CURANDEROS, SANADORES Y SANTIGUADORAS EN LANZAROTE
ENTRE EL SIGLO XVI Y XIX (I)
FOTO 1: Entrada de la escuela en la Villa de Teguise.
Introducción.
El hecho insular y la difícil situación que vivió la isla de Lanzarote con las invasiones piráticas, las hambrunas y las epidemias, motivó de algún modo a los lanzaroteños a crear una medicina tradicional o popular, mezcla de creencias y ritos, así nacieron los curanderos y santiguadoras, que cada día se encontraban con nuevas enfermedades contra las que no podían ni las hierbas ni los instrumentos mágicos.
Ni la Inquisición ni las numerosas barreras impuestas a los naturales de la isla de Lanzarote, pudieron borrar muchas prácticas curativas, cuyas raíces son una mezcla de creencias locales enriquecidas con las distintas aportaciones peninsulares, francesas, africanas, portuguesas y sudamericanas.
La medicina de los curanderos estaba relacionada con los recursos y medios que encontraba a su alrededor y con esa mirada a reojo a través de signos y rezos. Motivaciones religiosas que aprendieron de los franciscanos que en una gran labor, religiosa y cultural, asimilaron de los lanzaroteños los elementales conocimientos que sobre la curación tenían, manteniendo aquello que consideraban más provechoso y añadiéndole las técnicas traídas desde sus lugares de origen.
Curanderos y sanadores nacieron ante la necesidad de hacer frente a los escasos medios que tenía la isla para curar sus enfermedades, la poca confianza que les daban los conquistadores y sobre todo ante la aparición de nuevas epidemias y plagas, que año tras año dejaban los visitantes y transeúntes. Partiendo de la premisa de que la "magia" popular es utilitaria, un medio para lograr un fin.
Curanderos, santiguadoras y sanadores en Lanzarote.
La mezcla de culturas hace que al curandero canario y especialmente al lanzaroteño se le vea como una especie de nigromante, al que se le relaciona con los antiguos brujos y brujas isleños que dejaron su huella en la toponimia de nuestra isla, como son los bailaderos de las brujas. (Bethencourt Alfonso, J: Costumbres de la nación canaria bailes y cantos). Mujeres que, según la creencia popular se dedicaban a hacer aquelarres bailando en torno a una hoguera, para posteriormente bañarse desnudas en el mar.
Canarias contó desde una fecha imprevista del siglo XV, como producto de las expediciones de saqueo realizadas a la vecina costa africana, con una población de berberiscos que, aunque cristianizados, conservaron durante mucho tiempo elementos de su lengua, su religión, sus costumbres y creencias. La isla de Lanzarote, por su proximidad al continente africano, por su pobreza en población y otros recursos, así como por la necesidad o ambición de sus señores, participaron de manera destacada en las incursiones a Berbería, y albergaron el mayor contingente de población morisca.
La más antigua referencia a las prácticas hechiceriles de los moriscos es de 1505: una denuncia en Las Palmas, en 1505, contra Fernán Pérez, morisco de Berbería, alfaquí, por practicar curaciones. (Archivo del Museo Canario, Colección Bute, vol. I, 1ª serie, fº. 43). Y como consecuencia de una visita a Lanzarote realizada por el provisor del obispado, en 1510, varias moriscas fueron acusadas de realizar sortilegios adivinatorios para saber quién iría como adalid de la armada y si había de regresar. (Archivo del Museo Canario, Inquon. CXXV-8). Aparece ya entonces, como procedimiento, el trazado de rayas en el suelo y estiércol de camello, primera vez que encontramos en el Archipiélago esta suerte morisca, procedente de África, que se empleará repetidamente en los dos siglos siguientes. (Archivo del Museo Canario CLXXII-35 y CLXXIX-81). Desde principios del siglo XVI, por tanto, los moriscos, quizás en proporción mayor que los cristianos viejos, facilitan por medios mágicos la satisfacción de los deseos que la población tiene en materia de amores, de adivinación o salud.
