domingo, 1 de junio de 2014

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Don Fernando Guanarteme y las princesas Guayarmina y Masequera en la corte de los Reyes Católicos

En tres distintas ocasiones el rey de Gáldar don Fernando Guanarteme cruzó el Atlántico para entrevistarse con los Reyes Católicos en la corte de las Españas. Siempre la majestad caída induce el ánimo a conmiseración y respeto, pero más todavía Guanarteme, extraño personaje de luengas barbas, que no rehuyó sacrificio ni contratiempo para acudir donde fuere preciso en defensa de sus antiguos vasallos, trocados en hermanos de raza.

¡Qué extrañas sensaciones debió experimentar el bárbaro monarca en cada una de sus fantásticas singladuras! Contemplar un Océano dilatado que no era fin en sí mismo, sino ingente río de agua que conducía a remotas y fabulosas tierras. Contrastar su cueva y su trono de piedra con los alcázares góticos y los áureos sillones; las rústicas pinturas con los tapices y brocados; los peludos tamarcos con las dalmáticas y capisayos, las pintaderas con las relumbrantes joyas; los sencillos tagoros con las protocolarias ceremonias
cortesanas...

Lo popularidad halaga a todo ser humano. Pero al Guanarteme no escapaba lo que su popularidad tenía de malsana curiosidad. Las chanzas, las bromas de los magnates ponían un tinte de rubor en su rostro; la altivez de cualquier hidalgüelo hería su orgullo; la protección condescendiente de los monarcas le humillaba. Sólo se sentía verdaderamente grande ante Dios. ¿No era acaso más inmensa para adorarle la bóveda rutilante de las estrellas que las pétreas catedrales góticas?

Los viajes a la corte eran para el Guanarteme destronado un amargo cáliz que había que beber en defensa de su pueblo. Por eso no rehuyó nunca esta perentoria obligación.

La primera singladura:

Fernando Guanarteme fue capturado por las huestes castellanas el 12 de febrero de 1483. Su entrada en el Real de Las Palmas fue considerado como término virtual de la conquista, hasta el punto de que todavía hoy se computan los aniversarios de esta data, cuando en realidad las operaciones bélicas no finalizaran hasta bien entrado el año siguiente. El obispo Frías y el capitán Pedro de Vera estimaron que el Guanarteme debería trasladarse a la corte para rendir homenaje y pleitesía a los Reyes Católicos, y con tal objeto fue embarcado en el primer navío pronto a zarpar para Sevilla.

La corte residía por aquellas fechas en Madrid. Por esta circunstancia, en su regio Alcázar, Fernando e Isabel recibieron al monarca grancanario, con toda solemnidad y pompa, en una mañana del mes de abril de 1483. Había manifestado el Guanarteme su ferviente deseo de convertirse al cristianismo (sobre cuyas principales verdades estaba impuesto desde largos años antes por la abnegada acción de los misioneros), a lo que los soberanos castellanos accedieron con la mayor satisfacción. De esta manera, y en idéntico marco, el cardenal de España don Pedro González de Mendoza, recién nombrado arzobispo de Toledo, le administró las aguas del bautismo con toda solemnidad. Gran Canaria y Madrid resultan así unidas ante la Historia, cuando ambas eran humildes y pequeñas, por doble vínculo de mutua afección.

La estancia de don Fernando Guanarteme en la corte de España va a extenderse hasta otoño de 1483. Como durante ese lapso de tiempo los monarcas hispanos se trasladaron a Córdoba para dirigir la campaña contra el reino granadino, el rey de Gáldar les acompañó formando parte de su séquito. La ciudad de los califas le iba a deparar el raro espectáculo de contemplar a otro monarca cautivo: el rey Boabdil de Granada, prisionero de los andaluces, de resultas de la derrota de Lucena. Relatan las crónicas que al Rey Católico le enorgullecía pasear a caballo por las calles de Córdoba, llevando a diestra y siniestra a los dos monarcas prisioneros.

Desde Córdoba el Guanarteme se trasladó a Sevilla. Una vez allí pudo contemplar la triste suerte de muchos de sus parientes y vasallos a los que Pedro de Vera había desterrado de la Isla, invocando su condición de prisioneros de guerra. Don Fernando solicitó para sus parientes y allegados un trato de favor, y consiguió de momento el retorno de cuarenta de ellos. En la ciudad bética pudo asimismo entrevistarse con el obispo de Rubicón Don Juan de Frías, cuando, herido de muerte, yacía postrado en cama, a quien encomendó la defensa de las ovejas separadas violentamente del redil.

No hace al caso referir aquí el decisivo papel que desempeñó don Fernando Guanarteme, una vez incorporado a la isla nativa y a la hueste castellana, en la pacificación general. Su colaboración ahorró por ambos bandos innúmeras vidas, y su ejemplo fue siempre vivo estímulo de comprensión y entendimiento entre vencedores y vencidos, castellanos y aborígenes.

