MILICIA, FORTIFICACIONES Y VIDA COTIDIANA EN LA ISLA DE LA PALMA DURANTE EL SETECIENTOS: UNA VISIÓN SOCIO-POLÍTICA A TRAVÉS
DE LA CORRESPONDENCIA PRIVADA (1764-1767). (II)
2. MILICIA Y FORTIFICACIONES DEL SETECIENTOS EN LA PALMA.
Obviamente, en la relación epistolar que mantiene don Felipe M. Massieu con el comandante general de las Islas, don Domingo Bernardi, los temas relacionados con las milicias ocuparon un lugar preponderante; pero aun dentro de este tipo de asuntos destacaron algunas materias de modo especial, así y en este sentido, una preocupación constante que se refleja en la correspondencia aludida es la continua inquietud por mejorar la defensa de la isla, y particularmente por reparar las fortificaciones, concentradas en su mayor parte en torno al principal enclave portuario: S/C de La Palma, el punto más débil en cuanto a la defensa de la isla, ya que contaba con una amplia zona de playa, que favorecía un posible desembarco, frente al resto de la isla, cuya propia naturaleza orográfica constituía por sí solo un baluarte natural (8). A lo largo del Antiguo Régimen la isla había sufrido las consecuencias de los ataques piráticos y las invasiones de los enemigos de la monarquía hispánica (9).
(8) CASTELLANO GIL, J.M.; MACÍAS MARTÍN, F.J. y SUÁREZ ACOSTA, J.J. (1990): Historia de las Fortificaciones de la isla de La Palma, S/C de Tenerife, pp. 19-34.
(9) RUMEU DE ARMAS, A. (1991): Canarias y el Atlántico. Piratería y Ataques Navales. V tomos, edición facsímil, Madrid. MARTÍN RODRÍGUEZ, F.G. (1995): «Santa Cruz de La Palma, la Ciudad Renacentista», S/C de Tenerife. BETHÉNCOURT MASSIEU, A. (1997): «La Defensa Militar de Gran Canaria. De la Guerra de Sucesión a la última contra Inglaterra», (A)nuario de (E)studios (A)tlánticos, núm. 43, pp. 69-165. BETHÉNCOURT MASSIEU, A. (1994): «Reflexiones sobre la repercusión del curso marítimo en las islas Canarias», en Las Sociedades Insulares en el contexto de las interinfluencias culturales del siglo XVIII, Coimbra, pp. 51-92. ALFARO HARDISSON, E. (2000): «Aspectos sociales y políticos de las milicias tinerfeñas en la segunda mitad del siglo XVI», en Estudios Canarios. Anuario del Instituto de Estudios Canarios, XLIV [1999], La Laguna.
Todavía en el siglo XVIII las mismas amenazas seguían siendo plenamente válidas, como había comprobado personalmente el protagonista de esta correspondencia hacia mediados del siglo XVIII a raíz del desembarco de unos ingleses en la playa de Puerto Naos (Los Llanos) (10), todo ello pone de manifiesto que entre los palmeros —y los canarios en general— existiera una honda preocupación por mejorar su defensa, preocupaciones que se centran particularmente en la restauración y buena conservación de las fortificaciones existentes en la isla. En efecto, uno de los temas más frecuentes tratados por el Coronel don Felipe M. Massieu con el comandante general don Domingo Bernardi estaba relacionado con las diversas obras de mejora de la Batería denominada de San Carlos o los Guinchos, la cual fue construida en el siglo XVIII, comenzando su construcción en el año de 1743 y habiendo sido proyectada en 1742 por el ingeniero militar don Manuel Hernández (11); era de pequeñas dimensiones y de planta semicircular, capaz de albergar tres cañones. A la altura de 1765 la situación de la Batería no era buena y requería de importantes reparaciones, que al mismo tiempo eran lentas y dificultosas, como expresa don Felipe Massieu al comandante general:
Desde que V.E. me confirió su orden hice conferir a aquel paraje porción de cal, y di orden que se cortase leña, para que luego estuviese seca se fuese tirando; pero como se atravesó la sementera y el invierno maltrata los caminos de la tirada, con mucho chasco se pudo lograr la porción suficiente para guisar dos jornadas de dicha cal, que tengo yo en curtimiento para comenzar a gastarla pasada la Pascua. Y actualmente están bajando la leña para continuar en guisar toda la más que necesite, pues el presente tiempo es oportuno para ello, para obras de esta naturaleza y su buen éxito el punto principal, prevenir de antemano todos los materiales y ponerlos en el sitio donde se necesita (12).