En Lanzarote, al menos en la primera mitad del siglo XVI, los moriscos no viven con los cristianos viejos en los poblados, sino apartados de estos, en sus aduares. (Poblado o aldehuela).
En 1524 Juan García de León, camellero, declaraba en Las Palmas, ante el inquisidor, que estando en Lanzarote: "… en el pueblo de la dicha isla, tuvo necesidad de ir al Jable, donde están los moriscos… y vido una gran burla que anda entre ellos, que ni se tratan como cristianos ni en obras ni en nombres ni en cosa del mundo, y que ni son cristianos ni tienen obras de cristianos, sino grandes hechiceros y hechiceras…" Archivo del Museo Canario, Inquon. Colección Bute, Vol. II, 1ª Serie, fº. 166).
De nuevo la imagen de los moriscos como "gente mágica". (Ver la obra de Julio Caro Baroja Vidas mágicas e Inquisición, Madrid, Taurus, 1996, 2 vols. particularmente el capítulo "Magia y grupo étnico, o la tribu mágica", en el que muestra que es frecuente que pueblos vecinos, pero distintos y hostiles tengan la idea, recíproca, de que el otro es un peligroso conocedor de las artes mágicas).
Y se reitera en otros documentos de esta época: los moriscos que viven en sus tiendas en Tinguatón (Lanzarote), se reúnen por las noches a la luz de las hogueras, cantan en su lengua y ejecutan sus bailes, que tenían un carácter mántico, divinatorio, pues el danzante entraba como en trance, con "una lanza en la mano retemblándola dando alaridos a fuer de moro", e iba diciendo lo que "veía"; del mismo modo que bailaba sobre una mujer a la que azotaba ritualmente para curarla. (Proceso de Luís Perdomo de Lanzarote (1532-33) Archivo Museo Canario, Inquon, CXVIII-17).
La frecuencia de las visitas a Lanzarote, de la Inquisición o de los delegados episcopales, encuentra sin duda una razón en la gran preocupación que se tiene por las actividades y prácticas de la población morisca, muy poco asimilada y siempre proclive a renegar. Uno de los procedimientos adivinatorios más usados en Canarias es el del plomo y estaño derretido, que se vierte en una escudilla de agua para predecir o revelar, según la forma que tomen los pedazos de metal al enfriarse y solidificarse, lo que ha de suceder o lo desconocido. Ignoramos si se trata de un ritual específicamente morisco. Son muy escasos e insuficientes los estudios existentes sobre la magia de los musulmanes españoles y de sus descendientes, a pesar de ser muy frecuente la afirmación de que la practicaban. (Se mencionan algunos hechizos característicos, pero no el uso de estos metales, en J. Rivera Tarragó: "Supersticiones moriscas", Revista crítica de Historia de las Literaturas Española, Portuguesa e Hispano-Americanas, T. IV. nos IX y X, septiembre-octubre de 1899, pp. 141-157. En Fajardo Spínola, F. (1995): La hechicería de Lanzarote y Fuerteventura. IV Jornadas de Estudios de Lanzarote y Fuerteventura. Tomo I. Historia. Servicio de publicaciones del Excmo. Cabildo Insular de Lanzarote y Excmo. Cabildo Insular de Fuerteventura. Arrecife, p. 227.
En todo caso, en nuestras islas hacen la suerte del plomo derretido, desde principios del siglo XVI, que sepamos, moriscos de procedencia berberisca; y hay testimonios que hacen pensar que era considerada propia de ellos, aunque gentes de otros grupos étnicos la repitan también. De este modo, a propósito de una cura con estaño y sebo hecha en Telde en 1606, su autora, una morisca, decía que en Lanzarote había visto hacer aquellos. (Archivo del Museo Canario, Inquon, XLVIII-3).
