miércoles, 12 de marzo de 2014

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ARQUEOLOGÍA EN EL PARQUE NACIONAL DEL TEIDE (I)

Convencionalmente se considera en Canarias como etapa prehistórica a la época comprendida entre la llegada de los primeros contingentes poblacionales a la isla procedentes de África y la conquista e incorporación de las islas a la Corona de Castilla (1402-1496).

Durante casi dos mil años, Las Cañadas y El Teide fueron parte de la vida de los primeros pobladores de la isla -los llamados guanches-. Estas primeras comunidades, como las del resto del Archipiélago Canario, llegaron en la primera mitad del primer milenio a. C. Las pruebas lingüísticas, antropológicas y arqueológicas nos remiten directamente a los modelos norteafricanos del ámbito de los bereberes antiguos. Los asentamientos aborígenes de la zona van a ser, por tanto, el reflejo de la confluencia de las tradiciones de origen y de la adaptación a un medio singular, creando formas culturales de gran valor antropológico.

La ocupación aborigen de Las Cañadas y El Teide es sin duda la más prolongada en el tiempo, ya que se supone que ha podido alcanzar más de dos mil años de antigüedad. A pesar de los muchos años de investigaciones arqueológicas realizadas en estos parajes, hoy nos seguimos planteando cuál fue el verdadero significado de este gran espacio para los guanches y, sobre todo, nos preguntamos sí siempre tuvo el mismo significado y valor a lo largo de todo su devenir histórico. Suponemos que hubo cambios importantes a la hora de entender y explotar estos territorios, desde la llegada de los primeros pobladores guanches, hasta la ocupación de estas altas zonas por parte de los alzados o resistentes después de la Conquista. Estos cambios son difíciles de apreciar en el registro arqueológico, pero su dispersión y concentración permiten suponer que estos territorios tuvieron siempre una consideración especial para las formaciones sociales guanches. Los vestigios arqueológicos se encuentran en todas y cada una de las regiones exploradas del entorno del Teide, con mayor o menor concentración, llegando incluso a cotas tan altas como la cima del Pico Viejo.

La ocupación parece que fue prolongada en el tiempo, si descontamos la presencia de los alzados, ya que existen evidencias arqueológicas en algunos yacimientos datados por procedimientos radiocarbónicos o paleomagnéticos que se sitúan en el siglo XIII/XIV (Hogar de Chafarí).

En Canarias tenemos la suerte de contar no sólo con los restos arqueológicos para estudiar la sociedad guanche, sino también con documentos escritos que se generan antes, durante y después de la conquista. Estas fuentes narrativas nos proporcionan una información muy valiosa sobre la vida de estas poblaciones. Sobre todo en relación a los aspectos del comportamiento que son más difíciles de entender en los registros arqueológicos (mundo religioso y simbólico, organización social, etc.) Es indudable que la validez de estos textos requiere de un riguroso análisis de crítica histórica, pero son indispensables para abordar los estudios prehistóricos de la isla.

Llama la atención las escasas referencias que existen en estas fuentes etnohistóricas respecto a la presencia de los guanches en la cumbre y Las Cañadas, que contrasta con la gran cantidad de vestigios arqueológicos que han quedado.

Para Tenerife destacan las aportaciones de A. de Espinosa, L. Torriani y J. Abreu Galindo. Esta documentación es muy parca, como ya dijimos, en referencias vertidas sobre la ocupación de Las Cañadas y su explotación, si bien es rica en la descripción de otras muchas parcelas relacionadas con la vida de los guanches. Los textos sólo hacen alusiones muy generales a los movimientos desde la costa hasta la cumbre y de su carácter estacional: "en invierno vivían cerca del mar y en verano en la montaña" ( L. Torriani). Alonso de Espinosa, quien conoció y habló con los descendientes de los guanches a finales del siglo XVI, menciona los desplazamientos estacionales de costa a cumbre y, sobre todo, la organización de estos traslados: "cuando el rey mudaba casa, que era el verano a la sierra y el invierno a la playa, llevaba a los ancianos consigo y una lanza o banot delante de sí a trecho, para que supiesen que era el rey; y cuando algunos le encontraban en el camino, postrábanse por tierra y levantándose, limpiábanle los pies con el canto del tamarco y besábanselos; el asta que el rey llevaba delante de sí a trecho llamaban añepa".

