lunes, 30 de junio de 2014

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ESPECIALISTAS Y TRABAJADORES EN EL INGENIO DE AZÚCAR DE AGAETE (1503-1504) (III)

2. PERSONAL EXTERIOR (ALQUILER)

El comerciante Agustín de la Chavega, genovés primo de los Riberol, proveedor de muchas mercancías para el ingenio, alquiló al propietario de la hacienda diez esclavos por tres meses y veinte días, y otro más durante un mes y cinco días (19). El precio del trabajo de cada esclavo era de 600 maravedíes mensuales, una cantidad bastante alta y que equivalía al salario de los profesionales menos cualificados. Estos once esclavos se incorporaron a los 25 esclavos que ya había en el ingenio y eran propiedad de Palomar. El total de esclavos, todos de origen africano, que aparece contabilizado en estos meses fue de 35 (20), aunque en otras fuentes su número asciende hasta 37 ó 38.

(19) Dice un asiento de las Cuentas: «Agostyn de Chavega ha de aver por el serviçio de dies esclavos del dicho tiempo, a DC cada uno cada mes, que montan XXII U maravedis. Y por el serviçio de otro esclavo, dende el dicho dia fasta tres de abril, que son un mes e çinco dias, a razon de DC maravedis por mes».

(20) Hay varias referencias indirectas a su número, así: «por X U D maravedis por treynta e çinco capotes que se dieron a los esclavos».

A título anecdótico, es de reseñar la aparición como gasto de una recompensa por la localización y conducción al ingenio de un esclavo fugado: «por el allazgo de un negro que andava alçado». Posiblemente se tratara del esclavo propiedad de Agustín de la Chavega que sólo trabajó un mes. La existencia de recompensas ofrecidas por los esclavos huidos es una situación típica de sociedades de frontera, como era la canaria de comienzos del siglo XVI.

Otra noticia relativa a los esclavos de la hacienda de Agaete nos las ofrece una provisión real de febrero de 1505. En ella se hace constar que de los esclavos que había en el ingenio, que en las Cuentas suman las cantidad de 35, doce de ellos habían sido trasladados a Tenerife al acabar la temporada (21).

(21) El fiscal de la Corona acusaba a Cerezo de un intento de alzar los bienes del ingenio en perjuicio de la hacienda real, que había secuestrado judicialmente la hacienda: «E espeçialmente diz que enbió el dicho Antonio Çerezo a la ysla de Tenerife doze esclavos e çiertas calderas e otras cosas pertenesçientes al dicho Francisco Palomar e al dicho yngenio de Agaete. E que las bestias que andavan en el dicho yngenio heran del dicho Francisco Palomar, e las dio cabtelosamente a çiertas personas, e las tomó dellos por alquiler. E otros veynte e syete esclavos que se hallaron en el dicho yngenio quando fue fecho el secresto e enbargo por mandado del Rey, mi señor e padre, e de la Reyna, mi señora e madre, que aya santa gloria». AGS, RGS. Toro, 17 de febrero de 1505, fol. 441. El genovés se defendió argumentando que tanto los esclavos como las bestias eran de alquiler: «Dize el dicho Antonio Çerezo que los quinse dellos son suyos, e los otros de otras personas que se los tenian alquilados». Más detalles en GAMBÍN GARCÍA, M.: El ingenio de Agaete..., op. cit.

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Mariano Gambín García

domingo, 29 de junio de 2014

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ESPECIALISTAS Y TRABAJADORES EN EL INGENIO DE AZÚCAR DE AGAETE (1503-1504) (II)

1. PERSONAL CUALIFICADO

Dividimos en cuatro epígrafes la intervención de los profesionales cualificados.

CULTIVO DE LA CAÑA DE AZÚCAR

El proceso de elaboración del azúcar se iniciaba, lógicamente, con la plantación de las cañas. Era necesario disponer de un terreno amplio, normalmente cerca de la costa y a no mucha altura, cercano a una fuente de agua. El módulo empleado en los repartimientos canarios fue la fanegada (5.500 m²), irrigada con un volumen de una azada de agua, es decir, un caudal de 15 litros por segundo durante doce horas (5). La media de tierras de regadío repartidas era de 12 fanegadas, salvo cuando se las destinara a cañaveral, en cuyo caso se concedían 30 fanegadas o más, siempre con alguna excepción (6).

El terreno había que limpiarlo y despedregarlo. Una vez limpia la tierra, se araba para facilitar el riego con los surcos. El plantón de caña se hincaba en el suelo a mano, dejando cierta distancia entre las plantas. Se calcula que una hectárea llevaría unos cuarenta quintales de caña, lo que venía a representar un volumen aproximado de tres fanegas de caña por fanegada de tierra (7). La plantación de los tallos se producía entre los meses de marzo a mayo (8).

(5) MACÍAS HERNÁNDEZ, A.: «Canarias, 1480-1550. Azúcares y crecimiento económico», en História do Açúcar. Rotas e mercados, Madeira, 2002, p. 167. La fanegada en Gran Canaria tenía 5.503,65 m², y en Tenerife y La Palma 5.248,29 m².

(6) Alonso de Lugo recibió 90 fanegas en Agaete. VIÑA BRITO, A., RONQUILLO RUBIO, M., LUXÁN MELÉNDEZ, S. de., HERNÁNDEZ SOCORRO, M.a R.: El azúcar y su cultura en las islas atlánticas. Cañaverales, Ingenios y Trapiches. Iconografía. Canarias, siglos XVI al XX, Los Llanos de Aridane-Las Palmas, 2005 (en prensa), p. 28.

(7) Ibídem, pp. 29-30.

(8) AZNAR VALLEJO, E.: La integración de Canarias en la Corona de Castilla. Aspectos sociales, administrativos y económicos, 2ª edic. Las Palmas de Gran Canaria, 1992 (1ª edic. 1981), p. 350.

Una vez plantada, se regaba con una periodicidad determinada durante los siguientes meses. El riego dependía de la calidad de la tierra en que estaban plantadas las cañas, ya que en función de ella se regaba de veinte en veinte días o de treinta en treinta (9). Ya crecido el cañaveral, llamado de «hoja», se cortaba a los dos años, espacio de tiempo necesario para su maduración. Durante este tiempo el cañaverero se ocupaba del mantenimiento del cañaveral, regándolo y limpiándolo de malas hierbas y luchando contra las plagas de insectos y roedores. El corte, que se desarrollaba generalmente de enero a junio, se hacía por encima de la base de la caña para permitir que la planta retoñara. También se le cortaba la parte superior o cogollo, quedando la caña limpia. Generalmente la planta daba dos frutos más en los dos y cuatro años siguientes, que se denominaban de «zoca» y de «rezoca». Al sexto año, era necesario replantar el terreno con nuevos plantones.

(9) Archivo de la Cancillería de Granada. Real Audiencia. Registro del Sello de la Chancillería, leg. 5503, núm. 158, fols. 190-192. Testimonio de Francisco Gorvalán en el Proceso de Granada: «... la verdad es que las cañas del açucar quyeren ser regadas e curadas con mucha agua, e regados por sus termynos segund la calidad de la tierra en que estan plantadas, porque unas quyeren aguas de veynte a veynte dias e otras de treynta a treynta dias, e ansy, por el consyguiente, segund las tierras son».

Las cañas cortadas se agrupaban en haces o «flejes» para su transporte por los almocrebes o arrieros. La llegada de las cañas cortadas al ingenio para su molienda debía hacerse en los dos días siguientes a su corte, para evitar que comenzaran a perder la sacarosa que contenían.

En el ingenio de Agaete se distinguían aquellos trabajos que se pagaban a jornal de aquellos que se abonaban por resultado.

