domingo, 25 de mayo de 2014

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Ajuar doméstico guanche: Una cuchara y un plato

Recientes excavaciones nos han suministrado datos muy precisos sobre la calidad, tipo y número de las piezas cerámicas que formaban parte del ajuar doméstico indígena.

Con ser la cerámica el elemento más conocido entre todos los bienes que componían el ajuar doméstico aborigen, queda todavía bastante por hacer para determinar el número de piezas que formaban la serie completa de vasos usuales en toda habitación y familia primitivas. Se está en posesión de cifras bastante aproximadas, pero se espera que nuevos descubrimientos y excavaciones suministren los datos que faltan.

Conocemos la cerámica conservada en los paraderos pastoriles de alta montaña. El hecho de haber descubierto en dichos paraderos buen número de piezas enteras, y en varias ocasiones conjuntos completos en escondrijos próximos a los abrigos, facilita notablemente la tarea de determinación numérica y clasificación tipológica.

Donde persiste el problema es en las cuevas de habitación de las tierras bajas, especialmente de la zona costera. Salvo un afortunado hallazgo en el Risco de los Guanches (Tacoronte), con cuatro vasijas —tres de cerámica y una de madera—, en esas zonas los conjuntos ergológicos no se han conservado en ningún caso intactos, lo que no ha permitido las precisiones numéricas y tipológicas deseadas. Los paraderos pastoriles han sido más elocuentes a este respecto. Sin embargo, está en curso una excavación en la zona de El Sauzal, donde una cueva de habitación está suministrando el material suficiente para lo que se investiga. La manipulación y clasificación de los fragmentos hallados añadirán nuevos datos para el conocimiento del ajuar doméstico guanche.

Hasta tanto se completa este trabajo estadístico y se alumbran nuevos yacimientos, vamos a dar hoy una nota sobre dos piezas cerámicas de gran rareza: un plato y una cuchara. El primero procede de un yacimiento pastoril, y la segunda de una cueva de habitación.

Hasta ahora, sólo son conocidas dos piezas que puedan identificarse como platos, y las dos procedentes de paraderos pastoriles. Una de ellas ofrece menos interés, por haber sido hallada fragmentada o incompleta. Menos interés también por el tipo, pues si es evidente que no se trata de un cuenco, frecuente en la cerámica de Tenerife, tiene más aspecto de hondilla. Puede considerarse como pieza rara, y nosotros la clasificaríamos como un tipo intermedio entre el cuenco semiesférico y el plato verdadero.

Fragmentos de cerámica procedentes de cuevas de habitación revelan, por sus perfiles, pertenecer a piezas distintas de las vasijas corrientes. Haciendo una reconstitución a base de dichos perfiles, se han obtenido piezas fácilmente identificables como platos. Pero la proporción no llega al dos por ciento, cifra bien elocuente para ilustrar la rareza de tal utensilio.

El ejemplar a que nos vamos a referir puede considerarse como un plato verdadero, y mientras nuevos hallazgos no nos contradigan, lo podemos considerar como el plato cerámico típico.

Se trata de una bien acabada pieza de color ladrillo por su parte interior y de color más claro en su cara externa, donde hay algunas zonas ennegrecidas en el fondo. Las paredes, a la altura del borde, son muy finas (2-3 mm.), y más gruesas a medida que se acercan al fondo. Este es curvo, pero menos acusada la curva que en los vasos corrientes. Se inclina ligeramente a un lado, pero no tanto como para que se derramara el contenido. La línea del borde es irregular: presenta ondulaciones no intencionadas, sino que son debidas a imperfecciones en el modelado. Como toda la cerámica de Tenerife, está hecha a mano. La superficie interior está más pulida y mejor distribuido el baño de almagre. Como detalle decorativo presenta unas suaves impresiones plásticas en todo el borde, y en un punto de su pared exterior, cerca del borde, dos grupos de incisiones muy someras (Véase fig. 1, planta y sección, y fig. 2).

El diámetro de este plato es de 19,5 cms., y la altura de 4,5 cms.

La primera noticia sobre esta pieza, así como sobre el otro plato antes citado, apareció en el volumen 28 de «Informes y Memorias» de la Comisaria General de Excavaciones Arqueplógicas (Madrid, 1951, pág. 65, lámina XVI). Ambos ejemplares fueron descubiertos por nosotros en agosto de 1950, en el curso de unos trabajos que realizábamos en la base de Guajara y Cañada de la Mareta, en Las Cañadas del Teide, a unos 2.050 metros de altura. Dentro del campo de pastoreo explorado se descubrieron varios abrigos pastoriles, todos con abundante testimonio arqueológico —industria de lascas de obsidiana, fragmentos cerámicos, etc.— y algunos con vasos enteros en el fondo de los escondrijos cercanos a los abrigos. Los abrigos o refugios se hallaban en su mayoría a unos cuatro metros sobre el nivel de la cañada, y su conjunto formaba un paradero pastoril de fácil identificación para el habituado a este tipo de yacimientos perdidos entre el caos de las lavas. Pues bien, en el interior de unos de estos escondrijos apareció el vaso objeto de esta nota. Era una grieta de unos 0,75 cms. de profundidad, de trayectoria oblicua, perfectamente obturada la boca con una piedra. El plato estaba colocado boca abajo y por un punto de su borde rozaba con un saliente rocoso, lo que probablemente motivó la pequeña rotura que por dicho punto presenta.

