APROVECHAMIENTOS Y ACTIVIDADES TRADICIONALES EN LAS CAÑADAS (II)
La actividad apícola:
La explotación de las retamas del Teide fue muy intensa no solo como alimento para el ganado, sino también para la producción de la tradicional miel de retama. S. Berthelot es muy claro al respecto cuando dice en 1827 que "sin la retama tan abundante en ese extenso paraje, ni los rebaños, ni los enjambres podrían subsistir, con lo que los habitantes de las Bandas se verían privadas de sus principales recursos". Los cabreros de la vertiente sur, especialmente los de medianías, que ascendían con sus ganados en verano, transportaban en mulos o camellos las colmenas y, dedicaban una parte del tiempo, según Berthelot, a su cuidado y atención, realizando la trashumancia a la cumbre con ganado y corchos.
El traslado de las colmenas a las proximidades de las floraciones para obtener una mayor producción de miel tiene una larga tradición en Tenerife. Esta actividad se fue imponiendo en Las Cañadas como consecuencia de las ordenanzas dictadas por el Concejo de la isla durante el siglo XVI (1508), que prohibían el establecimiento de colmenas cerca de las áreas de viñedo. Desde el siglo XVIII existe documentación del aprovechamiento en Las Cañadas de la intensa floración de la retama y del codeso. Las colmenas tradicionales son de panales fijos, también conocidos como corchos, y se construyen con troncos huecos de árboles (palmeras, pinos, mocanes y dragos principalmente) o con tablas formando prismas.
Estas colmenas se colocan verticalmente sobre el suelo que, si presenta irregularidades, previamente se acondiciona, usando muchas veces grandes lajas. En diferentes zonas del Parque Nacional aún pueden encontrarse restos de antiguos "asientos de colmenas" formados por lajas y protegidos por muros de piedra.
La colocación de las colmenas en determinadas zonas ha sido el origen de muchos topónimos locales: Montaña del Corchado, Montaña Colmenar, Asientos de Pedro Méndez, Estancia de la Cera...
Este es el único uso tradicional que desde la creación del Parque continúa realizándose en su interior debidamente regulado.
ACTIVIDADES EXTRACTIVAS:
Explotación del azufre. Los azufreros:
La creencia supersticiosa de que en la montaña se encontraba oro y plata, consolidada por los buscadores de "oro del volcán" surgidos tras la conquista de América y el conocimiento de sus montañas, llegan al Teide. Se busca oro y metales preciosos, pero se encuentra azufre.
Desde el siglo XVI existe documentación sobre el aprovechamiento de los depósitos de azufre del Teide, consecuencia de las emanaciones sulfúricas del Pico. En los Acuerdos y Datas del Cabildo sobre explotaciones mineros se recoge una concesión del 17-II.1511 que dice así:
"Diego de Mesa, regidor. Poder para que saquéis e cojáis de la montaña e sierra de Theyda toda la piedra sufre que quisierdes para vos mismo y para llevar e sacar fuera de la Isla a la vender, la cual quiero que vos solo la hayáis e no otra persona alguna".
A finales de siglo XVI hay constancia que los derechos de explotación sobre la mina de Azufre del Teide se ceden a La Corona. Desde el siglo XVI está consignada la explotación periódica del azufre del Teide. En el siglo XVIII el historiador J. Viera y Clavijo dijo que el Teide era rico en azufres, que se "encuentran incrustados en grandes cantidades y cuantos viajeros y curiosos suben a aquella altura admiran y celebran con razón la variedad de sus colores, porque hay azufre blanquecino, azul, verde, violeta, amarillo, y lo hay virgen, cristalizado, transparente, polvoriento y en filetes" (N. Lemus).
Los azufreros, que así se llamaron los que hacían estas labores, no desempeñaban estas tareas como un oficio estable, sino como una ocupación temporal que servía de complemento económico a otras actividades, principalmente compaginada con las labores del campo. La extracción del azufre del Teide no constituyó nunca un negocio lucrativo, pero en determinadas épocas fue muy demandado para el tratamiento de las viñas (contener las plagas de oídium -hongo que se introduce en Canarias en el siglo XIX-). Este producto era fundamental además para la elaboración de la pólvora negra.
En los últimos años del siglo XIX algunos empresarios se interesan por explotar legalmente el azufre. En 1887 hay constancia de que se arregla el camino desde Altavista a la Rambleta para trasladar con mayor facilidad dicho material. Existe una amplia documentación sobre las concesiones mineras de Azufre en el Archivo Municipal de La Orotava, que recoge D. Tomás Méndez en la obra ya citada.