De los que se pagan por días, destacan los de cuidado del cañaveral:

Lorenzo Váez, el cañaverero, que cobraba 1.803 maravedíes al mes, manteniéndose en el puesto durante 110 días.

El acequiero Pedro García de Carmona, que cobraba 600 maravedíes al mes, participó en el proceso productivo durante tres meses.

Pedro de Moguer, desburgador, cobraba 8.000 maravedíes al año, o lo que es lo mismo, 666 maravedíes al mes, y trabajó en la hacienda 111 días, prácticamente cuatro meses.

Juan Axo, también desburgador, cobraba a razón de 700 maravedíes al mes, y trabajó en la hacienda durante tres meses y veinte días, o lo que es igual, por 110 días.

El capataz de los desburgadores, Juan Domenico, cobraba 600 maravedíes al mes, y cobró por el trabajo de 110 días.

El regador de la cañas, Sebastián, portugués, de quien se hace mención de que es «compañero» de Lorenzo Váez, que debía ser asimismo lusitano, cobraba a razón de 700 maravedíes al mes, y trabajó en la hacienda tres meses y ocho días, apenas una semana menos que los desburgadores.

Se deduce de estos datos que estos profesionales fueron contratados por un período determinado, que se circunscribiría al procesado de las cañas hasta acabar con toda la cosecha, ya que entendemos que sería muy difícil precisar por adelantado la fecha exacta de finalización de las labores en el ingenio.

Las labores pagadas por resultado son las de escardamiento de las cañas y el arado del terreno:

Los aborígenes canarios Alonso Beltrán y Tomasito, escardadores, cobraban 6 reales por cada tarea de cañaveral, y escardaron 8 tareas, lo que hizo un total de 48 reales, más otra tarea que realizó Lorenzo Váez, el cañaverero ya citado, lo que sumó un total de 54 reales, equivalentes a 2.016 maravedíes. No se hace mención del tiempo que emplearon en tal labor.

Los labradores Sebastián del Hierro y Juan de Bollullos araron tierras sin cultivar en la parte baja de la hacienda por 6.500 maravedíes, lo que indica que la propiedad preveía plantar nuevas cañas en un futuro inmediato.

El corte de la caña, en contra lo que se ha afirmado por algún autor, no se producía únicamente en julio, sino que se iba realizando de un modo paulatino durante ocho meses continuos, de noviembre a junio, de modo correlativo con la capacidad de cocción de las calderas del ingenio.

MOLIENDA

El ingenio de azúcar era un complejo industrial bastante diversificado. Consistía al mismo tiempo en molino y horno de cocción. El molino consistía en una gran rueda movida por agua a presión o por tracción animal. En Canarias se utilizó principalmente el sistema hidráulico. El agua llegaba al molino desde su fuente a través de acequias o canales de mampostería y de madera, y se almacenaba en un albercón o cubo colocado en zona de máxima pendiente, desde donde se precipitaba hacia la rueda del molino, haciéndola girar con su fuerza. Este rueda tenía unas palas cuyo giro, transmitido por ejes de madera reforzados con hierro y cobre, movía una piedra circular que trituraba las cañas (10). El moledor colocaba las cañas en un recinto redondo donde se trituraban al paso de la piedra. En Canarias se construyeron ingenios de doble eje, hechos por maestros carpinteros portugueses, a imagen de los existentes en Madeira.

Una vez trituradas las cañas se las prensaba para sacar todo su jugo o guarapo. Con una o varias grandes prensas se aplastaban y molían las cañas trituradas. El conjunto de restos de la caña triturada y prensada, llamado bagazo, se retiraba y se reutilizaba como abono o para comida de animales. Esta técnica se tomó prestada del tratamiento secular que se hacía del aceite. La caña se trituraba con un molino similar a los utilizados para moler la aceituna, y la masa producida se prensaba con prensas iguales a las del aceite y el vino (11).

(10) VIÑA BRITO, A., y otros: El azúcar y su cultura en las islas atlánticas..., op. cit., p. 39.

(11) PÉREZ VIDAL, J.: La cultura del azúcar en el levante español, Madrid, 1973, p. 57.

En la molienda de Agaete intervinieron dos personas. Juan Pérez, moledor, que cobraba a razón de 1.500 maravedíes al mes, y que trabajó los mismos tres meses y veinte días, y Martín Palomar, que no es moledor sino molinero, de lo cual parece deducirse que era quien estaba al cargo del molino de «pan» que se encontraba en las dependencias del ingenio, y no intervenía en la molienda de las cañas. El apellido Palomar no implica necesariamente ser pariente del propietario de la finca, ya que podría tratarse de un esclavo liberado a sueldo o de un sirviente, ya que en una actividad tan humilde difícilmente encontraríamos a un genovés. Cobraba el molinero 500 maravedíes al mes, aunque su intervención se redujo a dos meses y diez días.

REFINADO

El jugo se cocía en calderas de cobre hasta darle el «punto». El líquido resultante, llamado melado, se vertía en otras calderas menores, donde se volvían a cocer. Las calderas se calentaban con la combustión de leña de los alrededores, donde la hubiera. Hubo casos tan grandes de deforestación del entorno que fue necesario importar la leña para quemar de otros lugares e incluso de otras islas. Normalmente existían unas seis u ocho calderas en cada ingenio. Según el grado de cocción se conseguía mayor o menor espesor del caldo, que se pasaba a otros recipientes más pequeños, llamados peroles y tachas, donde se realizaban las demás cocciones necesarias para cada producto. Se eliminaba la suciedad con espumaderas y escumaderas, coladores y cedazos (12).

De la «casa de calderas» se pasaba a la «casa de refinar», donde el azúcar se sometía a una o dos cocciones más, que conseguía un azúcar aún más solidificado. El refinador eliminaba la suciedad que aún quedara, empleando arcilla, cal y lejía hecha con ceniza (13). Esto se realizaba tanto con el azúcar como con las mieles y remieles (14). El azúcar blanco de calidad era fruto de tres cochuras (15).

(12) RIVERO SUÁREZ, B.: El azúcar en Tenerife. 1496-1550, La Laguna, 1991, p. 119. El azúcar de una cochura, oscuro, difícil de conservar seco y poco apropiado para el transporte, se denominaba azúcar candi o azúcar xaropado, y se utilizaba para el consumo local. PÉREZ VIDAL, J.: La cultura de la caña de azúcar..., op. cit., p. 91.

(13) RIVERO SUÁREZ, B.: El azúcar en Tenerife..., op. cit., p. 121.

(14) VIÑA BRITO, A., y otros: El azúcar y su cultura en las islas atlánticas..., op. cit., p. 55.

(15) PÉREZ VIDAL, J.: La cultura del azúcar..., op. cit., p. 91.

De la «casa de refinar» se pasaba a la «casa de purgar», donde el producto final se introducía en «formas» o moldes cónicos de barro, y se «purgaba» depositando una capa de arcilla en la parte superior de las formas, dejando cuajar el azúcar hasta su cristalización. Durante la cristalización del azúcar, por un orificio situado en el vértice cónico de la forma, escapaba un líquido que se denominaba miel o melado. Esta miel que no cristalizaba se separaba del resto y se volvía a cocer una o varias veces, resultando de ello la remiel, que tuvo gran aceptación en Europa a mediados del siglo XVI (16). A pesar de ser considerado un producto de peor calidad, se exportaron a Flandes muchos barriles de remiel, y se daba por seguro que durante la travesía, el aire del mar actuaba como purificador del producto (17).

