67, 30, 29, 4 y 1, que son la muestra más representativa del conjunto. En cada uno de ellos se describen e interpretan los motivos o composiciones y sus detalles, que en el caso concreto de los naviformes nos permite identificar el tipo de embarcación y su cronología.

PANEL 71 (fig. 1).


Forma parte del grupo de 16 paneles (núms. 70 al 85), que son otros tantos segmentos de la gran laja que ocupa la zona NNO y que tienen apenas una ligera inclinación. Poseen solamente grabados prehistóricos y/o históricos muy antiguos de igual tipología que los primeros.

El panel 71 es el único con grabados prehistóricos incluido en este trabajo, pues los restantes del grupo contienen sólo grabados análogos al de este panel. Contiene un haz de trazos curvilíneos y rectilíneos realizados con técnica de picado continuo, algo erosionados y con meteorización C-D (alta/media-alta). Además, hay trazos rectilíneos incisos que deben ser posteriores, porque parte de ellos están claramente superpuestos al motivo picado y, sin embargo, están igual o más meteorizados (D y C-D), lo cual se explica porque fueron ejecutados con incisión somera y son muy poco profundos.

PANEL 67 (figs. 2 y 3).



Está situado en la banda de solana y orientado al Sur. Por tanto, el mismo grado de meteorización en el grabado indica aquí una mayor antigüedad que en los paneles orientados al NE y situados en la umbría, como el núm. 1. Mide 185 × 160 cm., es prácticamente vertical (85°) y los motivos son de grandes proporciones. En la parte superior, la que reúne las mejores condiciones para grabar, hay una superposición de motivos grabados en tres momentos sucesivos: una primera gran nave, que posteriormente se retocó con nuevos elementos y, más tarde, se le superpuso una segunda embarcación. En la parte inferior hay un tercer barco. Los tres están vistos por el lado de estribor.

El primer barco que se grabó (figs. 2 y 3 A) fue hecho mediante incisión somera y su meteorización es muy alta. Tiene un casco redondo visto por estribor y, si el dibujo es fiel, las tres líneas horizontales deberían representar la cubierta y dos puentes. A popa hay un alto castillo y otro menor a proa. Se aprecian cuatro palos, aunque el segundo es un tanto confuso. La arboladura y el velamen están más claros en la proa que en el resto, porque el autor del grabado dudaba y rectificaba constantemente pero, como no había manera de borrar los equívocos, un mismo elemento aparece repetido dos o más veces. El bauprés lleva debajo una cebadera, sobre la que se ven dos trazos paralelos verticales que quizás sean jarcias. El trinquete fue repetido tres veces, de manera que el primero parece llevar una cofa, el segundo un pequeño gallardete y en el tercero (del que sólo se trazó la parte superior) van unos trazos oblicuos que parecen cabos, pero lo más claro es que está aparejado con una gran vela latina. De lo alto del palo mayor parte una jarcia que luego se confunde con la verga del trinquete; detrás de él se ve parte del borde de la vela mayor y delante hay un caos de líneas que impiden saber cómo era el velamen de este mástil. El de mesana tiene unos trazos oblicuos que posiblemente indiquen otra vela latina o su verga. A popa hay un pequeño mástil mesana de bonanza con un largo gallardete que tiene dos bandas horizontales, seguramente los colores blanco y rojo de Castilla y León, y luego unos trazos oblicuos que parecen otra verga de vela latina. Delante de la línea de flotación hay unas rayas que pudieran ser el inicio de otro grabado frustrado.

Sus características son bastante elocuentes. Pocas dudas hay de que estamos ante una nave de la segunda mitad del siglo XV o comienzos del XVI, por lo que se trataría de la embarcación histórica más antigua de las que han sido tipológicamente identificadas hasta ahora en grabados de Canarias, sincrónica o inmediatamente posterior a la culminación de la conquista de la isla (1489), aunque la latina del trinquete sea un rasgo singular. Si los cuatro mástiles son reales y no se confundió el autor, se trataría de un navío tipo carraca, la mayor embarcación de la época. Pero en el improbable caso de que uno de los palos de mesana fuera una rectificación, sería una carabela grande (3) o una nao de inicios del XVI, similar a la Victoria de Magallanes.

(3) Comúnmente denominadas carabelas de armada.

En un segundo momento, alguien añadió a este barco varios elementos (fig. 2C): a popa puso el tramo superior de un mástil de mesana con una vela cuadrada y un extraño objeto enlazado, quizás un gallardete que no ondea, o una bandera morrón (4); al palo mayor le añadió otra vela cuadrada, y puso otro motivo enlazado en el extremo superior de la verga del trinquete. Esas dos velas van infladas hacia popa, lo que quiere decir que el autor de los retoques confundió proa con popa, porque ya no conocía bien la morfología de una nave tan antigua. Por la configuración de las velas y el grado de meteorización (B: media baja), probablemente estos añadidos se hicieron uno o dos siglos más tarde, avanzado el XVII o en el XVIII.