(El plato de la Cañada de la Mareta se conserva en el Museo Arqueológico de Tenerife, lleva el número 185 del catálogo y se exhibe en la vitrina núm. 3).

Más rara todavía es la cuchara. Se conserva también en el citado Museo Arqueológico, número 662 del catálogo. Procede de un donativo hecho por don Juan Pérez Morales, quien a su vez había poseído dicha pieza por donación de don Leandro Morales González, su descubridor.

El hallazgo fue hecho de un modo fortuito, el año de 1953, y la entrega al Museo, el día 22 de mayo de 1959. Dos hechos hay que destacar aquí, por lo que tienen de ejemplares: la conservación de tan interesante ejemplar cerámico por sus dos poseedores, y la generosidad de ambos al entregarla a un Centro, donde, al mismo tiempo que sirve como elemento de estudio, muestra al visitante un nuevo elemento de la cultura indígena. Así, pues, conocemos un utensilio cerámico guanche hasta ahora ignorado, al propio tiempo que se han enriquecido nuestras colecciones con pieza de tan notable rareza. Hasta ahora lo podemos considerar como ejemplar único en su clase.

Por las noticias que hemos podido recoger, el hallazgo se produjo en una cueva de habitación del término de Arico, en las proximidades de Icor. Se desconocen otros detalles, así como particularidades del yacimiento de procedencia, aunque si puede darse como seguro que en la cueva no había más material arqueológico. Esto podría explicarse por el hecho de ser cueva muy frecuentada modernamente —como ocurre siempre con las cuevas cercanas a núcleos de población y de fácil acceso—, pero en las cuales queda siempre un pequeño rincón inexplorado.

La cuchara es de color pardo claro, con zonas agrisadas y mango algo rojizo. Más pulida la superficie interna que la externa. El diámetro interior es de 4,5 cms., y de 5,4 cms., si contamos el grueso de las paredes. La longitud del mango, a partir del borde de la cuchara, es de 3,5 cms., y su grueso, en el punto de arranque, de 2 cms. El mango aparece roto en su extremo.

Si ponemos de frente la pieza, es decir, mirando a su parte cóncava, el mango se inclina ligeramente a la izquierda. Por su extremo presenta unos suaves acanalados que hay que atribuir más a la técnica del modelado que a intención decorativa. El borde de la cuchara es redondeado y no presenta huellas plásticas ni incisas (fig. 3, sección y planta, y fig. 4).

Fig. 1. Planta y sección del plato cerámico de la Cañada de la Mareta (Tenerife)

Fig. 2. El plato de la Cañada de la Mareta (Tenerife)

Fig. 3. Sección y planta de la cuchara procedente de una cueva de habitación de Icor (Tenerife)

Fig. 4. La cuchara de Icor (Tenerife)

Tanto el plato como la cuchara responden, por sus particularidades técnicas, a la cerámica guanche. Es más perfecto el acabado del plato, mejor distribuida la capa de almagre y más fino y cuidado el pulimento. La cuchara presenta un modelado más tosco, y sus paredes son más gruesas. Al contrario del plato, está mejor pulimentado el exterior que el interior. La cocción de ambas piezas se hizo con más fuego sobre el exterior, lo que puede indicar que estuvieron colocadas boca abajo en el horno. Si por la técnica fuésemos a juzgar la mayor antigüedad de una pieza respecto de la otra, nos inclinaríamos por el plato. Por su tipología, la cuchara parece ser un intento de imitar utensilios semejantes, importados por los conquistadores. Apurando un poco más las cosas, acaso debiéramos incluir plato y cuchara dentro del grupo de las últimas muestras alfareras indígenas, ya en los tiempos de la colonización de Tenerife. Elaboradas, naturalmente, por guanches habitantes de cuevas, como hemos podido comprobar en otros yacimientos con cerámica.

Sin embargo, cuchara y plato enriquecen nuestras noticias del ajuar doméstico guanche, y de admitirse nuestra sospecha, valen también para descubrir en unas técnicas tradicionales el impacto de la sociedad colonizadora.



Luis DIEGO CUSCOY

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