lunes, 23 de junio de 2014

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EL TERRITORIO ARQUEOLÓGICO DEL LOMO DE ARICO. APROXIMACIÓN AL MODELO DE POBLAMIENTO PERMANENTE DEL SUR DE TENERIFE (IV)

EL LOMO DE ARICO. HACIA UNA REVISIÓN DEL POBLAMIENTO ABORIGEN DEL SUR DE TENERIFE

Como consecuencia de la influencia ejercida por Los Guanches de Diego Cuscoy, la visión que ha dominado el análisis de la zona sur de Tenerife ha sido la de un área vinculada a la trashumancia permanente, que es recorrida en busca de pastos y abrevaderos a través de una red de sendas y veredas que comunican costa y cumbre, y todo ello salpicado por pequeños asentamientos asociados a paraderos pastoriles, en los que el poblamiento permanente en cuevas es muy limitado.

Así, y pese al tiempo transcurrido, sigue manteniéndose en la actualidad, aunque con algunas matizaciones, esta interpretación para explicar el poblamiento humano de esta parte de la isla. En general, las matizaciones se han orientado a documentar, aunque sin profundizar, la existencia de algunos poblados de cabañas (Guargacho, La Barranquera, Llano de Maja, Los Morritos, Roques de García, Valle de Chafarí, Vilaflor), que sin embargo se siguen vinculando a la práctica del pastoreo trashumante.

Aunque para el sur de Tenerife se apunta la existencia del hábitat permanente en numerosos estudios (Jiménez Gómez, 1973: 306-309; Jiménez Gómez, Tejera Gaspar y Lorenzo Perera, 1980: 12; González Antón y Tejera Gaspar, 1990 [1981]: 213-214 y 215-216; Arco Aguilar y Navarro Mederos, 1987: 25; Tejera Gaspar y González Antón, 1987: 79-80; Tejera Gaspar, 1992: 51; Arco Aguilar, Jiménez Gómez y Navarro Mederos, 1993: 55-56; Delgado Gómez, 1995: 92-95; González Antón et al, 1995, o más recientemente Borges Domínguez y Barro Rois, 1998: 293-294), la práctica de la trashumancia permanente, relacionada por Diego Cuscoy con la ausencia de una fijación de la población al territorio, no ha sido revisada en consonancia con la aparición paulatina de ese hábitat permanente. Pese a ser reconocido en investigaciones que analizan zonas específicas de la isla y que ofrecen visiones alternativas a las ofrecidas por Diego Cuscoy (por ejemplo González Antón et al., 1995 o Galván Santos et al., 1999), no existe, para esta parte de Tenerife, estudios sistemáticos que aborden estas cuestiones.

De esta forma, el estudio del registro arqueológico de superficie presente en el Lomo de Arico ha puesto en duda algunas de las afirmaciones barajadas para el poblamiento de la zona sur de Tenerife. El análisis del territorio ha demostrado la existencia de un número significativo de yacimientos que contienen una gran cantidad de restos arqueológicos, que se asocian tanto a estructuras de piedra relacionadas con el hábitat no estacional, como a otras actividades. Valoradas en conjunto todas estas evidencias, y sin poder plantear aún las relaciones diacrónicas y sincrónicas entre los asentamientos, lo cierto es que muestran la existencia de un patrón de distribución permanente que se desarrolla sobre el territorio de una forma ordenada, y que responde a pautas que no pueden vincularse, exclusivamente, a las prácticas ganaderas.

Lo documentado en este estudio permite plantear, para el sur de Tenerife, y concretamente para el Lomo de Arico, un hábitat permanente organizado a partir de complejos poblados de cabañas. Estos poblados, de diversas características, presentan una organización interna difícil de definir en función del registro superficial identificado. No obstante, es posible observar algunas regularidades que van más allá de lo que podrían ser simples evidencias circunstanciales. Un claro ejemplo serían las cabañas, las cuales presentan, en líneas generales, una planta circular u oval, con muros de piedra sin elementos de sujeción y con entradas orientadas en sentido contrario al viento dominante. De forma similar, en algunos poblados existe una estructura circular de piedra, de unos tres o cuatro metros de diámetro, en cuyo interior aparece una cantidad elevada de restos de talla, que posiblemente indiquen áreas de actividad especializada relacionadas con la producción de útiles líticos.

Una tercera regularidad, que permite hablar de un hábitat permanente, es la categorización de los yacimientos localizados en el Lomo y explicitada anteriormente. Es posible distinguir desde asentamientos con un amplio número de fondos de cabaña y abundante material arqueológico asociado con lugares de actividad, asentamientos con una menor inversión de tiempo y trabajo, así como paraderos pastoriles, lo que demuestra claramente el desarrollo de un hábitat permanente en el Lomo de Arico.

Finalmente puede argumentarse una cuarta regularidad que abarca el territorio del Lomo de Arico como unidad de análisis arqueológico. La distribución de los diferentes asentamientos por toda su superficie manifiesta la existencia de un patrón de racionalidad que da sentido a la forma en la que los aborígenes ordenaron su territorio. El primer aspecto de este ordenamiento hace referencia a la ubicación de los asentamientos. Éstos se localizan sobre las diversas morras que salpican el Lomo, disponiendo de un importante dominio visual, no sólo del territorio que comprende el Lomo, sino, en algunos casos, de toda la Comarca de Abona. El ejemplo más característico de este aspecto es Morra de Tente (11), cuya visibilidad comprende desde Agache (el actual Escobonal), hasta Montaña Roja y Granadilla de Abona. Esta visibilidad de los asentamientos les permite un total control de los accesos a las rutas que atraviesan la zona.