Desde el punto de vista antropológico se ha destacado la dureza de las condiciones del trabajo de los azufreros y las penosas condiciones de su vida ha quedado incorporada al paisaje de la cima del Teide, ya que para albergar a los trabajadores del azufre se construyeron en la penúltima década del siglo XIX una caseta en Altavista, antecedente de los refugios montañeros que se levantaron después. Según F. Sabaté, las sacas de azufre alcanzaron su máxima expresión en los años de la primera guerra mundial cuando se interrumpió el abastecimiento desde Europa de forma casi total, siendo entonces cuando se produjo la mayor alteración de la fisonomía del cráter.
La extracción de nieve. Los neveros:
Otra actividad extractiva de los recursos naturales de Las Cañadas era la realizada por los llamados "neveros". La obtención de nieve se compaginaba muchas veces con la recogida de azufre y servía igualmente para compensar los escasos medios económicos del campesinado pobre de las comarcas aledañas al Parque.
Según la documentación del siglo XVIII y XIX, la nieve servía para aprovisionar a las clases acomodadas de las ciudades y los pueblos más importantes de la isla. Se utilizó preferentemente en la fabricación de sorbetes y helados que se distribuían en La Orotava, Puerto de la Cruz e incluso Sta. Cruz. S. Berthelot refiriéndose a su distribución en esta ciudad dice: "en pos de sus mulos los arrieros trotan hasta la zona de las nieves, de donde bajan la nieve y el hielo del Teide. Descienden desde una altura de más de nueve mil pies, para n en la Villa de La Orotava para cambiar de caballería y durante la noche reemprenden la marcha en dirección a Sta. Cruz para llegar temprano a la ciudad. Gracias a ellos los helados no faltan en los saraos".
También el hielo fue muy demandado como recurso terapeútico, aplicándose como antiinflamatorio.
El producto se transportaba desde los depósitos naturales de las faldas del Teide e Izaña a lomos de mula. Cada una de ellas, según la información oral, llevaba dos cestas o barcas con una capacidad de 50 kilos de carga. En ocasiones la actividad extractiva era algo más elaborada, fabricándose pozos de hielo en lugares propicios para ello. A mediados del siglo XIX se tienen noticias de la construcción de estructuras artificiales -"los pozos de nieve"-, específicamente destinados a la recogida de este producto. Durante el invierno se llenaban de nieve de forma artificial para que se conservara hasta el verano, que era lógicamente la época de mayor demanda y mejores precios. Estos depósitos de nieve se tapaban con ramajes y con varias capas de pómez o picón basáltico para conservar mejor el producto. Hay constancia escrita, que en 1858 se fijó una Comisión municipal en La Orotava para fijar en la cumbre ocho de estos pozos artificiales, incluso se citan los lugares : Llano de la Rosa, Naciente que dicen del Salto del Bernardino, Mitad de la Montaña de la Fuente... (T. Méndez, 2000). En la actualidad se pueden observar estos singulares pozos artificiales excavados en la ladera septentrional de la Montaña de Izaña. Su indudable valor etnográfico ha hecho que sean declarados Bienes de Interés Cultural por parte del Cabildo de la isla y se propongan actualmente medidas para su preservación.
Una parte importante de la actividad de los neveros, no obstante, consistió en la explotación del hielo natural del paraje conocido como la Cueva del Hielo en el Teide a más de 3200 m. de altitud, descrita con detalle por A. Humboldt. En esta gran cueva el hielo se conservaba en grandes cantidades de forma natural durante todo el año. Esta actividad desapareció con la progresiva implantación de las fábricas de hielo. La reciente obra publicada de Salvador Miranda Calderón es un estudio amplio sobre la extracción de la nieve en general, abarcando no sólo los depósitos naturales como la cueva del hielo, sino también los pozos de nieve de las cumbres de Arafo y de La Orotava. El incremento de la demanda de nieve a partir de 1750, hizo que se construyeran estos pozos artificiales, desde donde se surtían las principales poblaciones e, incluso, se exportaba a Gran Canaria y La Palma. En este trabajo los autores identificaron a los propietarios de los pozos de nieve y documentaron hasta diecinueve pozos en Tenerife.
Las actividades extractivas no estaban exentas de importantes riesgos. Cuando el mayor A. Burton realizó su ascención al Pico del Teide llamó la atención sobre cruces de madera que encontraba en el camino:
"Aquí y allá se veían cruces de madera, que según nos dijeron los guías señalaban los lugares de las personas que habían muerto en invierno congeladas por la nieve. Nuestros piadosos hombres siempre añadían una piedra al pequeño montón que estaba al pie de cada tosca cruz y que significaba el número de oraciones dichas por el descanso del alma del muerto...".
AAVV: El Teide
Continúa...
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