Algo más extensas son las referencias que aluden al mundo mágico de los guanches:

"Decían que havía un infierno en el Pico de Teida (porque Eheida quiere decir infierno y el demonio se dice guaiota”. (Torriani, 1978: 179-180).

"Quizá por esto creyeron algunos (como lo escribió un autor español), que este monte es el Atlas; porque coge el verso de Virgilio, en el cuarto canto de la Envida, y en lugar de decir últimus aethiopicum, dice: Ultimus Hesperidum locus est, ubi maximus Atlas, por haber recibido estas islas el nombre de Hespéridas, impuesto por Hércules. Pero (si bien me acuerdo de haberlo leído, hace ya muchos años), Píndaro, al describir en este océano Atlántico la sede de los dioses, finge que la ninfa Tirsis está sentada encima de este monte, cuyo nombre significa en griego alto o cosa que está en lo alto. Los antiguos isleños lo llamaron Echeide que significa infierno, por el fuego espantoso, ruido y temblor que solía hacer, por lo cual lo consideraban la morada de los demonios". (Torriani, 1978:175-176).

"Con todo esto conocían haber infierno y tenían para sí que estaba en el Pico del Teide y así llamaban al infierno Echeide". (A. de Espinosa).

"Tenían cierta noción de la inmortalidad y del castigo de las almas porque creían que había un infierno y que éste se encontraba en el pico del Teide, y llamaban al infierno Echeyde y al demonio Guayotta". (Scory, 1993: 106).

"Mas conocían hauer infierno, i que solamente era para el demonio llamado guaiota (…) que hauitaba en el volcán del pico de Teide".

"Conocían hauer demonios que hauitaban en la profundidad de la tierra i salían por las vocas de los volcanes y que allí padecían crueles tormentos". (Cedeño, 1993 (1682):378,379).

El estudio crítico de este tipo de datos ha servido al Profesor Tejera Gaspar para plantear que el Teide debió ser considerado por los guanches como Montaña Sagrada o Axis Mundi, figura frecuente en las concepciones cosmogónicas bereberes.

En las culturas circunmediterráneas, algunas montañas singulares poseyeron un carácter sagrado, como fue común también en las sociedades protohistóricas del Magreb. La concepción del Axis Mundi también está presente entre las poblaciones prerromanas africanas, tal como Heródoto expresa al referirse al Atlas. La creencia de que la bóveda celeste se hallaba sostenida por un pilar como soporte de las dos realidades físicas -el cielo y la tierra- y, por extensión, de los dos mundos, el superior y el inferior, donde ubicaban a los espíritus benefactores y a los seres malignos. El Teide en la cosmogonía guanche desempeñaría este papel y sería la Montaña Sagrada por excelencia. Sería igualmente un referente simbólico para los habitantes aborígenes de las otras islas, sobre todo las más cercanas, como La Gomera, Gran Canaria, La Palma y El Hierro, contribuyendo "a la génesis de una cosmogonía y mitología propias, recreada a partir de un símbolo común en todas las culturas insulares, sin que alcancemos a comprender cómo fue entendida en cada una, cuando lo contemplaban en la distancia, emergiendo y elevándose sobre el mar, como si se tratara en efecto del soporte y la unión de los dos mundos, como un auténtico "sustentador del cielo y la tierra". Existe un buen número de yacimientos arqueológicos asociados a manifestaciones religiosas en las islas -especialmente cultos astrales- que parecen estar singularmente ubicados respecto al Teide y que las investigaciones arqueoastronómicas tratan de desvelar. El investigador J. A. Belmonte nos dice que además de su papel de eje del mundo, el Teide siempre ha constituido un referente global para todo el Archipiélago. Por ejemplo en la isla de Fuerteventura el pico del Teide sólo es visible en días muy claros y en particular desde las degolladas y cumbres más altas, como es el caso de la Montaña de Tindaya, otra de las montañas sagradas más importantes de Canarias. En esta montaña se encuentran los grabados podomorfos y, aunque los trabajos efectuados parecen demostrar que el referente astronómico es el más importante a la hora de determinar la orientación de los grabados, es seguro que la visión lejana del Teide también jugara un papel determinante en la sacralización de ese sector del horizonte.

