jueves, 1 de mayo de 2014

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LOS GENTILICIOS BURLESCOS DE CANARIAS (II)

2. CONSIDERACIONES LINGÜÍSTICAS

Los modos dominantes para expresar la idea de ‘relación gentilicia’ en Canarias, obviando las lógicas diferencias estilísticas, son los siguientes:

a) Hacerlo sintácticamente mediante la preposición de seguida del nombre geográfico correspondiente («María es de Agaete»). Se trata, sin duda, del expediente más socorrido en todo el ámbito del español.

b) Hacerlo a través de un procedimiento derivacional deonomástico (detoponomástico), con valor funcional de adjetivo de relación («María es agaetera (7) / agaetense») (8).

c) Hacerlo acudiendo a un procedimiento léxico, en que el elemento gentilicio posee un carácter supletivo («María es culeta»).

(7) Como en Cuba, el sufijo popular (o neutro) más rentable en Canarias con este valor es -ero/-era.

(8) Una variante de este procedimiento consiste en adoptar un adjetivo gentilicio a partir del antiguo nombre de la localidad o de la zona: mulagüense (Mulagua) ‘de Hermigua, Go’, chimajero (Chimaje) ‘de El Escobonal, Güímar, Tf’, agachero (Agache) ‘de El Lomo de Mena, Güímar, Tf’, satauteño (Sataute) ‘de Santa Brígida, GC’, etc. Esto mismo sucede, recordémoslo, a mayores escalas: azteca ‘mexicano’, charrúa ‘uruguayo’, galo ‘francés’, boricua ‘puertorriqueño’, etc.

Para mayor información sobre la serie de sufijos que utiliza el español con valor gentilicio, véase Franz Rainer, «La derivación adjetival» (BOSQUE y DEMONTE: 4.622-4.625).

Salvadas algunas precisiones que efectuaremos más adelante, es la arbitrariedad del uso lo que ha determinado que estos elementos convivan, en unos casos, o reinen en exclusividad, en otros, en las distintas zonas del Archipiélago.

Los apodos gentilicios son nombres propios, sustantivos o adjetivos propios (Coseriu, 1992: 37 y 161; también, 1973: 263, nota 6), pues identifican e «individualizan» a los naturales de un lugar en tanto que comunidad. Si no son otra cosa que el «trasunto supletivo» de los gentilicios regulares y estos últimos no son más que elementos deonomásticos, es claro que aquéllos pertenecen funcionalmente a la misma categoría que éstos. Que se escriban o no con mayúsculas iniciales no es más que un asunto de convención ortográfica.

Por otro lado, tal y como sucede en general con las restantes subcategorías de nombres propios, en los gentilicios burlescos son apreciables los tres niveles de competencia de todas estas unidades: la competencia onomástica (saber, por ejemplo, que chicharrero significa ‘propio de Tenerife’), la competencia léxica (saber, pongamos por caso, que pantanero —de Vallehermoso, Go— es un derivado de pantana ‘cidra’) y la competencia histórico-cultural (saber, verbigracia, que culeto —de Agaete, GC— guarda relación asociativa con culé ‘aficionado al Fútbol Club Barcelona’).

En general, los gentilicios burlescos son mucho menos usados que los regulares con el valor de ‘perteneciente o relativo a...’. Y ello, entre otras razones, porque no pocos son categorialmente sustantivos (farol ‘el natural de Arucas, GC’, barracuda ‘el original de San Andrés, Santa Cruz de Tenerife’, etc.). Sólo los más consolidados (como chicharrero, conejero ‘de Lanzarote’, bagañete (9) ‘de Tazacorte, LP’, culeto) admiten esta posibilidad. Sirvan de confirmación de esto último los siguientes ejemplos documentales:

El sorondongo de Lanzarote es una de las piezas más representativas del joven folclore conejero (www.bienmesabe.org, 3 de marzo de 2005).
La Playa del Roque es una de las más populares, con la punta de El Time al fondo; al Norte la desembocadura del Barranco de Las Angustias, desagüe de la Caldera de Taburiente, y como viejas cicatrices marcan el territorio bagañete los barrancos de Tenisca y Hondo (www.tazacorte.com).
Hoy, tras treinta años de silencio, de estar abandonada en un depósito de la Junta del Puerto, la vieja farola ha vuelto a decorar los muelles de Santa Cruz. Esta linternita chicharrera, como dicen Los Sabandeños en su más reciente canción, sigue siendo uno de los mejores símbolos de la laboriosa y abierta capital de Tenerife (www.mgar.net, 21 de febrero de 2006).

(9) A pesar de que se ha ortografiado también vagañete, la forma más extendida es bagañete, con bastante probabilidad la antietimológica.

Hay, de todas formas, gentilicios regulares que tienen carácter despectivo: villano (10) ‘de la Villa de San Sebastián de La Gomera’, canarión (11) ‘de Gran Canaria’, canariote (12) ‘de Gran Canaria’, triciaco ‘de Las Tricias, Garafía, LP’, ranillero (13) ‘de La Ranilla, El Puerto de la Cruz, Tf’, risquero ‘del Risco de San Nicolás, Las Palmas de Gran Canaria’, (a)talayero ‘de La Atalaya de Santa Brígida, GC’, villano ‘de la Villa de Santa Brígida, GC’, guiero ‘de Guía de Isora, Tf’, maguero (14) ‘de Máguez, Haría, Lz’, morrudo (15) ‘de Morro Jable, Pájara, Fv’, etc.

(10) Resulta aquí inevitable la evocación de villano ‘ruin, indigno e indecoroso’ (ver DRAE01, s. v.). Reproduzcamos el siguiente testimonio: «Los «padritos», como los llamaban en el pueblo aunque fuera el mismo obispo, solían venir a San Sebastián por las Fiestas Lustrales de Guadalupe, la Patrona de la Isla. Y don Jacinto Caballero, que contaba con un grupo entusiasta de jóvenes colaboradores, organizaba unas fiestas memorables en las que no faltaba un solo villero; «villanos» nos decían los de Hermigua, y nosotros a ellos, «magos»» (Francisco AYALA, «Curas autónomos», www.ELDIA.es, 24 de abril de 2001).

(11) El empleo de la forma sufijal apreciativa (aumentativa) –ón/-ona consigue el efecto despectivo deseado. Es gentilicio utilizado sobre todo en Tenerife, aunque de creciente implantación en el resto del Archipiélago.

(12) El uso de la forma sufijal apreciativa (aumentativa) –ote/-ota logra el efecto despectivo que se persigue. Este gentilicio se emplea sobre todo en Lanzarote.

(13) A pesar de ser un gentilicio regular, ha devenido despectivo y ha llegado a significar ‘mujer desenvuelta de boca’ («ser más basta que las ranilleras», se dice), razón por la que en este sentido se emplea defectivamente sólo en femenino. Algo paralelo sucede en Gran Canaria con el gentilicio risquero ‘de El Risco de San Nicolás, Las Palmas de Gran Canaria’. De manera esporádica ranillero puede valer, por metonimia, ‘de El Puerto de la Cruz’.

(14) Acaso por su fácil asociación con mago ‘rústico, campesino’.

(15) El carácter peyorativo de este gentilicio se lo confiere la terminación -udo/-uda (‘que tiene mucho de lo que el radical léxico indica’), que normalmente no figura en el catálogo de sufijos productores de gentilicios regulares asépticos.

Continúa...

Gonzalo Ortega Ojeda

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