El producto final se secaba al sol en lugares acondicionados para ello denominados sollados, solanas o balcones. Una vez secos, se extraían de los moldes los denominados «panes de azúcar», que tras ser examinados por el lealdador, un inspector que les otorgaba su categoría, se embalaban con papel e hilo y se introducían para su transporte en cajas de madera (18).

(16) RIVERO SUÁREZ, B.: El azúcar en Tenerife..., op. cit., p. 122.

(17) PÉREZ VIDAL, J.: La cultura del azúcar..., op. cit., p. 98.

(18) FABRELLAS, M.L.: «La producción de azúcar en Tenerife», Revista de Historia, La Laguna, 100 (1952), p. 469.

En Agaete nos encontramos con que Juan Gonzales, el maestro de azúcar, es la persona de mayor especialización de todo el proceso, y por ello cobraba más que nadie, a razón de 30.400 maravedíes al año, o lo que es igual, 2.500 maravedíes al mes, lo que en aquel tiempo era un sueldo muy importante. Bajo su supervisión directa encontramos a los protagonistas de las distintas fases del proceso de fabricación del azúcar vistas en el párrafo anterior:

Había varios purgadores. Viçyno de Capua, mozo o ayudante del purgador bajo el mandato de Olarte, servía por 600 maravedíes mensuales. Fue sustituido por García durante el mandato de Moreno, y cobraba el doble que el anterior, 1.200 maravedíes al mes.

El tachero era Gonzales, conocido únicamente por su apellido, que trabajó dos meses y diez días, cobrando 500 maravedíes al mes. A éste le sucedió el tachero del mayordomo Moreno, llamado Alonso de Ciudad Rodrigo, que cobraba a razón de 7.000 reales al año, es decir, unos 580 maravedíes mensuales y 7.080 anuales. Trabajó durante los tres meses y veinte días. También trabajó tres meses como tachero Domingos, portugués, cobrando 600 maravedíes mensuales.

El «cozedor de mieles» de Olarte era Baltasar Denis, con seguridad de origen portugués, que cobraba 1.000 maravedíes al mes y trabajó los dos meses y diez días. Fue sustituido por Carlosico, otro cochero o cocedor, encargado de vigilar la cocción de las calderas, que cobraba a su vez 6.000 maravedíes al año, la mitad que el anterior, y su aportación se ajustó al período de tres meses y ocho días.

El calderero era Francisco Herrero, también aborigen canario, que cobraba 800 maravedíes al mes.

SERVICIOS DE ADMINISTRACIÓN Y SUPERVISIÓN

Toda la hacienda, además del ingenio, se encontraba bajo la dirección de un mayordomo, que se encargaba de los pagos, del mantenimiento de la maquinaria y del personal, así como sus sueldos. También adquiría los útiles necesarios para el funcionamiento del ingenio.

En Agaete hubo tres mayordomos en estas temporadas. Pedro de Olarte cobraba 1.500 maravedíes mensuales, lo mismo que Juan Ruvio, que sirvió durante un mes antes que él. El tercer mayordomo, Moreno, cobró por sus tres meses y veinte días 3.500 maravedíes, es decir, a razón de 1.000 reales o 955 maravedíes mensuales.

Un ayudante del mayordomo era el despensero, un tal Cristóbal, sin apellido, que cobraba 602 maravedíes al mes por controlar el abastecimiento del personal de la hacienda.

Podemos conocer la valoración que se hacía de cada especialista en función del sueldo que cobraba, como vemos en la tabla 1.

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Mariano Gambín García

sábado, 28 de junio de 2014

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ESPECIALISTAS Y TRABAJADORES EN EL INGENIO DE AZÚCAR DE AGAETE (1503-1504) (I)

La explotación económica del azúcar canario se produjo en los primeros años del siglo XVI a través de un doble proceso. Por un lado, mediante la cosecha de la materia prima, la caña de azúcar, que era sometida a un costoso y cuidado proceso de elaboración para conseguir el producto final, el azúcar y sus derivados. Por otro lado, y no menos importante, la comercialización del producto a través de la exportación a los mercados europeos, ya fueran peninsulares, italianos y flamencos, que fueron los principales demandantes.

La elaboración del azúcar a gran escala exigía una compleja infraestructura que no estaba al alcance de todos. El denominado «ingenio» de fabricación de azúcar, tal como dice su propio nombre, era una de las industrias más avanzadas tecnológicamente en estos años del tránsito de la Edad Media a la Moderna. La complejidad venía dada por los diferentes y necesarios pasos que exigía el azúcar para su elaboración. Cada etapa del proceso productivo exigía un especialista propio, una maquinaria o utensilios singulares e incluso unos espacios y construcciones individualizados, llamados «casas», donde realizarlo. Además del molino de cañas en sí mismo, que recibía la denominación de «casas de prensas de madera» o «casas del ingenio», estaba el horno o «casas de calderas», que era donde se cocía el melado o líquido resultante de la molienda y se colocaba en las formas. A continuación otra estancia recibía el nombre de «casas de purgar», que es donde se colocaban las formas hasta que cristalizaba el azúcar contenido en su interior.

El contrato de la venta del heredamiento que el primer propietario, Alonso Fernández de Lugo, concertó con el mercader genovés Francisco Palomar en 1494 contiene una buena descripción del primer ingenio de Agaete:

Un yngenio de moler cañas de açucar con todos sus aparejos de calderas e tachas e cobre, formas, casa de purgar, casas del yngenio e de calderas, con un molino de moler pan e con todo lo a ello anexo e pertenesçiente que oy dia tengo e poseo e me pertenesçe en el valle de Agayete, que es en esta ysla de la Gran Canaria; e con todas las tierras puestas de cañas e çercadas e con todas las por poner e çercar que yo he e tengo e me pertenesçen e pertenesçer pueden en qualquier manera que sea en el dicho valle de Agaete con su agua a todo ello pertenesçiente. Al qual dicho yngenio con todos sus aparejos de calderas, tachas, cobre, formas, casas de purgar, casas del yngenio e de calderas e molino de moler pan e tierras puestas de cañas, çercadas e tierras por poner e por çercar con su agua a ello pertenesçiente como dicho es, vos vendo con todas sus entradas e salidas, usos e costunbres e pertenençias quantas han e tiene e pertenesçen e pertenesçer pueden e ovieren o tovieren e les pertenesçieren de aquí adelante (1).

Una fuente inédita hasta ahora es la base en que nos apoyamos para este estudio, y los resultados del mismo pueden ser importantes para la comparación con los de otros investigadores. El documento singular que hemos manejado es un cuaderno contable que denominamos las Cuentas del ingenio de Agaete, correspondientes a la temporada 1503 a 1504 (2). Se trata de una carta de fe, un documento público de carácter judicial, copia del original, que quedó inserto en el expediente incoado por el acalde mayor de Gran Canaria Juan Guerra a instancias del Consejo Real. La causa que lo originó fue el secuestro judicial de la hacienda por la Corona, como consecuencia de la ejecución de una sentencia que condenaba al propietario Francisco Palomar a la pérdida de todos sus bienes en Castilla, y que pasó en 1504 a ser propiedad de los monarcas.

De las múltiples noticias que aportan estas Cuentas, nos vamos a centrar en este trabajo en el personal que prestó sus servicios en el ingenio grancanario aquella temporada (3).

Las personas que trabajaban en el molino eran, por un lado, trabajadores libres a sueldo y por temporada, y por otro lado, esclavos, que eran tanto propios del dueño de la hacienda como de alquiler. El lugar de origen de los trabajadores libres no queda bien establecido en todos los casos; una gran cantidad, sobre todo los especialistas en algunas de las fases de elaboración del azúcar, eran portugueses. Llama la atención la presencia de aborígenes canarios en las tareas de fabricación del azúcar, algo que no se había documentado claramente hasta la fecha y que en las páginas que siguen detallaremos.

