miércoles, 28 de mayo de 2014

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Dos documentos referentes al ataque de Nelson al puerto de Tenerife en julio de 1797 (II)

DOCUMENTO NÚM. 2

Libertad. —Santa Cruz de Tenerife, el 4° día, correspondiente al 5 de la República Francesa.

[Al margen] Recibido el 1° Nivôse.

El Cónsul de la República Francesa en las Islas Canarias al ciudadano Charles de la Croix, Ministro de Relaciones Exteriores.

Ciudadano Ministro:

En mi última carta le di cuenta detallada del resultado de la empresa inglesa sobre esta isla. Hoy quiero darle la del espíritu público y la de la conducta actual de los agentes del Gobierno Español.

Deben distinguirse aquí dos clases de espíritu público: el de los labradores y artesanos, que se pronuncian en favor de Francia, sobre todo por la manera en que los franceses se han conducido últimamente con ocasión del desembarco de los ingleses, ha despertado en el corazón del pueblo canario el deseo de eternizar la alianza de las dos naciones. El espíritu que anima a las gentes es éste, que los comerciantes y los ricos propietarios presentan de otra manera. Como Inglaterra desde hace mucho tiempo explota con grandes ventajas todo comercio de estas islas, se debe mirar la mayor parte de los negociantes que se han establecido aquí como corresponsales y factores. Ellos no disimulan su predilección por esta nación. Se manifiesta en los gustos, las modas, sus maneras y sobre todo la forma de vivir. Bien es verdad que muchos de estos negociantes son irlandeses de origen, y aunque gozan de todos los privilegios como si fuesen del país, se enfadan si se les toman por españoles. La clase de los ricos propietarios prefiere los ingleses a todos los demás pueblos por las ventajas que les sacan vendiéndoles sus vinos. Esta clase, por este interés, se confunde con la de los negociantes, y, como éstos, no han dejado de censurar al gobierno de Madrid en ocasión de su ruptura con Inglaterra.

Se reconoce la jactancia, en algunos habitantes, del viejo carácter español, pero lo que les distingue de ventaja es su insuficiencia y su perfecta incuria, de la cual no dejan de dar pruebas, sobre todo en la ocasión de los ataques que han recibido en diversas ocasiones por parte de los ingleses. Éstos vinieron en el mes de mayo a robarles, al pie de sus fortalezas y de sus baterías, un galeón ricamente cargado procedente de las Américas. Un mes después se presentan de nuevo con la misma audacia y se apoderan de la corbeta de la República «La Mutine», que había fondeado hacía dos días, creyéndose segura bajo la protección de cinco castillos. Los ingleses, ufanados en obtener éxitos fáciles, no temieron poner en práctica su plan. Descendieron en medio de la Plaza de Santa Cruz a las dos de la madrugada, y sin el coraje de un puñado de franceses y de aproximadamente 300 hombres del Batallón de Canarias no hubiesen librado la plaza del pillaje y las llamas. Pidieron parlamentar y no tuvieron más recursos que capitular, cuando no les quedaba ninguna esperanza de poder escapar a la venganza del pueblo. Critican al General [Gutiérrez] de haber sacado muy poco partido de una victoria tan efectivamente asegurada; pues no solamente devolvió los prisioneros ingleses sino que les permitió llevarse las armas que hubiesen servido para equipar a soldados provinciales, a quienes a falta de fusiles les entregaron picos. Este desembarco de los ingleses ha servido para hacerles abrir los ojos sobre la necesidad de poner la ciudad y el puerto en estado de defensa. Se debe esta justicia al Capitán General, que no escatima ningún medio para inspirar la confianza a este objeto. Pero al mismo tiempo que se ocupa en salvar la isla de Tenerife, que probablemente los ingleses no atacarán más, se descuida, se abandona la isla de Gran Canaria, que ellos hostigan diariamente. La indiferencia sobre esta isla acaba de costarle a los negociantes de Marsella la pérdida de un navío armado con cuarenta cañones con una rica carga procedente de Guadalupe. Este barco, cazado por dos fragatas inglesas, se habia refugiado bajo las baterías de tres castillos de la isla de Canaria, donde no se encontró ni pólvora ni artilleros. El equipaje francés, viendo que no recibiría socorro de la parte de estos castillos, resolvió desembarcar para ayudar en el servicio de baterías, pero fue obligado a esperar la pólvora, que se encontraba en mal estado. El inglés tuvo todo tiempo de desamarrar el navío francés, el cual viene de escalar la costa de esta isla de Tenerife. El resto del equipaje se tratará de hacer pasar a Europa lo más pronto posible, con la tripulación procedente del navío bordelés «Le Poisson Volant», armado, en curso de partir para la Guadalupe, capturado por los ingleses a la altura del cabo Finisterre.

En este momento hago zarpar la goleta americana «Le Ruthy» para transportar a Cádiz otros setenta marineros franceses procedentes de las tripulaciones de «La Belle Angelique» y «La Mutine».

Espero que esta segunda expedición tenga el mismo éxito que la primera.

Salud y Fraternidad Clerget = Rubricado



Antonio RUIZ ÁLVAREZ

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