martes, 17 de septiembre de 2013

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LOS ABORÍGENES CANARIOS Y LA NAVEGACIÓN


EMBARCACIONES DE CANOAS:


Una de las referencias del siglo XIV, cuando se iniciaban los primeros contactos con los navegantes europeos, resulta suficientemente explícita, «no tienen naves ni otro medio para ir de una a otra, a no ser que vayan a nado» (da Recco, 1341/1998: 36).Sin embargo, como en su momento destacó Hooton (1925: 58; Beltrán, 1971: 154;Mercer, 1980: 17), la existencia en Gran Canaria de sarcófagos labrados en madera permiten suponer la existencia de barcas monóxilas.¹

Actualmente, sólo ha aparecido un ataúd de madera bajo un túmulo del Maipez de Agaete (Barroso, 1999), cuyo uso es citado por Torriani (1592/1978: 114) para la isla. Más preciso incluso es Abreu (1590-1632/1977: 162), quien apunta que «Algunos nobles enterraban en ataúdes de cuatro tablas de tea, y las pilas mucho mayores y de mayores piedras». Aún admitiendo que pudiera ser una tradición tardía, introducida en la isla fruto de los primeros contactos con los navegantes europeos o con los monjes mallorquines que residieron en la isla, esta misma premisa sería aceptable para la posible existencia de pequeñas embarcaciones en dicho periodo.

En este sentido, un texto renacentista de fines del siglo XVI indica que «hacían barcos de árbol de drago, que cavaban entero, y después le ponían lastre de piedra, y navegaban con remos y con vela de palma alrededor de la costa de la isla [de Gran Canaria]; y también tenían por costumbre pasar a Tenerife y a Fuerteventura y robar» (Torriani, 1592/1978: 113).

Esta referencia a menudo no es aceptada y ha sido relacionada como una cita erudita derivada de las embarcaciones malayas (Serra Ràfols, 1957: 84-85) o las utilizadas por los indios del Caribe (Tejera, 1991: 61).

También podría pensarse que este dato se refiere a un momento tardío, durante el proceso de contacto con los primeros navegantes europeos pero, en ese caso, tendrían que existir más referencias coetáneas al momento de la conquista. Por lo tanto, quizás sería más lógico interpretarlo como una referencia oral tardía que haría mención a un recuerdo transmitido de padres a hijos sobre un conocimiento antiguo de la navegación que posteriormente se perdió. En este sentido, González Antón et alii (1998: 62) han señalado correctamente que no sólo señala una navegación costera, sino también una navegación de altura entre islas. El texto de Torriani hace mención a tres tipos de navegación que actualmente suelen practicarse a vela: una navegación costera, circundando la isla de Gran Canaria, que pudo facilitar los contactos especialmente en zonas de orografía más abrupta como las costas Norte, Oeste y Suroeste de la isla. 

Una navegación desde Fuerteventura a Gran Canaria, que cuenta con una ruta favorable de regreso desde la Península de Jandía, pues la ruta en dirección SW. a NE. hacia Gando (Telde), Maspalomas (San Bartolomé de Tirajana) o El Pajar-Arguineguín (Mogán) tiene vientos favorables del primer cuadrante.

Y una ruta desde Gran Canaria hasta Tenerife, saliendo desde Gáldar, Agaete o Mogán hacia Guadamojete-Radazul (El Rosario), Playa de Chimisay (Güímar), Puerto de Abona (Arico), 

Montaña Roja (Granadilla) o Punta de Rasca-Los Cristianos (Arona), aprovechando los vientos alisios del Noreste, con un regreso más complicado hacia Gran Canaria, con vientos del Suroeste.

Viniendo de Fuerteventura, durante el segundo viaje de Gadifer de la Salle en 1404, realizó una estancia de 11 días en el puerto de Arguineguín Chico y poblado de Arguineguín (Mogán, Gran Canaria), el cual pudo haber tenido unas 400 casas (Berthelot, 1840-42/1978: 105), donde se refleja que los aborígenes tenían claro conocimiento del uso de las lanchas, «envió Gadifer a la ciudad el bote de la barcaza, para recoger algunas cosas que nos habían prometido; pero ellos nos tendieron una emboscada y asaltaron a nuestras gentes, y pensaban coger nuestro bote; y todos nuestros hombres fueron malamente heridos, y les cogieron los canarios tres barricas llenas de agua y dos remos y un cable, y de repente entraron en la mar para cogerlos. Pero Hannibal, el bastardo de Gadifer, tal como estaba [herido], cogió un remo en su mano y no los dejó acercarse y se largó muy lejos en la mar» (de la Salle, 1404-19/1980: 64).

Pero más claro aún es cuando Jean de Béthencourt (1488-91/1980: 196), nuevamente procedente de Fuerteventura, intentó en Octubre de 1405 un desembarco en el puerto de Arguineguín Chico desde su galera con dos botes y 45 hombres, o quizás más de 200 según Marín de Cubas (1694/1986: 101-103), donde fueron atacados por los canarios y perdieron entre 22 y 60 hombres y lo que es más significativo, uno de los botes, teniendo que retirarse. 



¹ El Museo Canario, en Las Palmas de Gran Canaria, expone una posible pequeña canoa (fig. 3/2), tal vez amortizada como ataúd, que tiene señales de trabajo de desbaste y un resalte interno, testigo de construcción típico de las técnicas de vaciado de canoas monóxilas, entre un conjunto de tablones funerarios procedentes de Acusa (Arteara, Gran Canaria). Aunque no se acepte esta funcionalidad, indica el conocimiento de la tecnología para su fabricación.


Fig. 3. (1) Grabado de barco en la margen izquierda del Barranco de Adonai (Santa Cruz de Tenerife, Tenerife), muy próximo a la costa, orientado hacia el mar. (2) Posible canoa monóxila, con señales de trabajo y resalte interno de vaciado, posteriormente reutilizada como ataúd o tablón funerario de Acusa (Arteara, Gran Canaria) en El Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria.



Fuente: Los aborígenes canarios y la navegación. Alfredo Mederos Martín y Gabriel Escribano Cobo.

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