Dividimos el personal en dos grandes grupos: por un lado, el personal cualificado que intervino en la elaboración del azúcar, y por otro, el personal exterior a la hacienda, es decir, esclavos alquilados. A continuación veremos la información extraída de los apuntes contables de los gastos que les afectaban directamente (4).

(1) Archivo General de Simancas, Registro General del Sello, 1496 Febrero 28. Tortosa.

(2) Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, Pueblos, legajo 8, núm. 354.

(3) Para más detalles, véase GAMBÍN GARCÍA, M.: El ingenio de Agaete. Oro dulce en Gran Canaria a comienzos del siglo XVI, Santa Cruz de Tenerife, 2007.

(4) Es de destacar un estudio reciente sobre la organización del personal de los ingenios en Canarias en esta época realizado por VIÑA BRITO, A.: «La organización social del trabajo en los ingenios azucareros canarios (siglos XV-XVI)», En la España Medieval, 29 (2006), pp. 359-381.

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Mariano Gambín García

viernes, 27 de junio de 2014

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UNA VISIÓN DE LAS ISLAS AFORTUNADAS, A PARTIR DE LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS (IV)

4. MEDIO MARINO

En los yacimientos arqueológicos canarios, entre los detritus domésticos, además de semillas y huesos, abundan los restos malacológicos e ictiológicos. En general, los restos malacológicos son más abundantes y están mejor representados que los restos ictiológicos. Este hecho responde, sin duda, a las prácticas económico-culturales de estos grupos humanos. Pero también que los métodos de recogida, que han sido y en algunos casos, siguen siendo inadecuados. En general podemos afirmar que los habitantes precoloniales consumían todo tipo de lapas: Patella crenata, Patella ullyssiponensis aspera, Patella piperata, Patella candei; y burgados (Monodonta atrata) y Thais haemastoma, y otros en menor medida. Actualmente Patella candei está extinta. El pescado que aparece mejor representado es la vieja, Sparisoma cretense; seguido de la morena, Muraena sp. (Muraena helena, Muraena augusti); Epinephelus guaza, Mycteropera rubra, Serranus atricauda, Bops bops, Diplodus sargus cadenati, Diplodus vulgaris., Dentex sp., Pragus pragus, Sarpa salpa y Pseudolepidaplois scrofa. En la isla de Gran Canaria se ha identificado además Sardina pilchardus (sardina), Engraulis encrasicolus (longorón) y Scomber japonicus (caballa). La presencia de estas especies en los yacimientos grancanarios está en concordancia con la mayor complejidad social, porque la captura de estos peces requiere el uso de redes (Rodríguez, 1996). De otra parte, los análisis muestran pequeñas variaciones en el consumo de productos marinos (Arco, 1985; Galván et al., 1999, Navarro & Martín, 1987). Estas variaciones en algunos casos se han explicado como la respuesta a momentos de crisis o stress causados por un aumento poblacional, y se han relacionado con un descenso de los recursos terrestres (agrícolas y productos cárnicos). Esta presunción no ha podido ser corroborada por los estudios realizados sobre la ictio-fauna (Rodríguez, ob. cit.). Aunque la presencia en los yacimientos arqueológicos de especies actualmente raras en las costas del Archipiélago, como Dentex canariensis en los niveles históricos y precoloniales de Los Caserones, una especie que hoy sólo se encuentra en las aguas próximas a las costas africanas, junto con la variación de talla (la longitud) de Sparisoma cretensis en este yacimiento, en La Puntilla (Mogán), La Fuente y Nifa (Tenerife) y el aumento de moluscos pueden estar indicándonos que la selección de un recurso, que en algunos casos aseguró la subsistencia del grupo humano (4), y la presión ejercida sobre el Medio marino, pudieron causar variaciones de talla, reducción del número de individuos, etc. La cueva de Villaverde nos presenta el único caso de extinción marina, se trata de Monaches cf. monachus: la foca monje; una especie frecuente en las aguas canarias hasta, al menos, el siglo XV. En resumen, los habitantes precoloniales exploraron el Medio terrestre y el Medio marino. La localización de los yacimientos «condiciona» las relaciones existentes entre los hombres y el Medio; y el desarrollo técnico pudó incidir en la biodiversidad.

(4) En Fuerteventura la pesca fue un recurso importante; mientras que en Gran Canaria los altos valores de barium sugieren que la dieta se basaba en los productos vegetales (agrícolas); excepto entre los habitantes del litoral (González-Reimers et al., 2001). En la isla de Tenerife, si exceptuamos en el NW de la isla (Buenavista del Norte y Santiago del Teide), donde los recursos marinos desempeñaron un papel esencial en la dieta, los estudios biantropológicos muestran que los habitantes precoloniales del Norte consumían más productos vegetales que los del Sur; en esa vertiente el consumo de carne y leche, parece, era más importante.

5. OTROS INDICADORES: LOS SUELOS

En Lanzarote en el yacimiento el Bebedero, entre el estrato IV (siglo III BC.) y el estrato III (siglo XIV), se registra un incremento en la talla de los granos seguida de un aumento de carbonatos y de óxido fosfórico, que indican la degradación del suelo. El pastoreo intensivo aparece como el factor más importante en este proceso (Martín et al., 1998).

En Gran Canaria el yacimiento de Cendro muestra una importante fase de erosión del suelo. Este episodio ha sido explicado, igualmente, como la consecuencia de la intensificación de las actividades agrícolas y el pastoreo.

6. DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN

Los restos arqueológicos muestran que la introducción de plantas y animales y las actividades humanes causaron cambios en la diversidad vegetal y animal nativa del Archipiélago canario. Estos cambios parecen haber sido más importantes entre los siglos IX-XIV de nuestra Era, que en los primeros momentos de la colonización (300 BP.). En ese período asistimos a la regresión del bosque termófilo en las islas occidentales y a la desaparición de las especies arbóreas en la isla de Fuerteventura. La escala del impacto antrópico sobre el medio terrestre (vegetal) es más o menos intenso, dependiendo de los factores humanos y naturales. En las islas oceánicas, donde existe una mayor diversidad natural, donde la agricultura desempeña un rol económico importante, y donde parece existir cierto «control» de la cabaña ganadera, el impacto humano en el Medio terrestre es débil. Aunque la introducción de plantas cultivadas y la invasión de malas hierbas, sin duda, tuvo que tener consecuencias en la flora nativa (mutaciones, hibridaciones, reducciones, extinciones, etc.). En Lanzarote y Fuerteventura, donde no parece haberse practicado la agricultura y donde buena parte del ganado no estaba bajo control (ganado salvaje o guanil), la recolección vegetal, la explotación del combustible y el pastoreo (60.000 cabras en el siglo XIV), junto con la introducción a finales del siglo XIV de Mus musculus condujó a la deforestación de la isla. Al mismo tiempo, algunos animales pequeños y algunas aves marinas acabaron por extinguirse. Las islas son espacios especialmente vulnerables, donde la extinción de especies animales y vegetales suele ocurrir después de la colonización humana, y en una escala de tiempo corta (Sadler, 1999). Los casos más recientes los tenemos en el Parque Nacional de Caldera de Taburiente (La Palma). La introducción del arruí (Ammotragus lervia), en 1972, ha conducido, treinta años después, a la extinción de Helianthemum cirae (Rodríguez & Rodríguez, 1990). Nos sorprende que en 2.000 años de ocupación precolonial sólo se reconozcan algunos casos de extinción animal y ningún caso de extinción vegetal. Es evidente que después de la Conquista castellana es muy difícil evaluar los cambios que pudieron tener lugar en el pasado, porque éstos pueden aparecer «borrados» y/o «desfigurados» por el impacto de la colonización. Aún más, si en estos cambios intervienen factores humanos y naturales, como un deterioro climático (5). Este trabajo pretende abrir nuevas vías de investigación, porque sólo en la realización de un proyecto interdisciplinar encontraremos las bases científicas que permitan desmitificar un mito que persiste, el de unas islas Las Afortunadas.

