martes, 24 de junio de 2014

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UNA VISIÓN DE LAS ISLAS AFORTUNADAS, A PARTIR DE LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS (I)

1. INTRODUCCIÓN

Las Islas Canarias son descritas por los griegos como «Los Campos Elíseos»; morada de los dioses y por los romanos como «Las Islas Afortunadas». Una tierra buena y fértil, que, sin ser arada ni sembrada, produce frutos abundantes y gustosos que valen para comer sin necesidad de trabajar; El aire es inofensivo y las estaciones del año varían muy poco. (Plutarco, año 81-82 de nuestra Era, in Cabrera 1988:153). Esta percepción ha perdurado hasta fechas recientes. Para muchos autores, la población precolonial vivía en equilibrio con el Medio (1); olvidándose con cierta facilidad que la llegada del hombre a una isla (un espacio territorial aislado y restringido) representa un importante cambio en los ecosistemas, que puede provocar, en algunos casos, la extinción de las especies animales y vegetales. Para estos autores el auténtico cambio en las Islas tuvo lugar a raíz de la Conquista europea, empresa promovida por la Corona de Castilla a finales del siglo XV. La incorporación de las Islas a la Historia Moderna implicó su incorporación al sistema económico cultural europeo y ocasionó profundos cambios en el paisaje. Nuestro propósito no es minimizar y, aún menos, negar las consecuencias nefastas que tuvo la Conquista en la diversidad natural de las Islas, sino mostrar que los cambios medioambientales comenzaron durante el período precolonial, como muestran los restos arqueológicos y los primeros datos geomorfológicos.

(1) «La información facilitada por las fuentes y la arqueología señala la existencia de unas relaciones de adaptación y dependencia de los sistemas primarios de explotación y producción guanches —ganadería, agricultura, recolección— respecto de la laurisilva». (García,1989: 35). «La explotación propiciada por el hombre prehistórico no parece haber sido intensiva, ésta sí se produjo a partir del proceso de Conquista... estamos ante una prehistoria reciente, no pareciendo que se hayan generado sustanciales cambios en la flora autóctona canaria». (Arco, 1993: 16). El impacto de la población precolonial en el Medio vegetal se reduce a la introducción de cabras y cochinos (Machado, A. 2002; Machado et al., 2004).

El Archipiélago canario se sitúa en el Océano Atlántico, a 28° latitud norte y a sólo 100 km. del NW de la costa africana; tiene una superficie 7.447 km² y está formado por 7 islas y 5 islotes. Las islas se formaron hace 20 millones de años y tienen un origen volcánico. La isla más antigua es Fuerteventura con 20 Ma y la más reciente El Hierro. Desde un punto de vista bioclimático y topográfico, las islas se separan en dos grupos. Las islas orientales: Fuerteventura y Lanzarote, con altitudes comprendidas entre 670 m. y 807 m.; y de otra parte, las islas oceánicas: Gran Canaria, Tenerife, La Gomera, La Palma y El Hierro, con altitudes que van desde los 1.501 m. El Hierro a 3.718 m. Tenerife.

Bioclimáticamente, el Archipiélago recibe la influencia de la corriente del Golfo, del anticiclón de las Azores, que aporta vientos frescos y húmedos (los alisios) y de vientos secos que llegan del continente africano. Los alisios del NE, que llegan a las Islas cargados de humedad y se encuentran, entre 500 y 1.500 m. de altitud, con una barrera orográfica infranqueable, que da origen al mar de nubes y posibilita el desarrollo de los bosques. Estos factores favorecieron los mecanismos de colonización y de diversidad ecológica. El Archipiélago canario cuenta con 1.950 plantas vasculares, 1.270 autóctonas, de ellas 570 endemismos insulares y 670 introducidas (Kunkel, 1993). Los endemismos representan el 40% de la flora nativa; 20% están en peligro de extinción (Francisco-Ortega et al., 2000). Las plantas se distribuyen en diferentes ecosistemas. En Tenerife, que tiene una superficie de 2.034 km² y 3.718 m. de altitud, se reconocen 6 ecosistemas: litoral costero, bosque termófilo, monteverde, pinar, matorral de montaña y la vegetación del Pico. Mientras que en Lanzarote y Fuerteventura, con una superficie comprendida entre 807 km² y 1.655 km², y con altitudes por debajo de 1.000 m., sólo se reconoce un ecosistema zonal: los arbustos del litoral costero (Aguilera et al., 1994). Para cada ecosistema se ha reconocido un piso bioclimático: infracanario árido, infracanario semiárido, termocanario seco, termocanario sub-húmedo, húmedo, mesocanario seco, supracanario seco y orocanario (Rivas-Martínez, 1987).

En el pasado, sólo los pájaros y los reptiles, que constituyen el 50% de la fauna invertebrada existente (6.500 especies endémicas) y 5 mamíferos: 2 murciélagos y 3 pequeños roedores (musarañas) pudieron llegar al Archipiélago. Los anfibios y algunas familias de invertebrados, como los órdenes de Coleóptera y Hemíptera no formaron parte del grupo colonizador. La flora y la fauna del Archipiélago, antes de la llegada del hombre, respondió a los fenómenos ligados con la actividad volcánica. La colonización humana, a mediados del primer milenio a.C. (2), introdujo nuevos elementos de alteración. El primer contingente poblacional (aproximadamente, 200.000 personas a finales del siglo XIV y principios del siglo XV) llegó desde el NW de África en distintas oleadas migratorias. La mayoría de los especialistas (3) señalan que este grupo poblacional tiene el mismo origen cultural y que se relaciona con la cultura Tamazigh Bereber. (Galván et al., 1999:15). La llegada de los primeros hombres a las Islas implicó, igualmente, la introducción de sus patrones culturales y de los primeros hervíboros: la cabra, la oveja, el cochino; de plantas cultivadas y adventicias, de parásitos y enfermedades.

(2) En Fuerteventura hay indicios paleontológicos y arqueológicos que remontan el origen del poblamiento al período Paleolítico: 30.000/40.000 BP. y al Neolítico reciente sahariano, datado en la Monja entre 4350+/-50BP (Gif-9058) y 3690 +/- 70BP (Gif-9060) (Meco, et al 1995; Onrubia, et al, 1997).

(3) The mitochondrial DNA analysis (HVRI sequences and RFLPs) of aborigine remains around 1.000 years old show that the berbers are the most probable ancestors of the native Canarians (Maca-Meyer et al., 1994).

Continúa...

María del Carmen Machado Yanes

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