DESCRIPCIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS 1764 (III)
George Glas
Traducida del inglés por Constantino Aznar de Acevedo. Instituto de Estudios Canarios con la colaboración de Caja Canarias, 1999, 3ª reimpresión. 175 págs.
Otro de los aspectos de la traducción que deben revisarse por su incidencia negativa en la exactitud y naturalidad de la versión es la clara literalidad de algunas estructuras, sobre todo en lo que relativo a los posesivos, la voz pasiva, los equivalentes españoles que se eligen para determinadas formas léxicas inglesas y el uso del artículo en los topónimos. Como se sabe, en lo que se refiere a los posesivos, la lengua inglesa y la española muestran comportamientos opuestos. En inglés se quiere destacar en todo momento al poseedor y por ello esta lengua se sirve ampliamente de los posesivos, en evidente contraste con el uso más restringido que se produce en español y esto es lo que hace que la utilización excesiva del posesivo inglés en la traducción española resulte en muchos casos artificial, inapropiada e innecesaria. Aznar es consciente de este hecho y en un buen número de ocasiones resuelve satisfactoriamente esta cuestión pero también vemos diferentes ejemplos de este uso indebido y del negativo efecto que produce:
• a) «sus casas están construidas en piedra y cal [...] el rico miserable me hizo pagar por su cebada; y ¿observó qué ahorrativo estuvo con su vino, y cuando su mujer necesitaba cualquier cosa venía a pedirle las llaves a aquel patán [...] El rico campesino ya mencionado había estado con frecuencia en Tenerife para vender su maíz [...] tan temerosos son aquellas gentes de rebajarse al usar sus piernas» (cap. IV).
• b) «e hicieron tanto daño a los nativos, comiéndose su maíz y otros cereales» (cap. V).
• c) «Allí nuestros criados abrevaron a nuestros animales y llenaron algunos barriles con agua, para utilizarla en nuestra expedición» (cap. IX).
• d) «recuerdo de una balandra anglo-americana, de ciento cincuenta toneladas, que, habiendo perdido su mástil [...] los nativos mantienen fuegos encendidos en sus casas [...] pues sólo usan fuego en sus cocinas [...] no dudarían en construir chimeneas en sus casas [...] mi barquero juró solemnemente que nunca más trabajaría en el día de Todos los Santos».
• e) «Sus hojas destilan constantemente tal cantidad de agua que es suficiente para dar de beber a toda criatura viva [...] la circunferencia de su tronco es de doce palmos [...] su fruta se parece a la bellota [...] y la otra la usan para su ganado [...] y la que se conserva en invierno, basta para el consumo de ellos y de sus ganados [...]. En el lugar donde crece el árbol vive una persona, la cual está nombrada por el Consejo para cuidarlo, así como su agua» (cap. XIII).
• f) «pero tienen bellos ojos negros y chispeantes que les dan una vivacidad y un reflejo deslumbrante a su rostro [...] Nunca se ponen sus pelucas, sus sobretodos o espadas, sino cuando van en visita formal [...] la sujetan con un alfiler por debajo de la barbilla, de manera que la parte inferior sirve de pañuelo para cubrir su cuello y sus pechos. Por encima de esto (cuando salen) llevan un sombrero de anchas alas bajadas, para proteger sus caras del sol, y sobre sus hombros un mantón de lana [...] pero ninguna pasea por las calles sin velo, aunque las señoras hoy los llevan tan abiertos, que cualquiera puede descubrir toda su cara, el cuello e incluso parte de sus pechos [...] la parte más costosa de su vestimenta son sus pulseras, collares, pendientes y otras joyas [...] de tal manera que las mujeres no son reconocidas y por consiguiente, no cuidan su forma de andar, y los movimientos de los hombres quedan escondidos por sus largas capas; cuando no se las ponen y se visten con sus casacas y llevan espadas, bastones y pelucas, con sus sombreros bajo el brazo, tienen el aspecto más tieso, torpe y ridículo que se puede imaginar [...] San Pedro está representado mirando a un gallo y llorando, y un gran manojo de llaves colgando de su cinto [...] Rara vez usan cortinas para sus camas en estas islas» (cap. XIV).