(5) En los niveles más recientes de la cueva de Las Palomas y en el nivel Ib de la vecina cueva de Don Gaspar (Icod de Los Vinos) se detectó un nivel de limos que se explica como la consecuencia de un período de fuertes lluvias torrenciales, éste provocó un fenómeno de arroyadas que trasportaron el material desde la parte alta de la ladera e hicieron estos espacios inhabitables a partir del siglo XVI (Arco,1985). En este período la Pequeña Edad Glacial se caracteriza en Europa por lluvias torrenciales que siguen a períodos áridos (Zumbuhl, H.J. & Holzhaver, H. 1988).



María del Carmen Machado Yanes

jueves, 26 de junio de 2014

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UNA VISIÓN DE LAS ISLAS AFORTUNADAS, A PARTIR DE LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS (III)

3. LA FAUNA

La introducción de animales (perros, gatos, cabras, ovejas y cochinos) alteró y complicó las relaciones existentes en la cadena trófica y pudo causar importantes cambios en especies que compartían un mismo nicho ecológico. En este proceso, algunas especies de animales nativas del Archipiélago, como los lagartos gigantes (Gallotia goliath y Gallotia stehlini) y las ratas gigantes (Canaryomis bravoi y Canariomys tamarani) (Bravo, 1953; López & López, 1987) fueron extintas; y otras como Gallotia simonyi gomerana retroceden y sobreviven en roques de difícil acceso, como especie relictual (Nogales et al., 2001). De otra parte, la introducción de mamíferos depredadores como Felis catus pudó ser uno de los factores principales de la extinción de aves y de lagartos gigantes.

En Lanzarote, en el yacimiento el Bebedero, «la lisa» (Chalcides simonyl) aparece en el estrato V; y en Fuerteventura, en la cueva de Villaverde, Malpaisomys insularis, un pequeño roedor que vivía en los malpaíses, está presente en el estrato V y en la base del estrato IV (Martín et al., 1998). La extinción de esta especie coincide con la introducción de Mus musculus, el ratón común. Aunque se han planteado varias hipótesis para explicar la extinción de Malpaisomys insularis: cambio climático, competición e impacto humano en la vegetación, competición interespecífica (Boyer et al., 1992 in Debat, 2000), ninguna parece concluyente. Sin embargo, se puede concebir que Malpaisomys pudo sufrir las consecuencias de la competición con el ratón común, que es una especie extremadamente prolífica y tiene un gran efecto colonizador (Auffray et al., 1990 in Debat, 2000). De otra parte, sabemos que la extinción fue precedida por «a detectable impairment of developmental homeostasis. A rapid increase in morphological heritable variation could then be environmentally induced. The extinction could thus appear to be caused by an impairment of developmental homeostasis due to external or internal stress» (Debat, 2000). En nuestra opinión, la introducción de Mus musculus pudo ser una de las principales causas del stress que causó la extinción del ratón del malpaís; y ser una de las causas de la desaparición de las especies arbóreas. Este roedor pudo provocar la destrucción de semillas y obstaculizar la regeneración de los árboles, como apuntan los datos antracológicos de la cueva de Villaverde, donde también aparecieron algunos restos óseos de aves hoy extintas. En consecuencia podemos plantear que los habitantes de Villaverde practicaron la caza, y que esta actividad pudo originar la extinción de aves. En Fuerteventura se conocen varios casos de aves extintas: Puffinus olsoni, Coturnix gomerae en yacimientos arqueológicos y Halineetus sp. y Accipritide en yacimientos paleontológicos (Rando, 1995).

En Gran Canaria sólo se conoce un caso de extinción animal, se trata de una rata gigante, Canariomys tamarani. La presencia de restos óseos de esta especie en algunos yacimientos confirma su existencia durante el período precolonial, aunque se desconoce con exactitud la fecha en que esta especie fue extinta y si fue consumida por el hombre. No parece ser el caso de Gallotia sthelini (un lagarto gigante). Esta especie ha sido descubierta en los yacimientos arqueológicos de S. Anton (Agüimes) (Beta- SA99D2 XI: 920+/-70BP. =1030 AD y SA99DI IX: 750+/-50BP. = 1180 AD. (Alberto & Velasco, 2003); y Roque de Chimirique (Tejeda) 600 AD.-680 AD a 1025AD-1255 AD. (Martín et al., 2003). En el Lomo de Granados (S. Nicolás de Tolentino) 110-560 AD los restos óseos de Gallotia sthelini representan el 61,33% del total de huesos presentes en el yacimiento (Martín, 1992-93). Sin embargo, la presencia de esta especie en el yacimiento arqueológico responde a una causa natural.

En Tenerife Gallotia goliath ha sido identificada en la cueva de la Arena (Acosta & Pellicer, 1976). En este yacimiento los restos óseos aparecieron de forma abundante en el estrato más antiguo y están ausentes en el más reciente. Este cambio sugirió a los autores que estos lagartos fueron cazados y consumidos por los habitantes de la cueva, siendo ésta la causa principal de la extinción. Esta hipótesis ha podido ser confirmada, en la década de los noventa del pasado siglo, en los yacimientos de Las Estacas I (nivel XI: : 2210+-60 BP. Beta 127932; IV-II a.C.), Las Fuentes, Arenas-3 y Arenas-1 (Buenavista del Norte) (Galván et al., 1999a), donde aparecieron restos óseos con huellas de haber sido consumidos por el hombre. En Arenas-1 también aparecieron restos de Canaryomis bravoi (Alberto, 1998), una rata gigante de apetencias omnívoras y arborícola. Aunque desconocemos con exactitud la fecha de la extinción, de acuerdo con los datos del yacimiento de La Fuente se puede suponer que ésta tuvo lugar entre el siglo XII y el siglo XIII A.D. (Soler et al., 1991); (Beta-127869: 730+/-60 BP./730+-90 BP.). Lapsus temporal que coíncide con la regresión del bosque termófilo (Galván et al., 1999a; Machado, 1999), que era la formación arbórea más cercana al yacimiento.

En La Gomera sólo se conoce un caso probable de extinción, se trata de un ave, Coturnix gomerae, cuyos restos han aparecido en yacimientos paleontológicos. En 1999 seis individuos de Gallotia simonyi gomerana, una especie que hasta ese momento se consideraba extinta, fueron redescubiertos en los Roques de Mérica (Valle Gran Rey). Hoy existen 41 individuos.

En La Palma, en el Roque de Los Guerra (Mazo), aparecieron restos de Gallotia goliath en el nivel V (I milenio a.C.) y no en los niveles IV-I (siglo XIV AD.) (Navarro et al., 1999). Y en el yacimiento del Tendal (Los Sauces) se reconocen varíos casos de aves hoy extintas (Rando et al., 1996).

Finalmente, en la isla de El Hierro han sido descubiertos dos casos de extinción de aves en el yacimiento arqueológico de Juaclos-Guinea: Columba junoniae y Coturnix gomerae, además de un lagarto gigante: Gallotia simony (Martín et al., 1985-87). El reciente descubrimiento de dos pájaros fósiles, un Petrel (Pterodroma sp. ) y un «halcón» (Accipiter gentilis) en la Cueva el Curascán, un tubo volcánico localizado en el NE de la isla, ha sugerido que pueden existir otros casos de extinción animal asociados a la colonización humana (Rando, 2002).