(10) Carta de don Felipe Massieu a su tío don Pedro Massieu Monteverde, oidor de la Real Audiencia de Sevilla, La Palma, 16 de marzo de 1741, ALMT.
(11) Don Manuel Hernández estudió en la Real Academia de Matemáticas de Barcelona, inició su carrera realizando algunas obras en Málaga, ascendiendo a ingeniero extraordinario con el grado de teniente el 15 de abril de 1734, siendo destinado posteriormente a Pamplona. El 23 de noviembre de 1738, pasó destinado al Archipiélago Canario, llegando a Santa Cruz de Tenerife el 20 de junio de 1740. El año de 1741, levantó el mapa de Tenerife y en 1742 el de La Palma. Ese mismo año midió la altura del Teide, que fijó en 2.658 ¾ toesas. Durante su estancia en Canarias intervino además en la construcción de las baterías de San Francisco y Santa Isabel en S/C de Tenerife, y en la isla de La Palma en el castillo de Bajamar, conocido también como San Carlos o de los Guinchos. En 1749 participó en la construcción del muelle de Santa Cruz, siendo posteriormente ascendido a ingeniero en segunda, con grado de capitán, pasando a Cartagena de Indias en 1750. TOUS MELIÁ, J., opus cit., pp. 21-24.
(12) Carta fechada en La Palma, en 1 de abril de 1765.
El empeño personal del gobernador de armas dio sus frutos, gracias a sus desvelos y a la utilización de milicianos y criados para finalizar una obra de interés para la defensa de la isla, de ahí que en julio de 1765 se considerara que gran parte del trabajo estaba prácticamente concluido (13). No obstante, otras fortificaciones también requirieron la atención del gobernador de armas, particularmente el castillo o fortaleza principal de Santa Catalina, que se pretende ensanchar por esta época, sin embargo la crisis económica que atraviesa el Archipiélago hacia mediados del siglo XVIII, que afecta a la isla de La Palma con especial dureza, como ha puesto de manifiesto el profesor Bethencourt Massieu (14), supone que las inversiones en esta materia sean escasas y al cuidado de instituciones con pocos recursos como era el Cabildo, el cual desde 1659 recauda el impuesto denominado del uno por ciento sobre la entrada o salida de mercancías o hace uso de la sisa del vino para mantenimiento de fortalezas y artillería de estas fortificaciones, a lo que hay que unir lo recaudado por el repartimiento de tierras de Propios, caso del Mocanal. Por otra parte algunos individuos vinculados con las clases dominantes palmeras aportan caudal de su propio peculio para el mantenimiento y construcción de fortalezas (15); aunque en muchos casos los fines altruistas enmascaraban un sutil pragmatismo (16) con vistas a incrementar y consolidar su currículum social; es decir, se adquirían empleos de castellanos o alcaides de distintas fortalezas con el fin de utilizarlo como mérito destacado ante la Corona, a la hora de ascensos en las milicias, o de aspirar a otros empleos públicos (17).
(13) Así, en carta de 3 de julio de 1765, don Felipe Massieu manifestaba al respecto: «La presente sirve para decirle que, la batería de Los Guinchos se halla ya en muy buen estado, y dentro de unos días puede quedar concluido el alojamiento por lo tocante a paredes. Ahora pensando el modo de cubrirlos me parece ser lo más conveniente de azotea con cal y ladrillos sobre vigas, porque armandolo de tejado puede arruinarse dentro de pocos años y experimentarse otros inconvenientes, que son de temor atenta la malicia humana».
(14) BETHÉNCOURT MASSIEU, A. (1987): «S/C de La Palma (1780-1785). Una ciudad insular canaria en la crisis del Antiguo Régimen». En Serta Gratulatoria in Honorem Juan Régulo, tomo III, La Laguna, pp. 267-301.