Este patrón de racionalidad puede observarse también en la relación de visualización que existe entre casi todos los asentamientos. La proyección descendente del Lomo en sentido noroeste-sureste facilita un control directo entre asentamientos, por lo que la mayoría de los poblados se encuentran vinculados visualmente entre sí. Así, desde Morra Tente (11) es posible visualizar todos los poblados identificados, con la excepción de la Morra de los Molinos (3), la cual se encuentra oculta por Morra Meca (4).

Así mismo, y sólo como hipótesis, es posible apuntar una lógica a la ubicación de los tres conjuntos de grabados rupestres presentes en el Lomo de Arico. Tanto las cazoletas del Llano del Toscón Blanco (30), como las cazoletas y canales de Guasiegre (29), y las de Las Casas de la Luz (31), tienen una localización que responde también al patrón de racionalidad identificado, pero en este caso de forma inversa, ya que la característica fundamental de estos grabados es su invisibilidad. Es decir, estas manifestaciones estarían cerrando los límites simbólicos de apropiación del territorio del Lomo en sus extremos noreste y suroeste, en la medida en que sólo constituyen un referente visual para aquellos que los conocen.

De esta forma, estos elementos (visibilidad, visualización e invisibilidad) indican que los grupos humanos asentados en el Lomo de Arico mantienen una relación de control sobre el territorio de la Comarca y de apropiación del territorio circundante. En consecuencia, desde estos asentamientos es factible divisar a quién se acerca al Lomo así como a aquel que transita por él.

Un aspecto asociado al patrón de racionalidad que funciona en el Lomo es el control de los recursos naturales. El control visual ejercido desde los asentamientos permite inferir un acceso y uso diferencial de los recursos naturales. Es decir, las zonas de pasto, las pequeñas vaguadas susceptibles de explotación agrícola, los puntos de agua o las mismas rutas de tránsito hacia Las Cañadas, son exclusivamente aprovechadas por quienes ocupan el Lomo y/o por aquellos a los que se les permite.

Pero pese a este hecho evidente, no puede establecerse la distribución de los asentamientos en función de la existencia o ausencia de recursos naturales, específicamente el agua. Tanto Diego Cuscoy (1951; 1968), como otros estudios más recientes (González Antón et al., 1986; Martín Rodríguez, 1993; Rodríguez Martín y González Antón, 2003) vinculan la presencia o ausencia de asentamientos aborígenes a la existencia de recursos bióticos y abióticos. Sin embargo, y ante lo evidenciado en el Lomo de Arico, lo cierto es que no puede mantenerse una determinación ecológica en la explicación del poblamiento aborigen. Si bien es cierto que la presencia de recursos naturales es fundamental para el desarrollo de la vida humana, esta relación no puede constituirse como una determinación sobre la acción de los individuos, sino como una condición para el desarrollo de las actividades cotidianas. Es el ser humano quien emplea y actúa en consecuencia a partir de la presencia de esos recursos y no éstos los que determinan el tipo y la manera en que deben usarse. A este respecto, el Lomo de Arico ofrece una serie de evidencias que sustentan la inviabilidad de una explicación ecológica cultural.

Un primer aspecto lo atestiguaría la presencia de asentamientos en una zona en la que no se cumplen los «elementos de fijación» tradicionalmente esgrimidos para argumentar el poblamiento aborigen del sur de Tenerife. Los recursos hídricos que servirían de sustento a los grupos humanos que habitan el Lomo no se localizan en las inmediaciones de los asentamientos, sino que lo hacen en el fondo de los dos barrancos que delimitan el Lomo, a una distancia relativamente importante. Si a esto se añade la diferenciación del comportamiento de la red hídrica con respecto a la vertiente norte de la isla, debe inferirse que los grupos humanos que ocuparon el sur de la isla debieron, necesariamente, desarrollar estrategias diferentes para la captación y uso del agua, algo que podría asociarse con la explotación de eres y el almacenamiento en recipientes de gran capacidad, como podrían ser los anforoides definidos para Las Cañadas (Arnay de la Rosa et al., 1983).

Un segundo aspecto lo constituiría el propio patrón de racionalidad que organiza la distribución de los asentamientos en el Lomo de Arico. Como queda claro, estos poblados se establecen a partir de criterios que priman más el control y acceso diferencial a los recursos naturales, que al propio uso de dichos recursos. Así, e independientemente de la explotación de las fuentes de agua, de las zonas de pasto o de las áreas de cultivo, lo cierto es que su relevancia y uso están condicionados a los distintos parámetros establecidos dentro de las relaciones sociales de los grupos humanos. Más aún, podría argumentarse que las relaciones que se infieren de las prácticas económicas asociadas a esos lugares, no se establecen únicamente a partir del control de los recursos, sino en función de una previa organización social, que actúa a todos los niveles.

AGRADECIMIENTOS

Quisiéramos agradecer las inestimables indicaciones que durante la elaboración de este estudio nos ofrecieron los doctores Bertila Galván Santos, Dimas Martín Socas y Antonio Tejera Gaspar. Así mismo, reconocer las valiosas aportaciones a este escrito de las doctoras Mª. del Carmen del Arco Aguilar, Mª. Dolores Cámalich Massieu, Esther Chávez Álvarez y el Dr. Juan Francisco Navarro Mederos, así como de los licenciados José Afonso, Agnes Louart y Elena Pérez González.

Por último, agradecemos las facilidades dadas por Desarrollos Eólicos de Canarias S.A. y Gamesa Eólica S.A., para la realización de la prospección arqueológica de superficie.

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Francisco Pérez Caamaño, Javier Soler Segura, Marcos J. Lorenzo Martín y C. Gustavo González Díaz

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