En resumen, los datos arqueológicos nos sugieren que la introducción por los habitantes precoloniales de gatos, perros, cabras, ovejas y cochinos, y la actividad de caza pudieron provocar la reducción y/o extinción de la fauna nativa (Cuadro 3). También cambios en la vegetación y, quizás, la extinción de algunas plantas.
CUADRO 3: Yacimientos arqueológicos donde se han localizado restos óseos de animales y cronología.
Abreviaturas utilizadas:
FAUNA NATIVA TERRESTRE.
Cab: Canariomys bravoi; Chs.: Chalcides simonyl; Ea: Erinaceus algirus; G: Gallotia sp.; Gg.: Gallotia golliath; Gst.: Gallotia sthelini; Ggc.: Gallotia galloti caesaris; Gs: Gallotia symoni; Gss: Gallotia symoni symoni; Ma.: Malpaisomys insularis; Mm.: Mus musculus; Ta: Tarentola sp.; Tad: Tarantola delandii; gR.: Rata gigante.
FAUNA INTRODUCIDA (MAMÍFEROS DOMÉSTICOS), PERÍODO PRECOLONIAL.
C.: Capra hircus; O.: Ovis aries; OC: Ovidae-Capridae; S.: Sus doméstica + Sus Scrofa; Can: Canis sp.; Can f.: Canis familiaris; F: Felis sp.; Fm.: Felis margarida.
FAUNA INTRODUCIDA, PERÍODO HISTÓRICO.
Bt.: Bos taurus; Eq.a: Equus asinus; Fc.: Felis catus; Oc: Oryctolagus cuniculus; R.: Rattus rattus.
FAUNA MARINA.
Mm: Monachus cf. monachus, T: Tortuga. Aves: Bo: Burhinus oedicnemus; C.: Colomba sp.; Cb: Columba bollii; Cg: Coturnix gomerae; Cc: Corvus corax; Po: Puffinus olsoni.

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María del Carmen Machado Yanes

miércoles, 25 de junio de 2014

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UNA VISIÓN DE LAS ISLAS AFORTUNADAS, A PARTIR DE LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS (II)

2. EL MEDIO TERRESTRE. LOS RECURSOS VEGETALES A PARTIR DE LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS: LOS CARBONES

El análisis de más de 36. 000 fragmentos de carbón arqueológicos suponen el avance más destacado referido al estudio de las evidencias arqueobotánicas en Canarias. Nuestros resultados ofrecen un corpus de datos paleobotánicos y arqueobotánicos que nos permiten interpretar la prehistoria de Canarias con un enfoque diacrónico.

Las muestras proceden de las islas de Fuerteventura: cueva de Villaverde; de Gran Canaria: de los poblados El Burrero y La Puntilla; de la cueva de La Cerera (Arucas); del yacimiento el Tejar (Santa Brígida); y de un sondeo realizado en la mina de Hogarzales (S. Nicolás de Tolentino). En Tenerife hemos analizado 15 yacimientos de hábitat; 10 en cueva: Las Palomas, Don Gaspar, la cueva núm. 3 y Los Guanches 2 (Icod de Los Vinos), Las Fuentes, Arenas-3 y Las Estacas (Buenavista del Norte), Los Cabezazos, Higuera Cota (Tegueste); Los Barros 2 (La Orotava). Dos necrópolis: Los Guanches-1 (Icod), Arenas-1 (Buenavista del Norte); un poblado de cabañas estacional: Chafarí (Las Cañadas del Teide); y la cueva de Achbinico (Candelaria). En La Palma: El Tendal, La Zarza y una muestra del Roque de Los Guerra (Mazo). En La Gomera hemos estudiado muestras de los conjuntos arqueológicos Lomo de Piquillo y Altos de Garajonay; y de la cueva funeraria de Vallehermoso. En la isla de El Hierro: Juaclos, Guinea y la necrópolis La montaña de La Lajura. El antraco-análisis nos ha permitido identificar un amplio repertorio florístico. Las especies vegetales que se han utilizado con mayor frecuencia como combustible son: Erica arborea, Ilex canariensis, Pinus canariensis, Visnea mocanera, Myrica faya, Arbutus canariensis y Juniperus turbinata ssp. canariensis. Además de arbustos: Cistus monspeliensis, Salvia ssp. Spartocytisus supranubius, Adenocarpus, Euphorbia sp., Rumex lunaria, Lycium sp., Chenopodium sp., monocotilédoneas (cf. Phoenix canariensis); raíces y rizomas de helechos, tales como Pteridium aquilinum (Cuadro 1 a y b). Pero, sobre todo, el análisis antracológico nos muestra la existencia de cambios en el paisaje vegetal.

En Fuerteventura el análisis de los carbones procedentes de la cueva de Villaverde nos ha permitido identificar Olea europaea, Pinus canariensis, Arbutus canariensis, Visnea mocanera, Laurus azorica y Persea indica, entre los siglos III a VII A.D. Las frecuencias relativas de estos taxones comienzan a disminuir progresivamente a partir del siglo IX, para acabar desapareciendo en los siglos XI-XIII A.D.; en favor de los pequeños arbustos tipo Chenopodium sp. y Lycium intrincatum (Machado 1996).
Cuadro 1: Especies vegetales identificadas por el análisis antracológico. La distribución de las especies en distintos pisos bioclimáticos es sólo orientativa.
** Especie introducida durante el período pre-hispánico
*** Especie introducida durante el período histórico.

Cuadro 1: Especies vegetales identificadas por el análisis antracológico. La distribución de las especies en distintos pisos bioclimáticos es sólo orientativa.
** Especie introducida durante el período pre-hispánico
*** Especie introducida durante el período histórico.

En Gran Canaria, el análisis antracológico del poblado costero El Burrero (Ingenio), donde la vegetación local se caracteriza por la presencia de Zygophyllum fontanesii y por una comunidad vegetal de sustitución donde están presentes Plocama pendula, Kleinia neriifolia y Euphorbia balsamifera, muestra la existencia de taxones arbóreos como Pinus canariensis, Salix canariensis, Picconia excelsa y Rhamnus glandulosa entre 1560+/-80BP. Cal AD 340/650 (Beta-157277) y 1010+/-40BP., Cal AD. 980 o 1100/1140 (Beta- 157276). En el yacimiento de Los Melones (Telde), poblado también costero, fechado entre Cal AD 1300 a Cal AD 1430 (Beta-177041), el análisis muestra Pinus canariensis, Salix canariensis, Olea europaea, Visnea mocanera, Cistus sp., Hypericum canariensis, Arbutus canariensis, Erica arborea y Ficus carica. La presencia de la higuera nos sugiere un cambio substancial del territorio cercano al yacimiento, como consecuencia del desarrollo agrícola. En ambos yacimientos el impacto de las actividades humanas parece ser progresivo y haber llevado al hombre a recoger la leña entre los pisos termocanario seco al mesocanario seco. En el yacimiento de La Cerera (Arucas), a 280 m. de altitud, Pinus canariensis es la especie dominante. Actualmente, el pino canario se localiza en el norte de Gran Canaria, a partir de 1.000/1.400 m. de altitud. Finalmente, en las minas de Hogarzales identificamos Erica arborea, Ilex canariensis, Arbutus canariensis y Pinus canariensis en 1010 Cal AD. Actualmente, estas especies no existen en la zona.