• g) «Los naturales de las islas son sobrios en su alimentación y en su bebida [...] me levanté y le dije al dueño de la casa que veía que no era capaz de impedir que me insultara en su propia mesa y cogiendo mi sombrero me marché» (cap. XV).
Mucho más acertado hubiera sido convertir la mayoría de los adjetivos posesivos ingleses del original en artículos definidos, que es la práctica habitual en este caso. Sin duda alguna, con ello se rebajaría la redundancia, se evitaría el efecto contraproducente que ésta genera y se ganaría en propiedad lingüística y naturalidad expresiva. En cuanto a la voz pasiva, se olvida que su uso es mucho más frecuente en inglés que en español y no se tiene en cuenta suficientemente que no todas las frases de este tipo que encontramos en inglés son susceptibles de ser vertidas a español de forma literal, porque haciéndolo así se obtiene una expresión claramente desfigurada y muy poco natural, tal y como se puede advertir en algunos pasajes:
• a) «la costa próxima de África a las Islas Canarias era llamada por los antiguos Getulia» (cap. III).
• b) «Por los habitantes del resto de las Islas Canarias son considerados rudos y toscos en sus maneras [...]. En cuanto al pan, es raramente comido excepto por la gente rica» (cap. IV).
• c) «los nativos fueron frecuentemente molestados por corsarios argelinos [...]. Con toda probabilidad, los ingleses debieron ser engañados en cuanto al número de habitantes de la isla [...]. El primer trigo sembrado en esta isla fue traído por Diego de Herrera desde Berbería» (cap. V).
• d) «por tiempo claro, cualquiera de estas islas puede ser vista desde la otra» (cap. VI).
• e) «el cual durante muchos años ha sido conservado sano, entero y fresco [...] pues por algunos son consideradas formando parte de las Islas Canarias» (cap. XIII).
• f) «fue llevado por el viento y los mares durante dos días y dos noches» (cap. XV).
• g) «todos los ejemplares fueron confiscados poco después por la Inquisición [...] no pueden ser importados a las islas sin ser primero examinados por el Santo Oficio» (cap. XVI).
• h) «temen navegar por aquellos mares, en donde pueden estar en peligro de ser apresados por los corsarios» (XVII).
Sin duda alguna, estos casos se podían haber solventado de un modo mucho más satisfactorio a través de una pasiva refleja, una forma impersonal o una forma activa. Junto a esto, Constantino Aznar insiste en darle a varias voces inglesas un equivalente literal en español, como es el caso de apartment y habitation:
• a) «Los apartamentos principales se encuentran, en general, en esta parte de la casa que mira a la calle, que comprenden un vestíbulo, con un apartamento de cada lado. Estas habitaciones son del ancho total de la vivienda, y el vestíbulo tiene la misma longitud que cualquiera de los apartamentos de las extremidades... Los apartamentos están todos enjalbegados... En un apartamento especial, en cada lado, existe un lugar que se eleva como un escalón sobre el suelo» (cap. XIV).
• b) «pues no hay castillo alguno ni habitación cerca de este puerto» (cap. I).
• c) «Este volcán estaba cerca del mar, en un lugar alejado de toda habitación» (cap. III).
• d) «Desde aquí a la Villa de la Orotava el país abunda en habitaciones... Todos estos lugares están muy poblados y situados a cierta distancia del mar, el cual desde muchos de ellos puede verse, y en verdad ninguna habitación se encuentra aquí a una distancia mayor de tres leguas del mar... Entre las dos, se encuentran las ciudades de la Orotava y Puerto de La Orotava, con un número de habitaciones separadas desde la costa hacia arriba hasta las nubes, en medio de las cuales, o más arriba, ya no hay casas o habitaciones... pero en otros lugares de la isla, y a la misma altura, estando lejos de cualquier habitación, las hay en gran número» (VIII).
Continúa...
Francisco Javier Castillo
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