domingo, 16 de febrero de 2014

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EL TERRITORIO DE LOS GUANCHES
(Parte 2)


Definición de las Unidades Arqueológicas. Las categorías de análisis.

Todo trabajo de catalogación requiere que se establezcan con claridad las distintas categorías de análisis (9). Existen grandes dificultades para caracterizar los yacimientos de superficie (los más significativos en el Parque Nacional), insistiendo todos los autores en la falta de estudios que existen y en la aleatoriedad de las definiciones dadas, muchas derivadas de una asunción de las categorías inicialmente formuladas por Luis Diego Cuscoy, sin modificaciones o análisis (10).

(9) Como bien expresan V. Alberto y J.Velasco (2006): “Pero no es sólo diferenciar una serie de regularidades que permitan su ordenación y caracterización tipológica, sino que hay que huir de la caracterización de los yacimientos como producto de la parcelación de la realidad arqueológica, provocando unidades de observación falsas, y de la preeminencia de la percepción del yacimiento frente a su análisis histórico”.

De este modo, los sitios han sido caracterizados, en la mayor parte de los inventarios realizados hasta la actualidad, de forma casi automática, adscribiendo los yacimientos a funciones que dependen más de una noción presentista de los arqueólogos, fundada en una adscripción funcional mecánica derivada de las características físicas de los yacimientos (unidad de acogida, presencia o ausencia de estructuras) y el sentido utilitario por el que tradicionalmente han sido descritos, que de un conocimiento científico del modo de vida de la sociedad que los produjo. Dicho de otra manera, hasta ahora (y probablemente durante un tiempo más) los yacimientos arqueológicos guanches fueron descritos siguiendo una fórmula en la que de acuerdo a ciertos parámetros presentes en los yacimientos, estos eran relacionados con una función concreta dando por sentado el marcado carácter pastoril de la sociedad guanche sin tener en cuenta otras actividades. De hecho, los conjuntos de yacimientos más abundantes fueron caracterizados con una función bastante definida de acuerdo a si se localizaban en cuevas, presentaban estructuras, o sólo era posible reconocer el complejo ergológico en superficie. Así, a grandes rasgos, los dos primeros casos se relacionaban con áreas habitacionales, mientras que el último inmediatamente se correspondía con paraderos pastoriles (11).

(10) (11) Un ejemplo de la dificultad a la hora de establecer las categorías de análisis sobre una base rigurosa la tenemos en los llamados paraderos pastoriles por L. Diego Cuscoy, considerados más tarde como complejos ergológicos, yacimientos sin estructuras, área de actividad etc. Incluso a la hora de valorar el concepto inicial de Luis Diego Cuscoy, se ofrecen versiones diversas.

Así, para algunos investigadores, L Diego Cuscoy, gran conocedor de la arqueología de Las Cañadas del Teide, planteó la categoría de paradero pastoril para explicar un complejo patrón de ocupación y explotación del territorio de alta montaña (campos de pastoreo de alta montaña), expresado en una realidad arqueológica de la que forman parte distintos elementos estructurales: refugios, abrigos semiconstruidos, escondrijos y recintos anejos a la habitación destinados al ganado.

“En origen, por tanto, tal como se deduce de los trabajos de Luis Diego Cuscoy, el paradero pastoril representa la articulación de todo un conjunto de indicadores y elementos que ponen de manifiesto la concreción del modo de vida pastoril en el sector cumbrero de la isla”
. (Alberto et al. 2006).

Sin embargo, para Chavez,Caamaño et al. (2006), Cuscoy sugirió y utilizó este término para definir aquellos yacimientos que son el resultado de la actividad ganadera. Según estos autores Cuscoy “los consideraba pequeños yacimientos identificados en el sur de Tenerife y, en general, en las cumbres de las islas que interpretó como lugares donde los pastores aborígenes realizaban altos en el camino. Las paradas tenían como finalidad apacentar y/o abastecer de agua al ganado, tiempo durante el cual el pastor llevaba a cabo diversas actividades, principalmente la talla de útiles líticos. Si el lugar era frecuentado con cierta asiduidad, los pastores construían pequeños recintos de piedra para diversos fines, tales como resguardarse de las inclemencias del tiempo, de la noche si la estancia en el lugar superaba uno o varios días, o dedicados al almacenaje de diversos utensilios del pastor como vasijas cerámicas, útiles líticos etc.”

