jueves, 3 de abril de 2014

Posted by MuSCaRTK | File under : , , ,

EL PRIMITIVO POBLAMIENTO HUMANO DE CANARIAS EN LA OBRA DE DOMINIK JOSEF WÖLFEL: LA PREHISTORIA INSULAR COMO «CULTURA MARGINAL O DE FRONTERA» (IV)

3.5. LA REPERCUSIÓN DE LOS TRABAJOS DE WÖLFEL EN SU CONTEXTO CIENTÍFICO INMEDIATO.

Las conclusiones de Wölfel sobre el primitivo poblamiento de Canarias contarían, tal y como ya hemos reflejado, con la aceptación de autores como Eugen Fischer. No obstante, el desarrollo de una visión como la de Wölfel, radicalmente distinta a la defendida por la Arqueología oficial española, es decir, a la esgrimida por los autores vinculados con la Comisaría General y con las Comisarías Provinciales de Excavaciones Arqueológicas de Canarias (Farrujia & Arco, 2002 y en prensa), llevarían al comisario general, Martínez Santa-Olalla, a emitir el siguiente juicio acerca de su contribución:

La concepción del problema racial no es clara ni concluyente, pues adolece, entre otras cosas, de un orientalismo mediterráneo, en nuestro sentir injustificado, de una manera inmediata. Este mismo defecto, acentuado, tiene la parte rigurosamente culturológica, ya que no son aceptables en historia primitiva de Canarias ciertos enunciados, sobre una base puramente romántica y ergológica, cual ocurre cuando se habla de relaciones con el Mediterráneo y la Creta del mismo minoico primitivo, que hoy por hoy no son posibles de postular ante el estado de la paletnología afromediterránea [Martínez Santa-Olalla, 1943:499].

La crítica de Santa-Olalla a Wölfel, a pesar de ser válida en algunos aspectos (inviabilidad de la conexión neolítica canario-cretense), se efectuó, sin embargo, no a partir de una argumentación arqueológica sino a partir del criterio de autoridad, pues el comisario general se limitó a refutar aquellas ideas de Wölfel que no encajaban con la hipótesis de poblamiento esbozada por la Arqueología oficial, pero sin llegar a aportar una contra argumentación arqueológica. En este sentido, parece obvio que la crítica de Martínez Santa-Olalla en relación con el orientalismo mediterráneo racial estuvo condicionada, básicamente, por el antisemitismo subyacente en el régimen franquista y en los círculos académicos franquistas, en particular. Sencillamente, se rechazó cualquier tipo de vinculación con el oriente mediterráneo que pudiese implicar el concurso del elemento racial semita. Asimismo, Martínez Santa-Olalla rechazaría de plano la existencia de relaciones entre Canarias y Creta, pues ello suponía que se cuestionaba la supuesta raigambre ibero-mauritana e iberosahariana de los indígenas canarios, con las implicaciones disuasorias que ello acarreaba (Farrujia & Arco, en prensa). Sin embargo, el comisario general no hizo ningún tipo de comentario en relación con el neolitismo defendido por Wölfel para los indígenas canarios, ni en relación con la pertenencia de éstos a la raza de CroMagnon, pues al fin y al cabo, se trataba de postulados afines en ambos casos. La crítica de Martínez Santa-Olalla, en definitiva, refleja cómo se refutó aquella parte del discurso de Wölfel que no era afín a la oficialidad, a la política de la Comisaría General o al discurso nacionalista, lo cual viene a reflejar la estrecha relación existente entre la adecuación del discurso, los saberes y el poder político. Y ello es un claro ejemplo de cómo la producción del discurso oficial persiguió dominar el acontecimiento aleatorio, es decir, los peligros que podían representar otros discursos alternativos (Foucault, 2002 [1970]:14 y 45). Un buen ejemplo de esto que aquí comentamos, del control discursivo, lo volvemos a encontrar en la carta que el comisario general remitió a Luis Diego Cuscoy, a raíz de la publicación del trabajo de Wölfel «Die Kanarischen Inseln, die Westafrikanischen Hochkulturen und das alte mittelmeer» en Paideuma (1950). Según apuntó Martínez Santa-Olalla al respecto:

Recibo una tirada aparte del tomo IV de la revista alemana «Paideuma», correspondiente a 1950, pp. 231-253 que se refiere a Canarias y prácticamente a las relaciones entre las Canarias, las altas culturas del África Occidental y el Mediterráneo antiguo. La razón por la que me creo obligado a comunicar a Vd. y a otros amigos canarios una crítica bastante fuerte de muchos puntos de esta publicación, es que en ella aparecen directa e indirectamente implicados los investigadores canarios, la Comisaría, el Seminario, y en último término yo mismo, y además, que dada la gran autoridad de Wölfel y su prestigio en esas islas, puede hacer un daño intelectual grave al inducir a los investigadores a seguir caminos equivocados y a apoyarse en interpretaciones excesivamente subjetivas.