(15) El propio don Felipe M. Massieu, en carta al comandante general, expresa: «No dudo que don Matías tocara a V.E., sobre el comunicado que se dirige a soltar al rey un pedaso de caudal que tengo en La Habana (y no se ha podido cobrar); con destino de que la real piedad lo aplique a fortificaciones de esta su isla, pues hay murallas que hacer bastantes, pues la que tienen son de piedra seca (a excepción de tal qual pedaso), y quando se embravese el mar se derriban, y sería conveniente acabada la obra del Castillo redorzar toda la Marina» ALMT. Ibidem, doc. cit.
(16) Véase la trayectoria de don Juan Monteverde, quien a mediados del siglo XVI se había ofrecido al Cabildo, para hacer una fortaleza a su costa, si éste conseguía que S.M. le nombrase capitán general o gobernador de las armas de esta isla, y alcaide de su fortaleza, obteniendo su nombramiento en el año de 1554, véase: LORENZO RODRÍGUEZ, J.B. (1987): Noticias para la Historia de la isla de La Palma, Tomo I, S/C de La Palma-La Laguna, pp. 146-7. Otro ejemplo ilustrativo del pragmatismo de la élite social palmera es el caso del coronel don Juan de Guisla y Castilla y de su hijo don Jerónimo Guisla que a principios del siglo XVIII aspiraban a la obtención de un título de Castilla, condado de San Antonio de Breña Baja, a cambio de la restauración del castillo o fortaleza de Santa Cruz del barrio del Cabo. Véase LORENZO RODRÍGUEZ; J.B.: Ibidem, pp. 410-411, y BETHÉNCOURT MASSIEU, A.: «Santa Cruz de La Palma en 1709: Un plano inédito y el Condado de San Antonio de La Breña Baja» AEA 36 (1990), pp. 53-64.
(17) Es frecuente entre los Massieu, al igual que en otras familias de la élite social canaria, hacer alusión a este tipo de empleos, en ejecutorias de limpieza de sangre y en la solicitud de oficios públicos, cuyos servicios y los de sus antepasados más inmediatos aparecen reflejados en los títulos de castellano o en los de oficiales de milicia. En definitiva, todos estos empleos contribuían a ir forjando y consolidando el prestigio social de la Casa o familia.
Don Felipe M. Massieu considera que el único recurso posible para ampliar el castillo de Santa Catalina es el sobrante de los Propios, ya que: «no puede ni debe tener destino más justo que en todo aquello que sea para fortificar la isla». El propio gobernador de armas de la isla es consciente de las dificultades que encierra tal empresa, por la morosidad de los tributarios de las tierras de Propios como era por ejemplo el caso del Mocanal (18) o bien por la mala gestión de los mayordomos o administradores de los citados Propios; por ello recurre al comandante general para que actuara con todo rigor contra los deudores del erario público, haciendo hincapié en que sólo la autoridad militar sería capaz de resolver esta situación, puesto que:
por los traslados y otros entretenimientos de la justicia ordinaria no se teme, como lo que camina por la senda del real servicio, que todos bajan la cabeza y obedecen (19).
(18) Las tierras del Mocanal fueron repartidas en 1680, con el fin de extraer recursos económicos para hacer frente a un Donativo a la Corona de 8.000 pesos .
(19) Carta de don Felipe Massieu, La Palma, 15-9-1765.
A la altura del mes de septiembre del año de 1765 todavía no se habían desarrollado las obras de ampliación de la fortaleza de Santa Catalina, pues según el plano realizado por el ingeniero militar, don Manuel Hernández, se habían acumulado materiales desde años anteriores sin poder emprender dicha obras por escasez de recursos. Don Felipe M. Massieu asumirá la responsabilidad del ensanche de la citada fortaleza de la que señala que «es una obra que ha sido siempre mi más delicioso objeto». Sin embargo, es consciente de los pocos recursos disponibles y de las dificultades para obtenerlos, mostrándose abiertamente crítico con el uso que la Real Audiencia realiza de los Propios de la isla de La Palma, manifestando al respecto:
Ahora paga la ciudad más porción de salario a los oidores por el aumento que le concedió la piedad del Rey, y aun cuando pagaban menos llegó el caso de rematarse parte de los Propios para satisfacer los salarios. En el año de 1758, por disposición de la Real Audiencia pasó don Josef Penichet, su escribano de cámara, a reconocer las usurpaciones que en el monte que llaman de arriba en dicho Mocanal, habían hecho aquellos vecinos. Y esta sola vez se gastaron 6.000 reales, con que el infeliz mayordomo que los suplió quedó dando testaradas; y por fin hasta el día de hoy la Audiencia nada ha resuelto. Las viñas plantadas se quedaron y el Cabildo no recauda un solo medio real (20).