Se produce, por tanto, una transformación o reducción del concepto de Cuscoy, para pasar a considerar el paradero pastoril como “el lugar donde “para” el pastor”.

Los paraderos pastoriles comienzan a interpretarse, de forma diversa, como un tipo de yacimiento concreto, caracterizado por un registro arqueológico bien delimitado y diferenciado de otros tipos de yacimientos:

“Todos los yacimientos presentan estructuras construidas con diversa tipología y función, excepto los denominados paraderos pastoriles. Un paradero pastoril es una concentración al aire libre de material arqueológico, sobre todo cerámica e industria lítica, con una superficie variable de unos centenares de metros cuadrados, ubicado en los campos de pastoreo estacional o en las rutas de los desplazamientos, pero escogiéndose siempre el paraje más cómodo, llano y espacioso de los alrededores un interfluvio si es zona de barrancos, una vaguada abrigada o una peña si es llanura). En el primer caso, son numerosos en los pastizales estivales de alta montaña de Tenerife y La Palma y también en los invernales de costa de varias islas.

Un paradero pastoril en una ruta de trashumancia puede jalonar a veces un estadío en marcha. Pero en uno u otro caso son puntos al aire libre donde los pastores permanecen la mayor parte de la jornada realizando actividades ordinarias, como pudiera ser la apañada para el ordeño, labores de talla en la industria lítica, etc. Lo normal es que el lugar para pernoctar (cuevas, cabañas y abrigos) no esté allí mismo, sino ligeramente apartado” (Arco, Navarro, Jiménez, 1992: 62).

Más recientemente Chávez et al vuelven a retomar el término para definirlo como un tipo concreto de yacimiento vinculado con las actividades pastoriles, cuyas características son:

1- La variabilidad del registro arqueológico identificable en superficie suele ser limitada a lítico y
cerámico, siendo anecdótico otro tipo de material arqueológico.

2- Es frecuente identificar paraderos pastoriles en los que sólo existe un tipo concreto de material,
normalmente la obsidiana.

3- Densidad material inferior a los poblados, se desarrolla en superficie y de forma discontinua.

4- Amplitud reducida a ocupar pequeños espacios concretos.

5- Ocasionalmente contienen estructuras de piedra (a modo de cabañas), abundantes sobre todo en
las zonas de cumbre.

6- Amplio dominio visual: pequeñas elevaciones, promontorios, montañas, márgenes de barrancos,
permitiendo el control y la vigilancia del ganado en el territorio más inmediato.
    Con mucha probabilidad, no todas las cuevas ni todos los sitios con estructuras construidas fueron yacimientos habitacionales, del mismo modo que no todas las áreas al aire libre en las que aparecen concentraciones de material arqueológicos sin estructuras construidas fueron paraderos pastoriles. Es más, posiblemente, la mayor parte de ellos tuviera una función diametralmente distinta a aquella con la que fueron inventariados.

    En este sentido, se hace necesaria una revisión de los conceptos que definen las unidades de observación, y desde nuestro posicionamiento teórico, relacionadas con la actividad productiva definida a partir de las características de los restos observados. Como se ha visto, la determinación de la presencia de un tipo concreto de cerámica en una “cueva de habitación”, en un “poblado de cabañas” o en un yacimiento de superficie podría significar una mayor precisión en la caracterización del sitio.