En la segunda mitad del siglo XIX o a lo sumo a comienzos del XX, cuando el anterior barco estaba muy meteorizado y prácticamente invisible ya, se le superpuso una goleta de dos palos, hecha con bastante realismo (figs. 2 y 3D): la superficie del casco destaca con el raspado (meteorización A); bajo el largo bauprés hay un trazo en ángulo, que debe ser el frenillo del petifoque (5); el palo de trinquete lleva una vela cangreja detrás y en la parte superior llevaría dos velas cuadras, que no se dibujaron porque estarían recogidas, hacia el bauprés parten tres líneas, que son los nervios de los foques; el mástil mayor lleva una gran vela cangreja y entre ambos palos hay una vela de estay y una jarcia. Estas goletas fueron populares en los mares de Canarias, pues eran muy comunes en el tráfico interior y exterior de la época, e incluso los mejores pesqueros de altura eran goletas similares.

En la parte inferior del panel hay una nave de estribor (fig. 2B) hecha con incisión somera, que tiene meteorización media-alta (C). Está muy burdamente realizada y eso dificulta su identificación. Tiene la popa y la proa elevadas y el casco va relleno de líneas oblicuas que pudieran representar remos o simplemente darle volumen al casco. A popa hay un cuerpo también relleno de líneas verticales, que parece un castillo. La proa está rematada por dos trazos que sobresalen, quizás son simplemente un fallo del autor que prolongó las líneas de cubierta y de quilla, o que el inferior sea un largo frontón y el superior el bauprés. Tiene cuatro mástiles, el trinquete sin velamen, el mayor con una vela que parece cuadra y quizás una o dos vergas más, el de mesana y el de mesana de bonanza (6) tienen cada uno una verga de vela latina. En la popa hay una posible asta de bandera y, detrás del barco, dos trazos paralelos más. Si los trazos oblicuos del casco representasen la palamenta, podría pensarse en una galera; pero nos disuaden de ello la forma de la proa, el número de mástiles y el hecho de que el casco de la embarcación mayor del panel (A) esté esbozado de igual manera. Comprobando su grado de meteorización con los de la parte superior del panel, fue grabado después del motivo A y antes del C. Por consiguiente, se realizaría a lo largo del XVI o primeras décadas del XVII y, con no pocas dudas, pudiera tratarse de un galeón u otro gran buque la época.

(4) Bandera morrón o de auxilio: se enrollaba anudándola de trecho en trecho, o se izaba en esta forma para pedir auxilio, en caso de encontrarse el barco en problemas.

(5) Frenillo: cadena que va del bauprés al casco y contrarresta el empuje de los foques hacia arriba.

(6) Mesana de bonanza: es el cuarto mástil, situado a la altura de la cubierta de popa.

PANEL 30 (fig. 4).


Mide 86 × 57 cm y está orientado al NNE. Este panel y el núm. 29 están en la parte Sur del roque y, por tanto, están resguardados de las inclemencias meteorológicas por el propio roque; además, está a extraplomo (115°). Eso explica que la superficie natural del panel esté tan poco meteorizada y mucho menos aún los grabados. El único grafito está hecho con incisión somera y tiene una meteorización media-baja. Es un buque de babor con tres mástiles, con una tipología de finales del XVII o, con mayor probabilidad, de la primera mitad del XVIII, que tiene un interés especial porque es la prueba más clara de la vinculación entre estos grabados de barcos y la Virgen de Guadalupe. Sobre cubierta hay tres figuras antropomorfas, de tamaño desproporcionado respecto al barco, lo cual puede deberse a la voluntad de destacarlas, o a que en realidad es una barcaza engalanada con un falso velamen propio de navíos y fragatas. En el casco se muestran las tablas, con sensación de curvatura en popa y proa; esta parte delantera fue retocada para alargarla y en ella hay un fanal; a popa, bajo el casco, se indica el tramo postrero de la quilla, que enlaza directamente con el timón. En el mástil de mesana hay una gavia cuadra y la vela principal es latina; el mayor muestra la vela y la gavia, de cuya verga parte una jarcia, pero tiene recogido el juanete; el trinquete lleva desplegadas la trinqueta y la gavia. En el bauprés ondea una gran bandera con aspas: puede ser la enseña de la marina española antes de Carlos III, que en situaciones normales iría a popa, pero en días festivos, como el que expresa la imagen, se ponía en el bauprés; otra improbable explicación es que sea una bandera de señales con la Cruz de San Andrés, que correspondía a la M (inicial de María) en el viejo código internacional, en cuyo caso su mensaje sería que la Virgen María estaba a bordo.

Respecto a las tres imágenes, en la de popa hay un tripulante —probablemente el capitán o maestre— que apoya su brazo izquierdo en el mástil de una bandera, viste una casaca larga abierta al centro y se cubre con un sombrero de ala, ropajes que encajan con las fechas indicadas. En la cubierta de cuadra, entre el palo mayor y el de mesana, hay una figura análoga a la del panel 29, es decir, una imagen esquematizada de la Virgen, rodeada de un halo en forma de óvalo radiado. Delante de ella, pero algo más abajo, hay otra más pequeña con el interior rayado y sin halo, que debe ser un primer intento abortado, porque la empezaron a hacer en un espacio estrecho entre las velas donde la imagen no destacaba ni cabría su halo. Este interesante grabado representa, sin duda, al barco de la Virgen de Guadalupe, bien aquél al cual alude la leyenda de su aparición, o simplemente el que la transportaba antaño en la procesión marítima.

Continúa...

Juan Francisco Navarro Mederos