(20) Carta de don Felipe Massieu, La Palma, doc. cit.
Del texto anterior se deduce una clara discrepancia con la Real Audiencia, lo que pone de relieve uno de los aspectos más característicos de la sociedad canaria del Antiguo Régimen: los conflictos entre poder civil y militar; de hecho la corres pondencia que estamos analizando en estas páginas va dirigida al comandante general, Domingo Bernardi, quien mantuvo numerosas controversias con la Real Audiencia, con lo cual las manifestaciones vertidas por el gobernador de armas de La Palma muestran un claro apoyo a la actitud desarrollada por su superior (21). No obstante, el gobernador de armas en ningún momento cuestiona la responsabilidad del Cabildo, ni de sus principales componentes, los regidores perpetuos, llamados a ser los principales implicados en la gestión de los Propios, por el contrario disculpa al concejo palmero cuando señala:
Todos tiran al cabildo, como si fuera con moro y nadie quiere pagar cuando es un crédito el más fortificado por los fines a que debe destinarse (22).
(21) VIERA Y CLAVIJO, J. (1978): Noticias de la Historia de Canarias, tomo II, Madrid, pp. 178-79. Sobre estos aspectos, véase BRITO GONZÁLEZ, O. (1995): Conflictos Jurisdiccionales en Canarias en el siglo XVIII, La Laguna.
(22) Ibidem, doc. cit.
Hay que tener en cuenta que don Felipe M. Massieu ostentaba el cargo de regidor perpetuo del Cabildo palmero, conjuntamente con otros individuos de su propia familia y que en la segunda mitad del siglo XVIII será uno de los principales protagonistas de uno de conflictos más singulares en la política local canaria del setecientos, se trata de los enfrentamientos que sostienen diputados y personeros del común frente a regidores perpetuos (23).
(23) Véase una descripción de los hechos en LORENZO RODRÍGUEZ, J.B.: III tomos, opus cit.
Los principales responsables de las distintas fortificaciones de la isla eran los castellanos o alcaides de dichas fortalezas. Todavía a mediados del siglo XVIII los nombramientos de estos empleos los realizaba el Cabildo, teniendo en cuenta la recomendación del comandante general o del gobernador de armas como máximo poder de las milicias a escala local, y como delegado del citado comandante general. Durante el Antiguo Régimen el empleo de castellano se encuentra monopolizado en torno a un restringido número de familias que conforman la élite social palmera, muchos de éstos son parientes de los regidores perpetuos del Cabildo, los cuales influyen de forma decisiva en los nombramientos de castellanos de las distintas fortalezas de la isla (24). El empleo más apetecido por las familias más influyentes de la sociedad palmera del Antiguo Régimen era la de castellano del castillo principal de Santa Catalina, puesto que no sólo implicaba la percepción de un sueldo por el desempeño de dicho empleo, sino también llevaba consigo la jefatura del resto de los castellanos de la isla (25). Sin embargo, a mediados del siglo XVIII la oligarquía palmera se muestra reticente a ocupar dichos empleos, pues las inversiones en la obtención de títulos de castellano y otros gastos que acarreaba dicho empleo le eran poco rentables, entre otras cosas por los escasos emolumentos percibidos y por la crítica situación económica de la isla durante esta coyuntura, de tal modo que, ante la escasez de candidatos para dichos puestos, se repiten los mismos individuos año tras año en los empleos de castellanos de la isla (26).