    De este modo, la reciente investigación en alguno de estos lugares (Alberto et al, 2006) ha puesto de manifiesto la necesidad de establecer nuevos criterios que ayuden a completar y corregir el desfase establecido entre el producto de una sociedad desaparecida que percibimos en el presente, y el establecimiento de unidades descriptivas más cercanas a la realidad de ese producto. De este modo, en algunos inventarios recientes se han establecido algunas nuevas categorías analíticas para aquellos grupos de yacimientos en los que la adscripción funcional requería de una mayor precisión, como son los yacimientos de superficie.

    De paraderos pastoriles a Áreas de Actividad (12).

    A. Área de actividad.

    Englobamos bajo el término genérico de área de actividad la existencia de una acumulación de evidencias arqueológicas diversas en superficie, de desigual densidad y amplitud, y sin delimitación de estructuras visibles actualmente en superficie. Estas acumulaciones son indicativas de la ocupación reiterada de estas zonas por parte de los aborígenes, donde realizaban actividades relacionadas con distintos aspectos de la vida cotidiana y/o diversos procesos productivos, llevadas a cabo con mayor o menor intensidad. En algunos casos las evidencias arqueológicas visibles en superficie nos orientan hacia una actividad predominante, que nos permite introducir un concepto funcional principal en la definición del área de actividad.

    De esta manera hemos distinguido los siguientes tipos de áreas de actividad.

    A.1. Sin evidencias de una actividad predominante.

    - Las evidencias arqueológicas no permiten adscribirlas a ninguna de las categorías
    funcionales establecidas actualmente.

    - No tienen estructuras visibles actualmente en superficie.

    - Muestra un repertorio de evidencias arqueológicas diversas.

    - La amplitud y densidad de las evidencias es variable.
      (12) En este punto sería conveniente aclarar que esta nueva propuesta fue aplicada en el último inventario realizado en el Parque Nacional del Teide, en donde no está presente en la misma medida que en otros lugares de la isla la problemática específica de las “cuevas de Habitación” como categoría de análisis.

      A.2. Con evidencias de una actividad predominante.

      1- Camino.

      Las evidencias arqueológicas se disponen alineadas a lo largo de un recorrido amplio 
      que transita o conecta dos puntos geográficos distantes.

      2- Aprovisionamiento de agua.

      Existe una concentración de evidencias arqueológicas diversas, principalmente
      fragmentos de vasos cerámicos, en torno a algunos puntos húmedos, que nos indican
      un uso recurrente en estos lugares para el aprovisionamiento de agua, hielo o nieve.

      3- Actividades de talla.

      Existe una concentración de evidencias relacionadas con los procesos de talla de
      distintas materias primas líticas, principalmente obsidianas y basaltos.

      4- Elaboración de elementos de molturación y abrasión.

      Existe una concentración de fragmentos de elementos de molturación y abrasión, así
      como distintas evidencias de su proceso de elaboración.

      5- Cantera-taller.

      Para definir una cantera-taller y diferenciarla de un área de actividad de talla, es
      necesario que exista en el mismo lugar la materia prima utilizada en posición primaria, 
      con evidencias de la extracción y el procesado de la misma. Pueden establecerse
      diferentes tipos de canteras-taller según el tipo de materia prima explotada (de
      obsidiana, de basalto vacuolar, de basalto etc.).

      Conclusiones.

      En las últimas décadas se han abierto nuevas vías de estudio para explicar la formación social guanche. En el presente trabajo hemos afrontado dos problemáticas siempre presentes en el estudio de la sociedad aborígen de Tenerife: Superar la visión sincrónica de la prehistoria a partir de dos ejemplos diferentes. Por un lado el aportado por los propios restos arqueológicos y, concretamente, por la distribución espacial de la cerámica y, en segundo lugar, por la propia dinámica del espacio, fundamentalmente en las Cañadas del Teide.

      Otra cuestión que consideramos de interés fue definir nuevas categorías de análisis, por lo que aportamos algunos ejemplos que tienen en cuenta las unidades mínimas de observación localizadas en este mismo ámbito territorial, centradas en los tipos de yacimientos que ofrecen más problemas en su caracterización.

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                  Juan Carlos García Ávila
                  Matilde Arnay de la Rosa

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