La última referencia que tenemos del uso en el Archipiélago de las suertes del estaño es de La Oliva (Fuerteventura), en 1765. Ya no se habla, por supuesto, de moriscos. La ejecutora de las suertes era María de León, vecina del pago de La Orilla, a quien procesó el Santo Oficio al año siguiente, en 1766. (Archivo Museo Canario, CXXXVI-33). Era hija de Justa de León, vecina del mismo caserío, procesada por hechicera en 1740. (Archivo Museo Canario, Inquon, X-27, XIII-25 y XXIII-9). Y nieta de María Domínguez, natural y vecina de Las Calderetas, en Lanzarote, procesada en 1729 y desterrada de esta isla por la Inquisición, siendo lo más probable que se estableciese en Fuerteventura. (Archivo Museo Canario, Inquon, XV-10). Tenía entonces más de ochenta años, y desde 1682 había sido denunciada y presa en Teguise por supuestos maleficios y diversos sortilegios, entre ellos los del estaño. (Archivo Museo Canario, Col. Bute, vol. XXII, 1ª serie, fº. 45). Estas tres generaciones de mujeres son ejemplo de la transmisión por vía femenina, sobre todo en pequeñas aldeas y oralmente, de elementos culturales que de esta manera, por un mecanismo casi diríamos que de relevo, se conservan a lo largo de los siglos.
Naturalmente, las hechiceras no utilizaban sólo el repertorio supersticioso propio de su grupo étnico o de su lugar de origen, sino que tomaban en préstamo, además, fórmulas e ingredientes de otra procedencia. Son abundantes los ejemplos de contaminaciones y de ceremonias eclécticas, como el fundir estaño al tiempo que se reza la oración de Santa Marta. (Lo hacía María Anríquez, lanzaroteña, en El Hierro, en 1632. Archivo Museo Canario, Inquon, LXVII-6). O echar excrementos de camello invocando a las ánimas del Purgatorio, Lanzarote, 1624, Archivo Histórico Nacional, Inquisición, 1828, 3 F, fº. 13), o a la Santísima Trinidad. (Lanzarote, 1624, Ibídem, fº. 17).
El grado de difusión de las creencias mágicas en la isla de Lanzarote puede inferirse del hecho de que no solamente afectan a pobres mujeres, sino que la comparten desde la marquesa de Lanzarote y su administrador, hasta destacados miembros del clero y de la propia Inquisición, como es el caso de don Guillén Betancor, beneficiado y vicario del obispo en Lanzarote, comisario del Santo Oficio en esta isla, quien estando enfermo, en 1636, llamó para que lo curara a Catalina Luzarda, quien le dijo que su enfermedad procedía de hechizos y lo estuvo tratando durante un mes, aplicándole las suertes del estaño. (Archivo Museo Canario, Inquon. CL-1).
No debemos olvidar la importancia de la mujer en la transmisión de la cultura popular. La mujer era una especialista del cuerpo humano, al que alimentaba y curaba. Esto suponía observar y conocer las funciones del organismo, las propiedades de las plantas, el fenómeno de su cocción. De su experiencia obtenía una cierta influencia social, un cierto reconocimiento. Por eso la persecución de las brujas, casi siempre mujeres, tiene mucho que ver con el intento de destruir la cultura popular, que mantenía vivos elementos paganos.
Algunos de los componentes que se describen dentro del campo de la superstición corresponden a técnicas tradicionales de curación, a los tabúes cotidianos, a procedimientos ordinarios de conocimiento de la realidad.
El gran número de curanderos que en estos años ejercían en Lanzarote, preocupó a la Diputación, no así a las instituciones insulares, pues estos maestros de la medicina popular cubrían la falta de médico titulado. Así lo recoge, en junio de 1822, el libro que acopia el registro de correspondencia, con el título de Pliego Ordinario en un tratado sobre el abuso de permitir el ejercicio de curanderos y curanderas.
Raro es el pueblo de Lanzarote donde no exista una señora conocedora de la medicina popular y sobre del secreto de nuestras plantas.
Los curanderos dicen que tienen un poder especial para curar, y los vecinos de Lanzarote acuden a ellos impulsados por ese sentido que hace caminar guiados por el corazón, cuando los cuerpos se ven atacados por el mal de ojo, susto, sol en la cabeza y otras dolencias y males llamados "enfermedades de tipo cultural", o simplemente cuando no encuentran solución en la medicina científica.
Continúa...
Jesús Rubio Pilarte
Manuel Solórzano Sánchez
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