(24) El deseo de poseer un título de alcaide o castellano fue un fenómeno no sólo propio de la sociedad palmera, sino extensivo al resto del Archipiélago, incluso entre individuos no integrados entre las clases dominantes, según se desprende de las afirmaciones realizadas por José Agustín Álvarez Rixo a finales del Antiguo Régimen: «Había en estas islas una manía por ser oficiales de milicias y castellanos, es decir, gobernadores de varios castillejos y aún de algunas baterías in nomime; puesto que ni montados tenían sus dos cañones. Y muchos sugetos, sin más instrucción ni mérito que haber juntado algunos miles de pesos en sus talleres, agencias de bodega o de mayorales de negros en América. Que no sabían más que hacer con gran dificultad unos garabatos, que ellos creían era saber firmar. Solicitaba a porfía con regalos y cantidades crecidas nombramientos, quien de alférez, quien de teniente y hasta coronelatos, cuyos destinos contaban muchos miles de pesos» ÁLVAREZ RIXO, J.A. (1955): «Cuadro Histórico de estas islas Canarias o Noticias Generales de sus estados y acontecimientos más memorables durante los cuatro años de 1808 a 1812». Edición del Gabinete Literario, prólogo de Simón Sánchez Benítez. Epílogo del Excmo. Sr. Don Francisco de Quintana León, Marqués de Acialcázar, Las Palmas de Gran Canaria, p. 96.
(25) PINTO y DE LA ROSA, J.M. (1996): Apuntes para la Historia de las Antiguas Fortificaciones de Canarias, S/C de Tenerife.
(26) En efecto, don Felipe M. Massieu manifiesta en tal sentido al comandante general de Canarias: «Muy Señor mío: En respuesta a la de V.M. de 29 de Mayo en que de orden de S.M. me pregunta V.M., por que los castellanos de las fortalezas de esta ciudad no han ocurrido a obtener sus títulos; debo decir, que en el presente año se quedaron sirviendo los mismos tres castellanos que lo eran en el pasado; a saber: don Domingo Vandeval en la fortaleza de Santa Catalina, don Félix Poggio en la de San Miguel y don Nicolás Fierro en la de Santa Cruz, estos dos últimos no tienen un cuarto de sueldo y el primero solamente cinquenta ducados. Y como en el día de su recibimiento a fuerza del pundonor tienen su preciso gasto se escusan de admitir estos nombramientos, aunque la ciudad en su Cabildo de enero los elige y por este motivo se ha visto quedarse ilusorios muchas veces. Esto ha dado motivo a la ciudad para nombrar a sugeto alguno sin la satisfación que la dejen airosa, y ha sido causa para reelegir a los mismos que lo fueron en el antecedente año, quienes no han ocurrido ha obtener nuevo título por las razones expresadas» ALMT. Carta de don Felipe M. Massieu, La Palma, 3 de junio de 1765.
En los momentos de la elección de los oficiales de las milicias aflora la concepción que de la sociedad del setecientos tenía la hermética oligarquía palmera, cuyo rasgo más destacado es una rigurosa jerarquización sustentada en el poder económico y el prestigio social, este último en íntima relación con la reputación alcanzada por el linaje al que se pertenece. El comentario que realiza don Felipe M. Massieu al comandante general de las Islas sobre las dificultades para encontrar oficiales de milicias apropiados a los criterios que tradicionalmente se habían establecido, nos descubre la concepción ideológica que sobre la sociedad tenía la clase dominante palmera y nos muestra una visión de la realidad social de la isla a mediados del siglo XVIII, señalando al respecto:
Debo decir que ya hay días le tengo insinuado al Cabildo por lo respectivo a capitanes, y me respondieron que la demora consistía en no hallar sujetos de las circunstancias que previenen las Reales Cédulas que se han tenido aquí siempre en mucha observancia; no solamente por lo que favorecen a la nobleza, por las experiencias de que la buena sangre trae consigo la fidelidad del soberano. Pero nuestra desgracia, Señor, está en que la isla ha caído por todos los costados. El trozo de nobleza que había se ha atenuado mucho, y de quando estuvo aquí el Exmo. Sr. Bonito a hoy se encuentra notabilísima decadencia, han muerto aquellos sujetos que con su madurez y buena luz eran el esplendor de la patria; y hoy apenas se encuentra gente moza, porque el que puede se extravía y deja el rincón.También de un medio gremio había personas decentes por su índole y buena crianza que les hacía lugar entre los de mayores quilates, empero corriendo la vista hoy no encuentro uno de esta clase (27).