En Tenerife el análisis antracológico en distintos yacimientos localizados en la vertiente Norte y NW de la isla (la cueva de Las Palomas y Don Gaspar, Las Fuentes y Arenas-3) nos ha permitido reconocer las áreas de recogida de la leña, y observar cambios a lo largo de la secuencia arqueológica. Los cambios parecen estar ligados al desarrollo e intensidad de las actividades económicas, fundamentalmente de la agricultura y el pastoreo. En las fases iniciales (siglo III B.C.) la leña se recogió en el territorio inmediato, en el piso termocanario seco; y al final, entre los siglos XII y XV de nuestra Era, en el monteverde (Machado et al. 1997, Machado & Ourcival, 1998). En Las Cañadas del Teide, el estudio de una muestra de carbones procedentes del yacimiento de Chafarí nos permitió constatar que en el espacio de dos siglos, entre el siglo XIII y el XV A.D., las especies arbóreas Pinus canariensis y Juniperus cedrus desaparecen del espectro antracológico, en favor de arbustos como Spartocytisus supranubius, Chamaecytisus proliferus y Adenocarpus sp. (Machado & Galván, 1998).

En la isla de La Gomera el análisis del combustible utilizado en las aras de sacrificio del Lomo de Piquillo y Alto de Garajonay nos ha permitido identificar un conjunto florístico diversificado, en el que reconocemos Pinus canariensis, Juniperus turbinata ssp. canariensis, Arbutus canariensis, Picconia excelsa, Olea ssp., y cf. Lycium intrincatum. El pino canario es una especie rara en la isla y se considera una introducción reciente.

En la isla de La Palma el estudio de los carbones procedentes del área B del yacimiento El Tendal (Los Sauces) nos ha permitido observar un cambio del territorio de explotación económica. En el estrato VI o más antiguo, entre el I siglo B.C. (500 av. JC. fecha no calibrada ) Erica arborea, Ilex canariensis y Myrica faya son abundantes. Mientras que en los niveles más recientes, siglo VII AD., las especies dominantes son Laurus azorica y Persea indica (Machado, 1995). En el Caboco de La Zarza, entre los siglos XI AD.-XV AD. , predominan Pinus canariensis, Erica arborea y Myrica faya. El fayal-brezal parece estar presente y formar parte de la vegetación local (Machado & Martín, 2000).

Finalmente, en la isla de El Hierro el análisis del combustible utilizado en los conjuntos habitacionales Guinea-Juaclos, yacimientos que se localizan en El Golfo, a 80 m. de altitud y que fueron ocupados, al menos, entre los siglos IV y el XIV (Jiménez, 1993), nos revela la existencia de Pinus canariensis y Juniperus turbinata ssp. canariensis. Pinus canariensis no se localiza en la vertiente septentrional de la isla y Juniperus turbinata ssp. canariensis no forma parte actualmente de la vegetación local (Machado, 2000). De otra parte, en la necrópolis La Lajura, yacimiento que se localiza entre los municipios de El Pinar y La Restinga, con una cronología entre 1740+/-60BP, cal AD 135 a 425 (Beta-128884) y 1120+/-40BP , cal AD 690 a 895 (Beta-128883), hemos identificado Pinus canariensis, Erica arborea, Myrica faya, Laurus sp., Picconia excelsa, Arbutus canariensis, Visnea mocanera, Olea europaea ssp. y Phoenix canariensis. Además de Spartocytisus filipes/Retama raetans, Plantago sp., Euphorbia sp., leguminosas y rizomas de helechos. El análisis de un pequeño fragmento de una vasija en madera nos permitió reconocer Salix canariensis. Un taxon que hoy es raro en la isla.

En resumen, el análisis antracológico nos ha permitido reconocer los diferentes ecosistemas existentes en el Archipiélago, y el territorio de explotación del combustible. Las áreas de recogida de la leña, en general, se localizan entre 0-2 km. de distancia de los yacimientos y raramente a más de 5 km. En este espacio geográfico encontraban todos los vegetales que podían utilizarse como combustible, árboles, árboles frutales y también raíces y rizomas (Cuadro 1).

LAS SEMILLAS

Los primeros habitantes trajeron con ellos las primeras plantas cultivadas y las primeras plantas adventicias. Los restos de cebada (Hordeum vulgare) han aparecido en todas las islas, excepto en Lanzarote y Fuerteventura (Morales, 2002). El trigo (Triticum aestivum/durum) se cultivó en Gran Canaria, Tenerife y La Palma. Las habas (Vicia faba) en la isla de Tenerife y en La Palma; mientras que las lentejas (Lens culinaris) sólo se han identificado en las islas de Gran Canaria y La Palma (Morales et al., 2001; Morales 2003, 2004). En esta última isla también se han identificado restos de Lathyrus cicera/satirus en el yacimiento el Tendal (Los Sauces), (Martín, 1992). Pisum sp. y la Avena sp. han sido identificados en el complejo arqueológico de Don Gaspar (Tenerife) (Arco et al., 1990; Arco et al., 2000). El análisis carpológico realizado por M. Hopf en este conjunto puso en evidencia que las frecuencias relativas de H. vulgare eran más importantes que las alcanzadas por T. aestivum/durum. En los niveles más antiguos del yacimiento de Don Gaspar (siglo III d.C.) se identificaron semillas de T. aestivum/durum y Vicia fava; mientras que en los más recientes (V/XI siglos) no aparecen (Arco et al., 1990 y 2000). Ficus carica ha podido ser identificada por el análisis antracológico y carpológico. La higuera está presente en Gran Canaria y en Tenerife (Machado et ali., 1997; Fontugne et ali., 1999; Morales, 2003). La vid (cf. Vitis vinifera) por el carbón en la isla Tenerife (Machado, 1994; Arco et al., 2000) y en Gran Canaria (Machado, inédito). Por otra parte, la presencia en la isla de La Palma de semillas procedentes de plantas cultivadas junto a semillas de plantas adventicias, como Emex spinosa, Sillene gallica, Amaranthus sp., Solanum nigrum y Gallium aparine (Morales, 2004), y también de Gallium aparine en las islas de El Hierro y La Gomera (Morales, comunicación personal), muestran que durante el período precolonial habían tenido lugar importantes cambios en el paisaje. De 34 taxones identificados por las semillas sólo 14 pertenecen a plantas autóctonas, el resto llegó con el hombre (cereales, leguminosas, árboles frutales y plantas ruderales) (Cuadro 2). La presencia de «malas hierbas» (hierbas y pequeños arbustos), que son extremadamente prolíficas, aparece conjuntamente con la agricultura. Estas plantas modifican la biodiversidad y conducen a cambios ecológicos; la competición entre las plantas nativas y las recién llegadas puede producir cambios que conducen a la extinción. La flora de las islas Hawai es una muestra de este fenómeno. En ese sentido, nos sorprende que para las Islas Canarias y para ese período no se conozca ningún caso de extinción vegetal. Aunque algunos autores señalan que, sin duda, existieron algunos casos entre las plantas de alta montaña (Aguilera et al., 1994). En nuestra opinión, la introducción de «alien plants» en Gran Canaria y Tenerife, dos islas donde el desarrollo agrícola fue importante (presencia de silos y de sistemas de irrigación), pudo estimular el crecimiento y la variabilidad de las especies. En el yacimiento de Don Gaspar (Tenerife) la identificación de Vicia faba para Jiménez es discutible, porque esta semilla, según el autor, pudó proceder de una especie nativa (Jiménez in Arco et al., 2000); aunque, C. del Arco (Arco, ob. cit.) insiste en que se trata de la especie cultivada y no hay dudas sobre la identificación. Sin embargo, la presencia en este yacimiento de Pisum sp. (en el nivel III) y Lathyrus ssp. (en los niveles III-I) nos permite pensar que quizás la hipótesis expuesta por Jiménez puede ser válida en otros casos. Finalmente, la hibridación entre plantas invasoras con especies nativas puede causar a largo plazo la extinción. Actualmente en Canarias, existen dos casos especialmente vulnerables, nos referimos a Arbutus canariensis y Senecio teneriffae (Levin et al.,1996).
CUADRO 2: Semillas identificadas en contextos arqueológicos, con referencia a la isla. Dracaena drago por el antraco-análisis en Los Guanches-2 y Vitis vinifera en la cueva de Don Gaspar (Icod de Los Vinos, Tenerife) (Arco et al., 2000). Los restos de madera carbonizada de Ficus carica han aparecido en el Lomo de los Melones, La Cerera (Gran Canaria) y en el conjunto arqueológico de Don Gaspar (Icod de Los Vinos, Tenerife). Las semillas, en El Lomo de Los Melones, La cueva Pintada, S. Antón y La Cerera (Gran Canaria). No se han identificado plantas adventicias entre las muestras estudiadas de la isla de Tenerife. (** desconocemos si estos taxones son introducidos o formaron parte de la vegetación nativa.)

