viernes, 28 de febrero de 2014

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LA DIETA DE LOS BENAHORITAS. LAS ESTRATEGIAS DE SUBSISTENCIA DE LOS ANTIGUOS HABITANTES DE LA ISLA DE LA PALMA A TRAVÉS DE UN ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO, ARQUEOLÓGICO Y BIOANTROPOLÓGICO (I)


Este trabajo es una síntesis de parte de la investigación realizada en mi Memoria de Licenciatura «La dieta de la población prehispánica de la isla de La Palma. El análisis de los Elementos Traza» (E. Pérez, 2000) y que fue dirigida por los doctores Dimas Martín Socas (1), Matilde Arnay de la Rosa (2) y Juan Francisco Navarro Mederos (3). El objetivo de ese estudio fue el de obtener datos sobre la dieta de los aborígenes de La Palma, a través del método de análisis de los elementos traza u oligoelementos sobre muestras óseas humanas (4) para poder confirmar, o matizar, la información arqueológica e histórica que existía hasta ese momento sobre los modos de explotación del medio.

La población aborigen de la isla de La Palma se caracteriza, entre otras cosas, por haber desarrollado una economía basada en la ganadería. Ya desde los momentos inmediatamente posteriores a la Conquista de la isla, y a lo largo de los siglos siguientes, esta actividad fue descrita y reflejada en los diferentes textos que han llegado hasta nosotros en forma de fuentes narrativas o literarias, entre otras.

En efecto, la crónica normanda Le Canarien recoge que en La Palma los habitantes «no viven más que con carne» (Le Canarien, 1402-1408/1982:62) (5). A. Bernáldez escribió que: «(...) e con leche e manteca e carne se mantenían» (A. Bernáldez: E. Morales, 1495/1978). Para G. Frutuoso todos son criadores de cabras y ovejas (G. Frutuoso, 1590/1964:109); «se mantenían con carne de oveja y cabras (...) y con carne de puerco (...) y con leche de cabras» según Fray Juan de Abreu Galindo (1602/1977:261). Tomás Marín de Cubas alude nuevamente a que «sus ganados son cabras y ovejas sin lana (...) y puercos pintados de varios colores negros y blancos rubios» (1687/1984:273).

Estas y otras afirmaciones se han visto confirmadas por diversos estudios realizados con posterioridad. Así, los análisis zooarqueológicos que realizó el investigador J. Pais Pais sobre especimenes prehispánicos procedentes de diversos yacimientos arqueológicos de la isla de La Palma, han corroborado la existencia de cabras (Capra hircus), ovejas (Ovis aries) y cerdos (Sus domesticus) desde los primeros momentos de ocupación de la isla (J. Pais Pais, 1996:143-149).

Este autor, en su libro «La economía de Producción en la Prehistoria de la isla de La Palma» (1996), expuso los resultados del análisis zooarqueológico realizado sobre restos de fauna procedentes de la Cueva del Tendal (San Andrés y Sauces) y de El Rincón (El Paso), dos de los yacimientos más representativos de la época prehispánica de la isla. Estos resultados confirmaron que los ovicápridos fueron los componentes más abundantes de la cabaña ganadera de los antiguos habitantes de La Palma, y en segundo lugar los cerdos. Pero además, el autor profundiza en esta actividad económica y explica que las cabras se habrían utilizado para llevar a cabo un pastoreo de trashumancia en época estival hacia los pastizales de montaña por sus características físicas, mejor adaptadas a este tipo de orografía abrupta, mientras que las ovejas habrían permanecido cerca de los lugares de habitación más permanentes. Por otra lado, los cerdos se habrían criado cerca de los poblados y, preferentemente, en aquellas zonas ecológicas con abundancia de recursos vegetales para su crianza, como los bosques de laurisilva.

(1) Catedrático de Prehistoria del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna.
(2) Profesora Titular de Prehistoria del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de Laguna.
(3) Profesor Titular de Prehistoria del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna.
(4) Este método está orientado a conseguir datos sobre la proporción de algunos tipos de alimentos que formaron parte de la dieta de poblaciones pasadas. La mayor o menor concentración en los huesos de algunos de estos elementos puede ser indicativa de la importancia como componente de la dieta y sugerir la fuente alimenticia de la que proceden.
(5) Texto de Gadifer de la Salle.