(27) ALMT. Carta fechada en La Palma, 7-9-1764.
Los argumentos que refleja en el texto anterior don Felipe Massieu se encuentran bajo el prisma ideológico defendido por la oligarquía palmera; por un lado estaría la denominada por Massieu «nobleza», grupo formado por la clase dirigente por excelencia de la isla, acaparadores de las regidurías perpetuas, dueños de grandes propiedades, partícipes en el comercio canario-americano e interinsular, y al mismo tiempo desempeñaban los empleos más importantes de las milicias locales. Desde un punto de vista social estaban emparentados entre sí y al mismo tiempo se producen enlaces matrimoniales con algunas de las familias más poderosas del Archipiélago. Por otro lado, y en el ámbito de las élites locales, Massieu se refiere a un sector de ésta de menor poder social y económico que denomina de «medio gremio», constituido por un grupo social intermedio formado por la burguesía comercial y agraria (28) estrechamente vinculada al comercio canario-americano y al comercio interior, entre los primeros destaca un grupo de individuos de origen extranjero (29) (fundamentalmente irlandeses), aunque entre la burguesía comercial autóctona hay algunas familias de gran poder económico merecedoras de un estudio monográfico, imposible de acometer en los estrechos límites de este estudio (30). Por último, por lo que respecta a la burguesía agraria ésta también tendría cabida en ese «medio gremio» del que nos habla Massieu, formado este grupo por campesinos acomodados, grandes arrendatarios de tierras, etc. Es evidente que en el horizonte mental de Massieu, según se pone de manifiesto en el fragmento citado anteriormente, predomina una visión propia de las clases dirigentes del Antiguo Régimen, donde los grupos sociales que sobresalen por su poder económico y social —terratenientes y burguesía agraria y comercial— son los únicas opciones válidas a la hora de ocupar los puestos más relevantes de la sociedad.
(28) Véase GUIMERÁ RAVINA, A. (1985): Burguesía extranjera y Comercio Atlántico. La empresa comercial irlandesa en Canarias (1703-1771), S/C de Tenerife; ARBELO GARCÍA, A. (1987): La burguesía agraria del Valle de La Orotava (1750-1823), La Orotava.
(29) LORENZO TENA, A.: «Irlandeses en La Palma durante el siglo XVIII», El Día, 30 de enero de 1998.
(30) Pueden verse algunos rasgos de esta burguesía en HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. (1996): La Emigración canaria a América (1765-1824). Entre el libre comercio y la emancipación, CCPC, S/C de Tenerife.
La opción de don Felipe M. Massieu a la hora de nombrar las vacantes entre los oficiales de milicia era clara: designar a los miembros de su propio grupo social, procurar reproducir la organización social vigente y, en caso estrictamente necesario llevar a cabo un ligero retoque, evitando en lo posible que otros sectores sociales ocuparan los puestos de mando; y ello a pesar de la extinción biológica de un sector de la oligarquía palmera, del cambio de residencia hacia las otras islas de realengo o la emigración hacia América de un contingente significativo de este sector social, a este contexto hay que añadir las repercusiones de una fuerte crisis económica que afecta con dureza a la isla de La Palma en el setecientos (31). En efecto, Massieu propone que la oficialidad de las milicias sea ocupada por «algunos caballeritos jóvenes» (32).
(31) BETHÉNCOURT MASSIEU, A.: opus cit.; MACÍAS HERNÁNDEZ, A.M.: «La Economía Moderna siglos XVI-XVIII)», pp. 133-182, en BETHÉNCOURT MASSIEU, A. (1995): Historia de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria.
(32) La propuesta del gobernador de armas fue aceptada por el comandante general, don Domingo Bernardi, como se deduce de las manifestaciones del propio Massieu: «Quedo muy complacido de la orden que se sirve comunicarme para que se propongan para las tenencias del regimiento algunos caballeros jóvenes, que actualmente son sus tenientes; con lo que irán proporcionando por otros empleos, al paso que con la edad irán madurando su conducta y luego se pondrá practica el hacer otras propuestas» ALMT. Carta de don Felipe M. Massieu, La Palma, 30 de septiembre de 1764.