El Teide debió jugar un papel excepcional entre los guanches, como ya destacamos anteriormente, y que se ha podido confirmar en la especial situación que ocupa en relación con numerosos lugares tenidos por sagrados por sus características, en especial estaciones con grabados rupestres, o presencia de canales y cazoletas. El ejemplo más representativo es el de la Degollada de Yeje, en las cercanías de Masca. Allí se encuentra un posible centro de culto, que se localiza exactamente, según J. A. Belmonte en aquel lugar de la degollada donde empieza a divisarse la cumbre.

El carácter sagrado de esta montaña y su entorno se fue reforzando con el tiempo por las diversas erupciones volcánicas que hoy sabemos que con seguridad fueron presenciadas por los aborígenes. Surge así una reinterpretación del volcán, acentuando su carácter maligno, que es el que recogen los europeos en las primeras fuentes escritas narrativas sobre los aborígenes de los siglos XV y XVI, en consonancia con el terror y la superstición que se tenía a las montañas en esa época "los antiguos isleños lo llamaban Echeide que significa infierno, por el fuego espantoso, ruido y temblor que solía hacer, por lo cual consideraban morada de los demonios (L. Torriani),"... demonio llamado guaiota (...) i que habitaba en el volcán del Pico del Teide (A. Sedeño). En los primeros portulanos y representaciones cartográficas de las islas atlánticas se utiliza el sustantivo "infierno" para denominar a la isla. De este temor nacen posteriores leyendas literarias isleñas, como es la lucha entre Guayota, el maligno y Magec, el Sol "Y prosiguió Guayota vomitando fuegos como una hoguera desmesurada, hasta que Achamán, al fin, logró vencerle. Como castigo a su maldad lo encerró para siempre dentro de Echeyde. Después devolvió Magec al cielo para que siguiera iluminando la tierra y en seguida el día volvió a ser día, se aquietaron las aguas y las nubes, y regresaron a sus grietas y escondrijos arañas y perenquenes. Guayota, desde entonces, acecha y amenaza en los volcanes..."

Hay que recordar que el Teide, como elemento geográfico más visible de las mismas, fue un punto de referencia para la navegación entre el Estrecho y la costa atlántica africana desde la Antigüedad. Los intereses de los pueblos colonizadores de la cuenca mediterránea en la costa africana atlántica y la existencia de un conocimiento sobre las islas están probados. En las noticias geográficas que Plinio el Viejo (s.I d.C.), (23-79) ofrece sobre la costa africana, en su enciclopédica obra se encuentra una referencia a la existencia de unas insulae Fortunatae; se alude a estas islas entonces con un nombre de mucho arraigo en la tradición mítica de los pueblos mediterráneos y se incorporan como hitos de la navegación de esta zona atlántica en el mundo antiguo (J. Delgado).

Las islas Canarias y El Teide se mantendrán como referente en la navegación por el Atlántico y jugarán un papel fundamental en el descubrimiento y colonización de América. La ruta de Colón en su búsqueda del camino de Occidente para llegar a las Indias, se inicia en el puerto onubense de Palos "con rumbo a Canarias". "Esta singladura del Almirante Colón principiada en el albor del 3 de Agosto de 1492 sería también el comienzo de un camino obligado por las islas que desde esa fecha se transformarían en lugar de aguada y avituallamiento de las naves que desde los últimos años del siglo XV, el siglo del Descubrimiento, y durante el XVI, la centuria de la colonización, harían de los puertos canarios la principal escala para las nuevas tierras descubiertas". El Teide está presente como volcán y referente del mundo conocido. La referencia del Diario de Colón de que "vieron salir gran fuego de la sierra de la isla de Tenerife", se complementa con el testimonio de Bartolomé de Las Casas que figura en su Historia de Las Indias: "Dice aquí Cristóbal Colón que, una noche de aquellas que andaba cerca de Tenerife, salió tanto fuego del pico de la sierra -que, como arriba se dixo, es una de las altas que se saben en el mundo- que fue cosa de gran maravilla". En la "Primera Carta del Descubrimiento" de Colón dice, refiriéndose a la nueva naturaleza contemplada de la Española: "las tierras d`ella son altas, y en ella muy muchas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Tenerife".

El papel orientador del Teide en estos tempranos momentos de la navegación atlántica le proporcionó "categoría cultural" entre las naciones europeas. Los viajeros y navegantes renacentistas resaltaron el amplio conocimiento que existía de la montaña de Tenerife, sobre todo entre las naciones hegemónicas en el mar (Inglaterra, Holanda, Francia y España), como ha dicho N. Lemus.

Continúa...

AAVV: El Teide

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