La segunda jornada:

La segunda jornada regia de don Fernando Guanarteme es escasamente conocida. Toda la profusión de datos que jalonan la primera estancia cortesana es parquedad frente a la segunda. Sabemos nada más que establecido el Guanarteme en sus posesiones de Guayedra, dedicado al cultivo de aquellas ásperas tierras y al cuidado de sus ganados, abandonó aquella bucólica existencia así que supo que sus vasallos sevillanos se hallaban en tan mísera situación, que casi rayaba en esclavitud.

En 1485 don Fernando Guanarteme volvió a cruzar el ancho mar. Visitó en Sevilla a los canarios que habitaban miserablemente en las proximidades de la Puerta de la Carne y oyó de sus labios amargas quejas y súplicas. Movido su generoso corazón, acudió entonces a Córdoba, residencia de la corte, para elevar sus quejas ante el trono e impetrar justicia. Su noble esfuerzo se vio coronado por el éxito, ya que los Reyes Católicos expidieron el 30 de agosto de ese año una Real Cédula desagraviando a los aborígenes expulsados, de las violencias de toda índole de que eran víctimas.

El Guanarteme procuró por todos los medios a su alcance la incorporación clandestina de los desterrados a sus patrios lares.

El tercer viaje: la comida de Guanarteme, el parto de Guayarmina y el colchón de Masequera:

El tercer viaje de don Fernando Guanarteme en 1487 es el más pintoresco por las incidencias que a lo largo del mismo se producen. Los documentos nos revelan particularidades singularísimas. ¿Cuál era su objetivo? No lo sabemos en concreto, aunque sospechamos que acudía una vez más a hacer valer los derechos de la raza vencida, cuya defensa creía incumbirle por encima de toda otra obligación.

En este viaje le acompañan dos infantas: su propia hija Margarita Fernández, durante la gentilidad conocida por Guayarmina, y su sobrina Catalina, hija del rey Egoniga Semidan, conocida antes del bautismo por Masequera. No está resuelto si las princesas viajaban por cuenta propia o por expresa invitación de los Reyes Católicos. La circunstancia de estar en cinta Guayarmina parece apoyar el último supuesto.

De la estancia en la corte de cada uno de estos personajes tenemos muy diversa información.

Don Fernando sabemos que estaba muy escaso de dinero en 1487, hasta el punto de tener que acudir al obispo de Málaga don Pedro de Toledo, Limosnero Mayor de los Soberanos, en demanda de auxilio. En el libro de cuentas de éste se lee todavía esta curiosa partida:

«Di a Guadareme, rey que fue de Canaria, entretanto que Su Alteza lo despachaba, cuatro reales para comer».

¡En verdad que la munificencia regia fue harto cicatera en esta ocasión...!

Un rey destronado bien merecía mano más rumbosa que cuatro míseros reales para no desfallecer.

De Guayarmina sabemos que por esta época estaba casada con un hidalgo extremeño, Miguel de Trejo Carvajal. Durante su estancia en la corte dio a luz una niña, que fue bautizada en Castilla con el nombre de María.

En cuanto a Masequera, se encariñó con ella la infanta María, hija tercera de los Reyes Católicos y, andando el tiempo, esposa del Rey Manuel I el Afortunado de Portugal. Por esta circunstancia fue incorporada al séquito de la misma y residió en la corte por espacio de cierto tiempo. Para su alojamiento hubo necesidad de habilitarle una cama. En las cuentas de la infanta María quedaron registradas estas curiosísimas partidas:

«Trece varas y media de lienzo de presilla para una cama a Catalina, la Canaria, e una arroba de lana para los colchones, que son 783 maravedíes».

«Dos almohadas de ras, que costaron a 365 maravedíes, y media arroba de lana para hincharlas, a 135 maravedíes, que son 865».

Como es sabido Catalina Guanarteme casó tiempo adelante con el hidalgo Fernando de Guzmán, por lo que pasó a ser conocida con este último apellido.

Pálida mors...

Don Fernando Guanarteme proyectó todavía un cuarto viaje a la corte para entrevistarse con los Reyes Católicos. Fue en 1496, a raíz de terminada la conquista de Tenerife, en cuyas principales acciones de guerra había tomado parte destacada. ¿Qué le lleva en esta nueva aventura? Lo ignoramos. Sólo cabe constatar que los documentos aluden con reiteración al propósito señalado.

Pero cuando todos los preparativos llegaban a su término, una enfermedad le postró para siempre. Y el Guanarteme viajero emprendió la definitiva singladura hacia el eterno reino de la muerte, donde solo Dios impera...

«El Eco de Canarias», jueves 29 de abril de 1965.



Antonio RUMÉU DE ARMAS

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