Más que un espíritu reformista, rasgo definitorio del Siglo de las Luces, don Felipe M. Massieu se muestra partidario de reformar las compañías de milicias de la isla en consonancia con su experiencia militar y su personal pragmatismo, a lo que hay que añadir el objetivo de controlar férreamente los mandos de dichas compañías. En efecto, el gobernador de armas de La Palma considera el mantenimiento de algunas compañías como algo arcaico e inútil, particularmente por lo que respecta a la compañía de caballería, de la que expresa:
La compañía de a caballos es aun más inútil en el país, porque para nada sirve como lo tiene acreditado la experiencia; pues si se ofrece despachar un aviso de una parte a otra, jamás se valen de tales soldados, porque si el de a pie llega a las cuatro horas, gastaría por lo fragoso de los caminos ocho el de a caballo (33).
(33) ALMT. Ibidem, 7-9-1764.
Pero no sólo los asuntos estrictamente de reorganización militar son los que inquietan a don Felipe M. Massieu, sino que hay un deseo subrepticio de controlar socialmente a los que ocupan los empleos más destacados de las milicias de la isla, marginando a los que no son de su confianza o no están bajo su dominio. En este sentido es ilustrativa la información que vierte Massieu en carta al comandante general sobre el desempeño de una capitanía en el regimiento de forasteros por parte del irlandés don Dionisio O’Daly, pocos años más tarde su más enérgico enemigo en los conflictos que enfrentarán a diputados y personeros del común, con los tradicionales ostentadores del poder político local: los regidores perpetuos. Ciertamente, don Felipe Manuel Massieu relata al comandante general lo siguiente:
Sucedió hay pocos meses, que propuse a don Dionisio O’Daly por capitán de forasteros, porque el capellán del Excmo. Sr. Moreno antecesor de V.E. me hizo oportunas instancias; obligandome con advertirme que ya su Exa. había mandado tomar razón del nombre del sujeto, para en caso de no hacer yo la propuesta. Y como todo mi empeño era que dho. Sr. me lo mandase bajo de su firma, en atención a que dicha compañía estaba mandada suprimir por el Exmo. Sr. Bonito, como se anotó en los libros de la gente de guerra; en atención a que ya desde aquel entonces se conocía ser ociosa dha. compañía. Hice con repugnancia de mi genio dha. propuesta, y fue a manos de dho. Exmo. Sr. Moreno que le dio su curso para la Corte (34).
(34) Doc. cit.
Si bien el control de los empleos de oficiales de milicias podía presentar algún que otro conflicto —por lo general, nada grave—; no obstante, los suboficiales y la tropa están bajo el dominio absoluto del gobernador de armas; en efecto, los aspirantes a milicianos eran individuos que contaban con el beneplácito de don Felipe M. Massieu, configurando y fortaleciendo redes de clientelismo entre el campesinado y grupos intermedios de la sociedad. Por lo general el formar parte de las milicias canarias era una opción demandada por el campesinado, ya que en cierto modo significaba una situación de privilegio al escapar del dominio de la justicia ordinaria y depender jurídicamente del comandante general por la vía de los coroneles o gobernadores de armas, lo que hacía que a la hora de los castigos existiera una mayor condescendencia por parte de los mandos militares, naciendo toda una intrincada red de intereses entre jefes y oficiales de milicias por una parte y milicianos por otra, donde no escapan las interrelaciones personales; y al mismo tiempo ello podía conducir a un refuerzo de la autoridad militar frente a otros núcleos de poder —algunos de estos aspectos, como la potenciación del poder militar y la desvalorización de la justicia ordinaria o civil, se reflejan con nitidez entre las opiniones vertidas en la correspondencia que estamos analizando, como ya hemos señalado anteriormente—. Este proceso conduciría a un fortalecimiento de los lazos «feudalizantes» no sólo en la sociedad palmera, sino a escala de todo el Archipiélago, como bien ha señalado el profesor Béthencourt Massieu (35).
(35) BETHÉNCOURT MASSIEU, A. (1988): «La Asonada de la ‘pobrera’ de Lanzarote en 1789. Reflexiones socio-políticas». AEA. núm. 134, Madrid-Las Palmas, pp. 445-76. BETHÉNCOURT MASSIEU, A. (1994): «Reflexiones sobre la repercusión del corso marítimo en las islas Canarias» en Las Sociedades Insulares en el contexto de las interinfluencias culturales del siglo XVIII, Coimbra, pp. 51-92.