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María del Carmen Machado Yanes

martes, 24 de junio de 2014

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UNA VISIÓN DE LAS ISLAS AFORTUNADAS, A PARTIR DE LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS (I)

1. INTRODUCCIÓN

Las Islas Canarias son descritas por los griegos como «Los Campos Elíseos»; morada de los dioses y por los romanos como «Las Islas Afortunadas». Una tierra buena y fértil, que, sin ser arada ni sembrada, produce frutos abundantes y gustosos que valen para comer sin necesidad de trabajar; El aire es inofensivo y las estaciones del año varían muy poco. (Plutarco, año 81-82 de nuestra Era, in Cabrera 1988:153). Esta percepción ha perdurado hasta fechas recientes. Para muchos autores, la población precolonial vivía en equilibrio con el Medio (1); olvidándose con cierta facilidad que la llegada del hombre a una isla (un espacio territorial aislado y restringido) representa un importante cambio en los ecosistemas, que puede provocar, en algunos casos, la extinción de las especies animales y vegetales. Para estos autores el auténtico cambio en las Islas tuvo lugar a raíz de la Conquista europea, empresa promovida por la Corona de Castilla a finales del siglo XV. La incorporación de las Islas a la Historia Moderna implicó su incorporación al sistema económico cultural europeo y ocasionó profundos cambios en el paisaje. Nuestro propósito no es minimizar y, aún menos, negar las consecuencias nefastas que tuvo la Conquista en la diversidad natural de las Islas, sino mostrar que los cambios medioambientales comenzaron durante el período precolonial, como muestran los restos arqueológicos y los primeros datos geomorfológicos.

(1) «La información facilitada por las fuentes y la arqueología señala la existencia de unas relaciones de adaptación y dependencia de los sistemas primarios de explotación y producción guanches —ganadería, agricultura, recolección— respecto de la laurisilva». (García,1989: 35). «La explotación propiciada por el hombre prehistórico no parece haber sido intensiva, ésta sí se produjo a partir del proceso de Conquista... estamos ante una prehistoria reciente, no pareciendo que se hayan generado sustanciales cambios en la flora autóctona canaria». (Arco, 1993: 16). El impacto de la población precolonial en el Medio vegetal se reduce a la introducción de cabras y cochinos (Machado, A. 2002; Machado et al., 2004).

El Archipiélago canario se sitúa en el Océano Atlántico, a 28° latitud norte y a sólo 100 km. del NW de la costa africana; tiene una superficie 7.447 km² y está formado por 7 islas y 5 islotes. Las islas se formaron hace 20 millones de años y tienen un origen volcánico. La isla más antigua es Fuerteventura con 20 Ma y la más reciente El Hierro. Desde un punto de vista bioclimático y topográfico, las islas se separan en dos grupos. Las islas orientales: Fuerteventura y Lanzarote, con altitudes comprendidas entre 670 m. y 807 m.; y de otra parte, las islas oceánicas: Gran Canaria, Tenerife, La Gomera, La Palma y El Hierro, con altitudes que van desde los 1.501 m. El Hierro a 3.718 m. Tenerife.

Bioclimáticamente, el Archipiélago recibe la influencia de la corriente del Golfo, del anticiclón de las Azores, que aporta vientos frescos y húmedos (los alisios) y de vientos secos que llegan del continente africano. Los alisios del NE, que llegan a las Islas cargados de humedad y se encuentran, entre 500 y 1.500 m. de altitud, con una barrera orográfica infranqueable, que da origen al mar de nubes y posibilita el desarrollo de los bosques. Estos factores favorecieron los mecanismos de colonización y de diversidad ecológica. El Archipiélago canario cuenta con 1.950 plantas vasculares, 1.270 autóctonas, de ellas 570 endemismos insulares y 670 introducidas (Kunkel, 1993). Los endemismos representan el 40% de la flora nativa; 20% están en peligro de extinción (Francisco-Ortega et al., 2000). Las plantas se distribuyen en diferentes ecosistemas. En Tenerife, que tiene una superficie de 2.034 km² y 3.718 m. de altitud, se reconocen 6 ecosistemas: litoral costero, bosque termófilo, monteverde, pinar, matorral de montaña y la vegetación del Pico. Mientras que en Lanzarote y Fuerteventura, con una superficie comprendida entre 807 km² y 1.655 km², y con altitudes por debajo de 1.000 m., sólo se reconoce un ecosistema zonal: los arbustos del litoral costero (Aguilera et al., 1994). Para cada ecosistema se ha reconocido un piso bioclimático: infracanario árido, infracanario semiárido, termocanario seco, termocanario sub-húmedo, húmedo, mesocanario seco, supracanario seco y orocanario (Rivas-Martínez, 1987).

En el pasado, sólo los pájaros y los reptiles, que constituyen el 50% de la fauna invertebrada existente (6.500 especies endémicas) y 5 mamíferos: 2 murciélagos y 3 pequeños roedores (musarañas) pudieron llegar al Archipiélago. Los anfibios y algunas familias de invertebrados, como los órdenes de Coleóptera y Hemíptera no formaron parte del grupo colonizador. La flora y la fauna del Archipiélago, antes de la llegada del hombre, respondió a los fenómenos ligados con la actividad volcánica. La colonización humana, a mediados del primer milenio a.C. (2), introdujo nuevos elementos de alteración. El primer contingente poblacional (aproximadamente, 200.000 personas a finales del siglo XIV y principios del siglo XV) llegó desde el NW de África en distintas oleadas migratorias. La mayoría de los especialistas (3) señalan que este grupo poblacional tiene el mismo origen cultural y que se relaciona con la cultura Tamazigh Bereber. (Galván et al., 1999:15). La llegada de los primeros hombres a las Islas implicó, igualmente, la introducción de sus patrones culturales y de los primeros hervíboros: la cabra, la oveja, el cochino; de plantas cultivadas y adventicias, de parásitos y enfermedades.

(2) En Fuerteventura hay indicios paleontológicos y arqueológicos que remontan el origen del poblamiento al período Paleolítico: 30.000/40.000 BP. y al Neolítico reciente sahariano, datado en la Monja entre 4350+/-50BP (Gif-9058) y 3690 +/- 70BP (Gif-9060) (Meco, et al 1995; Onrubia, et al, 1997).

(3) The mitochondrial DNA analysis (HVRI sequences and RFLPs) of aborigine remains around 1.000 years old show that the berbers are the most probable ancestors of the native Canarians (Maca-Meyer et al., 1994).

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María del Carmen Machado Yanes