domingo, 13 de abril de 2014

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LAS MANIFESTACIONES RUPESTRES CANARIAS: CLAVES PARA UNA COMPRENSIÓN DE SU PROCEDENCIA. (II)

LA INVESTIGACIÓN DEL ARTE RUPESTRE DEL SAHARA Y DEL NORTE DE ÁFRICA; UN REPASO OBLIGATORIO.

Como en toda investigación, la del arte rupestre se nutre forzosamente de los trabajos que han sido realizados con anterioridad y de los resultados obtenidos en ellos. Para las Islas Canarias, ello significa que, aunque las aportaciones habidas en el tema de las pinturas y grabados del Sahara y Norte de África pueden sonar a lejanos, no es menos cierto, que necesitamos acudir a ellas, ya que inciden directamente sobre nuestras manifestaciones rupestres. En relación a un marco cronológico, no podemos pasar por alto los indicadores existentes para los primeros momentos de las inscripciones rupestres y de los grabados asociados a ellos.

Hemos considerado conveniente extendernos a lugares distantes de nuestras islas y comenzar con las pinturas del Sahara Central, en concreto, las del Tassili, Acacus, y los grabados de los altiplanos argelinos, lo que se justifica no solamente por los numerosos estudios que existen sobre ellos, sino además, porque es de interés examinar los elementos que han intervenido en su análisis y que condujeron a las clasificaciones. Obvia decir que, para separar diferentes grupos de imágenes en razón al momento cronológico o para determinar los autores responsables de su realización, se necesita más información que el simple conocimiento de los motivos que han predominado en cada época y sociedad; una importancia similar aportan la técnica, coloración de los surcos, tamaño, frecuencia de los temas, la distribución espacial, así como, hecho que ha sido olvidado en muchas ocasiones, las combinaciones que se han establecido entre los diferentes temas o el rechazo que algunos de ellos muestran tener entre sí. Un ejemplo de ello lo podemos ver en el carro esquemático que, aunque adscrito en ocasiones a la escritura líbico-bereber, se presenta solo en contadísimos casos junto al guerrero libio a camello o caballo y armado de escudo y lanza, un tema igualmente muy frecuente al lado de los textos escriturarios. Al mismo tiempo, en el periodo del caballo, si bien éste se convierte en rey de las representaciones, no es menos cierto, que dicho cuadrúpedo sigue ocupando su lugar entre las imágenes del siguiente periodo, el del camello; lo mismo ocurre con el buey, que lo veremos mucho tiempo después de haber concluido el periodo de los bóvidos. Tampoco resulta nada excepcional encontrarse en un yacimiento o, incluso sobre un panel, manifestaciones de diferentes momentos o pertenecientes a distintos ámbitos culturales.

Las imágenes del Sahara han transmitido valiosas informaciones, ayudado en buena medida por un naturalismo y unos motivos reconocibles con todo lujo de detalles, además de por el hecho de que ejemplifican de forma excepcional la evolución humana y la del medio ambiente. De hecho, los grupos sociales se han retratado desde la prehistoria hasta prácticamente la actualidad, junto al entorno que les rodeaba, como fiel reflejo de cada instante. Así es como fue posible distinguir la fauna salvaje de la sabana, cuya vegetación y recursos hídricos desaparecían en el proceso de desertización casi al mismo ritmo que las especies faunísticas más dependientes de ellos. El hombre, debido a su gran capacidad para inventar y armarse de objetos adecuados para hacer frente a las adversidades, ha sido el más preparado a la hora de adaptarse a los cambios climáticos, plasmando al mismo tiempo las instantáneas que eligiera como más significativas. No es de extrañar por tanto que las clasificaciones realizadas del arte rupestre fueron bautizadas con una síntesis muy ilustrativa de estas transformaciones en tierras africanas, con un acertado "seguir las huellas de los animales". Dichas clasificaciones han logrado diferenciar los periodos del búbalo, bóvido, caballo y camello, en este orden, siendo en el periodo del caballo y, según parecen estar de acuerdo la mayor parte de los investigadores, hacia finales de éste, cuando se insertan las inscripciones líbico-bereberes entre las manifestaciones rupestres. Con especial abundancia las veremos después en el siguiente periodo, en el del camello, cuando esta escritura ha terminado por propagarse a prácticamente todos los rincones de estos enormes territorios. Sabiendo aproximadamente las fechas de su inicio y de su expansión geográfica, dicha grafía se ha convertido de este modo en un indicador cronológico, sobre todo, para señalarnos las fechas más antiguas de su empleo.

Continúa...

Renata Ana Springer Bunk

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