La cueva sepulcral del Barranco de Jagua, en El Rosario, Tenerife. (El enterramiento)
5. El enterramiento
Por primera vez en Tenerife se va a poder describir un enterramiento con el cadáver todavía in situ. Se va a proceder con la misma minuciosidad que se hizo la excavación. Dadas las circunstancias que concurrían en este yacimiento y el hecho de haber podido llegar a tiempo de hacer una excavación cuidadosa, el resultado fue muy valioso, teniendo en cuenta las zonas oscuras del mundo aborigen que eran súbitamente alumbradas.
La entrada o acceso a la cueva se logró mediante el auxilio de una cimbreante pasarela, que estaba formada por tablones sujetos con cuerdas (lám. I-1). Al entrar en la covacha, que se alcanzaba por su costado izquierdo, lo primero que se descubría era un fémur saliendo de una masa revuelta de pieles y descansando sobre unas ramillas secas. Medio cubierto de tierra se veía un tablón de tea. El otro fémur desaparecía debajo de una capa de tierra fina y conglomerado, materiales que recubrían parcialmente a la momia. Esta tierra procedía de los desprendimientos de la propia cueva, pues los guanches no inhumaban sus muertos, como es sabido. Entre el fémur y el tablón de tea se veían pajuelas, hierbas secas y ramas finas.
El fémur izquierdo se descubría en su parte superior. Toda la parte inferior de la momia, con las pieles de envoltura, aparecía muy deteriorada, pues dada la caída de la cueva, aquélla quedaba expuesta al viento y a la lluvia, aunque menos al sol, por estar la cueva emplazada en la parte de la sombra.
Con todo, era posible determinar la colocación de la momia sobre los tablones: posición decúbito supino y en dirección S-N, es decir, en el sentido longitudinal de la cueva. La cabeza quedaba cerca del fondo. Las pieles que cubrían la parte superior del cadáver estaban mejor conservadas, aunque la cantidad de tierra que sobre ellas había caído las había roto en varias zonas (lám. III-1).
Hecha la limpieza cuidadosa de la parte superior de la momia, se descubrió que estaba envuelta con varias pieles de cabra, finamente agamuzadas, cosidas en sentido longitudinal, aunque la costura de unión aparecía rota a la altura del vientre. La rotura era accidental, ya que originariamente el cosido se prolongaría hasta los pies —zona hasta la cual llegaría la envoltura—, pues la cabeza aparecía también cubierta. Un punto que queda por aclarar —y que de momento, dada la fragilidad de la piel no es posible— es averiguar si el cadáver estaba vestido y sobre las vestiduras se enrollaba la piel que lo cubría exteriormente, o esta envoltura se ceñía sobre el cadáver desnudo. Éste es un trabajo de laboratorio que no podrá acometerse hasta que no se pueda realizar con toda clase de garantías para la conservación del cuerpo en su posición anatómica, teniendo en cuenta que éste enterramiento va a ser colocado en la misma disposición en que fue hallado, en una exacta reproducción de la cueva sepulcral.
Volvamos a la momia en la cueva. La envoltura de la cabeza era independiente de la del cuerpo, y consistía en una piel muy fina, colocada bajo el cráneo y vuelta sobre la cara para plegarse debajo del maxilar inferior en doblez que se ceñía al cuello.
La piel que cubría a la momia era de color pajizo, mientras que la que tapaba el rostro era de color ceniciento oscuro.