Los productos que se extraen de la ganadería van a constituir la base de la alimentación de los benahoritas. Así, la leche fue el principal producto alimenticio que obtenían de los rebaños de ovicápridos y, posiblemente, los derivados de la misma como el queso o la manteca del animal. Desde el punto de vista de la nutrición la leche, rica en proteínas, es uno de los alimentos más importante en cuanto al número de aminoácidos esenciales y no esenciales, y vitaminas que posee. Además, es el único alimento de origen animal que tiene un porcentaje considerable de carbohidratos como la lactosa, también conocida como azúcar de la leche (M. D. Marrodán et al., 1995) De modo similar la carne es fundamental para el organismo humano ya que son necesarias para el transporte de determinadas vitaminas, aportan ácidos grasos esenciales y proporcionan energía de reserva (6). Sin embargo, la energía necesaria para el desarrollo de las actividades de una comunidad ganadera, obligada a realizar desplazamientos diarios en busca de pastos, el aporte de hidratos de carbono, especialmente glucosa, es fundamental para el tejido nervioso o el muscular. Pero si además, esta necesidad coincide con un momento de escasez lechera, otros alimentos como los cereales, legumbres, tubérculos y frutas diversas, se convertirían en los principales portadores de glucosa, jugando un papel muy importante en la alimentación de los antiguos pobladores de la isla de La Palma.

Las condiciones climáticas de la isla de La Palma han permitido el desarrollo de numerosas especies vegetales aptas para el consumo humano. Este hecho no pasó desapercibido por los cronistas e historiadores que, al igual que hicieron con la ganadería, describieron cómo la Palma estaba «llena de grandes bosques de diferentes condiciones, como de pinos, de dragos que producen la sangre de drago y de otros árboles que proporcionan leche de gran provecho médico y hojas de diferentes clases (...) y muy rica en pastos » (Le Canarien, 1402-1404/1962) (7).

En efecto, la cantidad de especies vegetales que pudieron haber sido recolectadas por los antiguos habitantes de la isla de La Palma, no sólo para alimentarse sino también como materia prima y uso medicinal, es muy amplia. En los textos aparecen registradas especies como los helechos, los granos de amagante o las raíces de malvas (J. Abreu Galindo, 1602/1977:269; T. Marín de Cubas, 1694/1984:273; etc.) de las cuales sólo el helecho ha podido ser documentado arqueológicamente en la isla de Tenerife (8).

(6) Junto al registro de ovicápridos y de cerdos, también aparecieron restos de aves y, en menor medida, restos de perros y gatos. La presencia de estos animales se constata en los estratos arqueológicos de los yacimientos de El Tendal y El Rincón, pero su consumo por parte de los antiguos habitantes de La Palma se ha interpretado como escaso y ocasional (E. Martín, 1992). Las especies más frecuentemente registradas fueron la pardela (C. diomedea), el aguililla (Buteo buteo), o las palomas (Columba junoniae, Columba bollie (J. C. Rando, 1996).
(7) Op. cit., 6.
(8) J. Mathiesen (1960): Resultados del análisis del contenido intestinal de una momia guanche. En Diego Cuscoy, Luis et al., Trabajos en torno a la cueva sepulcral de Roque Blanco, pp. 43-44.

En las zonas costeras de la isla de La Palma, los habitantes de la isla en época prehispánica pudieron haber recolectado para su consumo las lechugas de mar (Astydamia Latifolia). Dentro de los bosques termófilos apreciarían las palmeras canarias (Phoenix canariensis) y la palmera datilera (Phoenix dactylifera); hierbas como el rillabuey (Silene vulgaris) o los hinojos (Foeniculum vulgare) y gramíneas como las centillas, alpiste o balangos (J. Pais Pais, 1996:171). Próximo a los dominios de la laurisilva, pudieron haber sido consumidos los frutos de las fayas (Myrica faya); los mocanes, bicácaros o los madroños son frutos que se desarrollan ya dentro de la laurisilva, entre otros. Los análisis antracológicos de los restos de carbones identificados en El Tendal, indican la recolección de algunas de estas especies como las fayas, los mocanes o los brezos (Erica arborea), y de especies como el barbusano (Apollonias barbunjana) (M. C. Machado, 1999).