El favoritismo, la recomendación para obtener empleos relacionados con el ámbito de influencia del comandante general, genera redes clientelares más o menos amplias alrededor del poderoso gobernador de armas. Así en el año de 1765, don Felipe Massieu acude al Comandante General para que nombre como escribano de guerra a Miguel Acosta, del cual señala:
Es sujeto formal y de que me valgo siempre para todo cuanto ocurre, porque los demás son bisoños. Y en atención a que Andrés de Huerta que sonaba aquí escribano de guerra en tiempo de mi antecesor, es fallecido desde la última residencia; me ha parecido proponer a V.E. que si es de su aprobación se sirva mandar al referido Acosta despachar título de escribano de guerra (36).
(36) ALMT. Ibidem, 12 de marzo de 1765.
El oficio de escribano de guerra ante el que pasaba toda la documentación relacionada con los milicianos, era por lo tanto una actividad clave para estar bajo el dominio de individuos de la confianza absoluta del gobernador de armas (37).
(37) Otros empleos y actividades que por delegación del comandante general se le encargan a don Felipe M. Massieu, es por ejemplo toda la actividad relacionada con el correo, nombrando inicialmente como responsable de esta tarea al sargento Basilio Valle, y posteriormente al amanuense don Francisco Sánchez. ALMT.Carta de don Felipe M. Massieu, S/C de La Palma, 26 de marzo de 1765.
El gobernador de armas de la isla de La Palma como representante del comandante general, máximo poder militar y con extensos poderes en el plano político y jurídico a escala de todo el Archipiélago, despliega una amplia actividad en una variada gama de asuntos de diversa índole. Así lo vemos como el máximo responsable a la hora de difundir, entre el vecindario de la isla de La Palma, reales cédulas o otra normativa por lo común de aplicación general en toda la monarquía. Así en carta de 1 de noviembre de 1766, se informa de las reales órdenes que permiten el comercio de Canarias con Marruecos o bien sobre la obligatoriedad de guardar luto durante seis meses entre los milicianos por el fallecimiento de la reina Isabel Farnesio. Sin embargo, como era lógico, los asuntos que más predominaban son aquellos relacionados con el mundo de las milicias o cuestiones de tipo político-económico relacionadas con las actividades propias de su empleo, bien a escala local o de todo el Archipiélago; de ahí que en el año de 1766 se comunique a los milicianos que a partir de ese año no se aceptan memoriales sin la fecha ni la firma de los interesados, o que se dé difusión, en 1764, a una real orden en la que se especifican las penas en las que incurren los tesoreros y demás personas que manejan caudales pertenecientes a la Real Audiencia. Otro tipo de materias se refiere a consultas sobre jurisprudencia militar, como es el caso de la realizada en 1764 sobre los años que se tiene que guardar el empleo a los oficiales de milicias a raíz de su ausencia en Indias (38), o asuntos tan variopintos como los relativos a las características que deben tener los uniformes de los milicianos (39).
(38) Consulta que surge como consecuencia de la petición realizada por don Nicolás Amaro Fierro, capitán de la Compañía del Lugar de Mazo, que quería extender su antigüedad en el oficio hasta el año de 1726, año en el que embarcó para América. ALMT. Cartas de 29 de julio de 1764 y 29 de octubre de 1765.
(39) En efecto, en la correspondencia de 22 de junio de 1766, se expresa: «Recibo la de V.E. de 9 del corriente en que se sirve prevenir que los oficiales de este regimiento, conforme vaian necesitando nuevos uniformes los hagan de casaca y calzón azul con chupa, vueltas cerradas y collete encarnado, botones de metal dorado en casaca y chupa hasta medio talle. Sin que por esta nueva disposición se le obligue a los que tienen blanco, hagan el nuevo hasta que les precise por estar aquel destruido e indecente.Lo que en esta misma conformidad tengo participado a todos los oficiales de dicho regimiento para su observancia» ALMT. Correspondencia, doc. cit.
Continúa...
Adolfo Arbelo García
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