El aspecto general de la momia puede verse en la lám. III-2. Pueden observarse las diversas capas de piel de la envoltura o sudario, el doblez y la unión de las pieles e incluso los cosidos para cerrar roturas u orificios naturales de la piel. Con posterioridad se descubrió el cráneo, para ver si el rostro conservaba huellas de momificación. Como es fácil advertir, es un cráneo desnudo, aunque en algunos puntos conserva pequeñas porciones de cuero cabelludo adherido al hueso. Esta misma lámina nos ilustra con gran claridad acerca de la colocación del cadáver en relación con los tablones y yacija sobre los cuales descansaba. Pero nos parece mejor presentar este interesante enterramiento por partes, a fin de que quede convenientemente detallado, ya que es la primera vez que un enterramiento de este tipo puede ser descrito y relacionado en todas sus partes con la excavación total del yacimiento. Insisto en la importancia que todo esto tiene para la etnología aborigen en general y para los ritos y prácticas funerarias guanches en particular. Aquí la arqueología no puede ser de ningún modo un fin, sino un medio para llegar a la reconstitución de las formas de vida del primitivo habitante de la Isla.
Vamos a referirnos en primer lugar al yacimiento. Retirado el cuerpo sin moverlo de la yacija, para lo cual hubo que sujetarlo con cuerdas a los tablones, quedó bajo éstos una gruesa capa de conglomerado volcánico suelto, de la misma naturaleza que el que forma la cueva y cubre la parte de barranco por aquella orilla. Entre el conglomerado de la cueva, debajo y en torno al cadáver, una tierra fina, carbonosa, con restos numerosos de fauna, probablemente de la descomposición cadavérica. Cerca del fondo, es decir, en la parte interior y más profunda de la covacha, centenares de cabezas de lagarto, que no tenían relación alguna con el enterramiento, ya que se trata, por lo visto, del lugar elegido por las aves para consumir sus presas. Citamos este hecho, porque los cráneos de lagarto, y más frecuentemente los huesecillos que los forman, aparecen dispersos en los yacimientos sepulcrales, y su presencia podría inducir a tomarlos en consideración sin causa que lo justificara.
La potencia del estrato de la cueva, de unos 20 cms., estaba constituída toda ella por el conocido conglomerado volcánico, excepto la parte inferior, de unos 10 cms., formada por un piso de lajas basálticas, en número de seis a lo largo y de cinco a lo ancho que constituían el embaldosado artificial de la cueva. (Véase en la fig. 2 el corte de este estrato visto desde la boca y el mismo en el perfil de la cueva. En esta misma figura se da esquemáticamente la disposición del cadáver sobre los tablones, con el corte del estrato).
Por ser un yacimiento en cierto modo intacto a la hora de proceder a la excavación del mismo, se acometió el estudio del soporte del cadáver. Este descansaba sobre una capa de vegetales, de los cuales se han podido identificar las siguientes especies: cerrillo (graminea silvestre), tomillo (Micromeria hyssopifolia W. B.) y tallos secos de cardón (Euphorbia canariensis L.). Láms. IV-1 y IV-2.
El cerrillo estaba desordenadamente distribuido sobre los tablones; el tomillo aparecía unido en manojos, preferentemente en el hueco cervical, y la leña liviana y plana del cardón intentaba un entramado, con la intención de limitar el cuerpo por los lados y en la cabeza.
Además de la intención de evitar al cadáver el contacto directo con la tierra, gracias a los tablones, se le acondicionaba una blanda yacija de hierbas (lám. IV-2).
El cráneo descansaba sobre dos lajas, con lo que aparecía ligeramente levantado. A esta causa se debe el que no se desprendiera, dada la sequedad y fragilidad de las pieles de envoltura y el hecho de estar sueltas las vértebras cervicales y, por consiguiente, el cráneo (lám. V-1).
Lám. I-1. Margen derecha y emplazamiento de la cueva. |
Lám. III-1. La momia en la cueva. |
Lám. III-2. Aspecto general de la momia. |
Fig. 2. Boca y perfil de la cueva con señalamientos de estratos. En la parte superior, esquema del enterramiento. |
Lám. IV-1. La parte superior de la momia. |
Lám. IV-2. Disposición de los maderos y de la yacija de hierba. |
Lám. V-1. Aspecto del enterramiento desde su parte posterior, con las piedras de cabezal. |
Lám. V-2. Detalle lateral del enterramiento. |
Continúa...
Luis DIEGO CUSCOY
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