Por lo que respecta a la agricultura, la documentación arqueológica existente en la actualidad, sugiere que fue practicada en los momentos más antiguos del poblamiento de la Isla, y así parecen demostrarlo los restos de varias especies vegetales domesticadas, como el trigo (Triticum aestivum/ durum), la cebada (Hordeum vulgare) y las lentejas tipo microesperma (Lens culinaris), y que fueron halladas durante los trabajos de excavación arqueológica de la Cueva del Tendal. De este modo, se confirmaban las hipótesis de algunos investigadores de que los aborígenes de La Palma pudieron haber practicado una agricultura desde los momentos iniciales del poblamiento para, posteriormente, ser abandonada de manera voluntaria o involuntariamente (E. Martín Rodríguez, et al. 1988) frente a las afirmaciones de algunos textos históricos en los que se negaba esta práctica (T. Marín de Cubas, 1687/1984:273; J. Abreu Galindo, 1602/1977:269).

El estudio carpológico realizado sobre estas y otras muestras vegetales recuperadas del yacimiento de El Tendal (J. Morales Mateo, 2001) reveló la presencia, además de las especies ya citadas, de habas (Vicia faba) y confirmó el registro de carbones pertenecientes al acebiño, brezo, til, así como de restos de la maljurada, una especie con diversas propiedades medicinales y que se usa a través de infusiones (J. Morales Mateo, 2001:10).

Además de obtener las proteínas de los alimentos de origen animal terrestre, los antiguos habitantes de la isla también lo hicieron a través del consumo de peces y moluscos, tal y como se desprende de los hallazgos en numerosos yacimientos arqueológicos de la isla. A pesar de que cronistas como N. De Recco o Zurara afirmaron que en La Palma se «ignora el arte de la pesca (...) y que jamas come pescado (N. De Recco: Morales, 1341/1978:44-45) y que nao ha pescado algum (...)» (Zurara, 1453:1973:343), los vestigios indican claramente lo contrario, pues son diversos los estudios en los que se ha podido demostrar cómo la pesca fue una actividad económica practicada desde los primeros momentos de la ocupación de la isla, incrementándose de modo progresivo (C. G. Rodríguez Santana, 1996:434-438).

Las especies de peces más consumidas fueron la vieja (Sparisoma cretense), el sargo (Diplous sargus y Diplodus vulgaris), el abadejo (Mycteroperca rubra) y la palometa (Trachinotus ovatus), entre otros, mientras que los restos malacológicos más abundantes recuperados en los yacimientos arqueológicos, pertenecen a la Patella candei crenata, Patella ulyssiponensis aspera y la Patella piperata, todas ellas características de la parte más alta de la zona intermareal.

Según lo expuesto, los aborígenes de La Palma tuvieron acceso a diversos bienes de tipo alimenticio. Para algunos autores, la abundancia o escasez de todos estos productos dependería de factores de tipo natural y cultural, y la relación entre ambos sería la responsable de que una comunidad consiguiera adaptarse o no al medio circundante (E. Martín Rodríguez, 1992:9-19). Por ello, el conocimiento del medio natural habría sido fundamental para que supieran qué, cómo y cuándo explotar los diferentes recursos para una subsistencia óptima y equilibrada. Pero, ¿lo consiguieron los benahoritas?

La investigadora C. Gloria Rodríguez Santana afirmó, tras sus análisis de las especies registradas en los yacimientos arqueológicos, que el tamaño de las diferentes especies de peces capturados por los aborígenes de La Palma, indica que éstos no llegaron a provocar una sobreexplotación, lo que habría supuesto un agotamiento de los recursos marinos (C G. Rodríguez Santana, 1996:437). Por su parte, J. Pais Pais observó en sus estudios sobre los restos de cabras, ovejas y cerdos recuperados en distintos yacimientos arqueológicos, que éstos fueron consumidos cuando ya no producían leche, en edad adulta, por lo que afirma que «sus rebaños eran utilizados, primordialmente, en la obtención de productos secundarios como la leche y sus derivados» (J. Pais Pais, 1996:159). Ambas pautas de comportamiento se mantuvieron a lo largo de toda la etapa prehispánica, según se desprende del análisis de este tipo de restos en los diferentes estratos de la cueva del Tendal y de El Rincón.

Desde el año 1998 empezamos a realizar diversos análisis químicos sobre muestras óseas humanas procedentes de La Palma, siguiendo la línea de trabajo iniciada, años antes, por E. González Reimers y M. Arnay de la Rosa en esta misma isla (E. González Reimers et al, 1991). Así, se analizaron muestras procedentes de los yacimientos arqueológicos de El Espigón (Puntallana) (M. Hernández Pérez, 1977: 4445), Fernando Porto (Garafía) (J. Pais Pais, 1991:209-215) y Los Pasitos (Mazo) (J. Pais Pais 1996:382), cuyos resultados y valoración posteriores permitieron establecer nuevas interpretaciones sobre el comportamiento de los benahoritas ante los diversos recursos económicos (E. Pérez et al., 1999; E. Pérez, 2000; E. Pérez et al., 2001; Velasco et al., 2002).