[...] Quiero hacerle dos observaciones de orden estrictamente teórico. Repito que las hago, porque conociendo la gran autoridad de Wölfel y su prestigio ahí, puede ocurrir que incluso sus equivocaciones o sus interpretaciones excesivamente subjetivas, sean tomadas como dogma o acogidas como descubrimiento sensacional, con daño indudable para el serio trabajo científico en Canarias. Estas observaciones de orden teórico son fundamentalmente: Que el término de «África blanca» no es un descubrimiento particular de Wölfel, sino algo que viene ya circulando por ahí desde hace mucho tiempo, sobre todo entre españoles y franceses. [...] Sería lamentable que la popularidad de éste en Canarias y el mismo atractivo que tienen siempre las cosas brillantes y fantásticas sobre las más sobrias y seguras, indujese a los investigadores de cosas canarias a marchar por caminos falsos. Espero que estas aclaraciones, que no implican menosprecio alguno por la persona de Wölfel, ni por su interés por Canarias, sirvan para aclarar las cosas y evitar las malas a que aludo al principio de la carta (21).

(21) Carta de Julio Martínez Santa-Olalla a Luis Diego Cuscoy, fechada el 28 de diciembre de 1950 (Fondo Documental Luis Diego Cuscoy, carpeta. 10 (Correspondencia, 1950), documento 72 [2 hojas]).

Con posterioridad a estas primeras críticas de Martínez Santa-Olalla a Wölfel, el comisario general volvería a dedicarle algunas palabras al etnólogo vienés, en esta ocasión con motivo de la interpretación que Wölfel había propuesto para el yacimiento de Valerón, en Gran Canaria. Martínez Santa-Olalla, que había definido las cuevas de Valerón como un silo colectivo prehispánico, expondría en el prólogo al número 28 de los Informes y Memorias (Diego, 1953: 9) que Wölfel, «sin la menor vacilación, lanza el cuento del convento de las harimaguadas para los lectores de habla alemana» (22). Ante esta mención, no precisamente laudatoria, Wölfel tomaría cartas en el asunto respondiéndole al comisario general por medio de la Revista de Historia, en donde se encargaría de apuntar lo siguiente:

Con toda la consideración que tengo a las opiniones del admirado colega y no pretendiendo corregir al maestro de la arqueología en su propia esfera, mantengo, como hasta ahora, —y lástima es—, como mejor conocedor de las fuentes de la cultura de los indígenas canarios, esa sorprendente aseveración. No es leyenda popular el llamar este ejemplar de los edificios subterráneos cenobio de las harimaguadas, sino que fue viva tradición ya desde el tiempo de la conquista. [...] Espero que don Julio esté seguro [de] que mi trabajo se basa, en cuanto puedo, en el sincero y exacto estudio de las fuentes [Wölfel, 1954:83-84].

(22) El comisario general se refiere aquí a la opinión vertida por Wölfel en 1940 en la edición alemana de la obra de Leonardo Torriani.

Con estas palabras quedaría zanjada la discusión, pues ambos autores no volverían a insistir en el asunto. Martínez Santa-Olalla se había apoyado en el criterio de autoridad para hacer prevalecer su opinión, y Wölfel, por su parte, centró todo el peso de su argumentación en las fuentes escritas. Ambos autores, sin embargo, no recurrieron en ningún momento al concurso de las evidencias arqueológicas para hacer valer sus respectivos criterios.

Frente a la actitud observada en Martínez Santa-Olalla, lo cierto es que los trabajos de Wölfel gozarían de buena acogida por parte de otros autores contemporáneos. Son los casos de Sebastián Jiménez Sánchez, quien no descartaría la conexión entre Canarias y el Egipto predinástico, refiriéndose igualmente a la presencia de estructuras megalíticas en las islas (Jiménez, 1947:88; 1952:8-9 ó 1966). Luis Diego Cuscoy, por su parte, hablaría igualmente de la presencia de construcciones megalíticas en islas como Lanzarote o Fuerteventura (Diego, 1952:136), y catalogaría el Archipiélago como una zona marginal o estación de término de una vasta corriente cultural, siguiendo el criterio de Wölfel. No obstante, Cuscoy, a diferencia de Wölfel, le concedería mayor protagonismo al aporte cultural africano y al papel de tamiz desempeñado por el propio continente africano en relación con Canarias, relegando a un segundo término los aportes mediterráneo y europeo (Diego, 1949:205-206; 1951:18 ó 1968:18-19). En relación con esta afinidad discursiva existente entre Wölfel y Cuscoy, no debiera olvidarse que para el etnólogo vienés la raza de Cro-Magnon había sido la responsable del primigenio sustrato megalítico norteafricano, que luego se asentaría en Canarias; mientras que para Cuscoy, había sido igualmente la raza de Cro-Magnon la responsable de la cultura de sustrato o pancanaria.

Fuera del ámbito insular, otros autores extranjeros vinculados con los estudios canarios insistirían igualmente en la viabilidad de algunas de las ideas expresadas por Dominik Josef Wölfel. Alois Closs, profesor de la Universidad de Graz y discípulo del etnólogo vienés, defendería la presencia de una cultura megalítica en Canarias (Closs, 1966), mientras que Hans Biedermann, discípulo igualmente de Wölfel, subrayaría la importancia y validez arqueológica del término Westkultur (Biedermann, 1973).


Continúa...

A. José Farrujia de la Rosa
Mª. del Carmen del Arco Aguilar

0 comentarios:

Publicar un comentario