Estos análisis tratan de determinar ciertos elementos químicos, los elementos traza u oligoelementos, que se encuentran en los organismos vivos en concentraciones muy pequeñas. Algunos de estos elementos son esenciales para las funciones vitales del cuerpo humano, mientras que otros, relativamente inertes, se incorporan al organismo formando parte de la dieta o través de la piel y mucosas. Otros elementos, no esenciales, por lo general se eliminan rápidamente, aunque algunos pueden depositarse en los tejidos.

La importancia del análisis del contenido de algunos elementos traza en los restos óseos humanos procedentes de yacimientos arqueológicos se basa en el hecho de que parte de estos elementos se concentran en el hueso en proporciones variables, en función de la cantidad de alimentos ingeridos, y en que algunos de estos elementos se concentran más en unos alimentos que en otros. De este modo, el análisis de éstos permitiría distinguir si el origen de los alimentos es vegetal o cárnico, o si son de procedencia marina o terrestre.

Dos de estos elemento, el estroncio (Sr) y el bario (Ba) han sido los más utilizados para reconstruir la dieta de las poblaciones pasadas y los más aceptados por la comunidad científica para estos fines, (J. A., Ezzo, 1994) por sus características, que los hacen útiles en este sentido. En efecto, el Sr se incorpora a la cadena biológica a través de las raíces de las plantas. En su ascenso por la cadena trófica, las concentraciones de este elemento disminuyen debido a la discriminación que sufre en favor del Ca, un elemento esencial para el metabolismo de los animales mamíferos. Así, los animales herbívoros que ingieren las plantas tienen en sus huesos una mayor proporción de Sr que los carnívoros, cuya dieta se basa principalmente en la carne y músculos de los herbívoros. Los animales omnívoros, entre los que se incluye el hombre, presentaran valores intermedios de Sr entre unos y otros, aunque sujetos a variaciones en función de un mayor o menor aporte de dieta vegetal, rica en este elemento (M. J. Shoeninger, 1989). Pero el Sr también es abundante en los ecosistemas marinos, por lo que una dieta rica en recursos procedentes de este medio, principalmente mariscos, también lo será en este elemento (M. J. Shoeninger y C. S. Peebles, 1981; J. H. Burton y D. Price, 1990). El Ba, no es esencial para el organismo humano y también es abundante en los recursos vegetales. No obstante, es escaso en los ecosistemas marinos. Este hecho ha permitido establecer una relación entre ambos elementos (Ba/Sr) con el fin de determinar la proporción de dietas marinas en aquellas poblaciones susceptibles de incluir en sus dietas recursos tanto de origen vegetal como marino (J. H. Burton y D. T. Price, 1990).

En nuestro análisis (9) se observó una variabilidad en los datos que puso de manifiesto una marcada diferencia entre los tres yacimientos estudiados y que se interpretó como un indicador que podría estar reflejando un acceso diferencial a los recursos, o unos hábitos alimentarios diferentes. Así, los resultados indicaron que los individuos enterrados Fernando Porto y los enterrados en Los Pasitos mostraron los niveles más altos en aquellos elementos indicativos de alimentos ricos en proteínas, principalmente marisco y pescado, mientras que los individuos de El Espigón registraron los niveles más bajos.

(9) Nuestro análisis también incluyó otros elementos. Además del estroncio (Sr) y bario (Ba), se analizó el magnesio (Mg), como indicadores de un consumo rico en vegetales y productos marinos (sólo el Sr); el zinc (Zn), cobre (Cu) y hierro (Fe) se analizaron como indicadores de un consumo cárnico, principalmente. Estos elementos son esenciales para el organismo y están más sujetos a los requerimientos de las funciones metabólicas, por lo que su utilidad para la reconstrucción de la dieta de las poblaciones pasadas es menor, pues la cantidad presente en un determinado tejido dependerá de la cuantía y continuidad del aporte y de la cantidad utilizada. También se analizó el calcio (Ca) para, entre otras cosas, estimar las concentraciones de los otros elementos que lo substituyen en el esqueleto.



Elena Pérez González
Investigadora del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna.

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