sábado, 15 de marzo de 2014

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APROVECHAMIENTOS Y ACTIVIDADES TRADICIONALES EN LAS CAÑADAS (I)

Los cambios sociales y económicos incorporados tras la conquista y colonización consolidaron la continuidad de antiguos usos como el pastoreo y añadieron otros nuevos, siguiendo los modelos de explotación de recursos de montaña en la Península, aunque adaptados a las particularidades de estos territorios. Entre ellos cabe destacar el aprovechamiento apícola, las actividades extractivas relacionadas con la nieve, el azufre, la leña, el carbón, la piedra pómez y la arriería en las rutas de la cumbre.

Gran parte de estos usos tradicionales se conocen fundamentalmente a partir de la información proporcionada por la tradición oral y los estudios etnográficos, así como por los documentos escritos conservados en los Archivos de los Municipios colindantes con el Parque y que en el pasado explotaron distintos recursos en Las Cañadas, especialmente abundantes son los documentos que se conservan actualmente en el Archivo Municipal de La Orotava. A pesar de la importancia que estos estudios tienen para profundizar en el conocimiento del desarrollo histórico de estos municipios, las investigaciones en este campo son escasas y recientes, aunque en los últimos años están cobrando un impulso importante. Hay que destacar la obra de Tomás Méndez "Antecedentes históricos de Las Cañadas y El Teide", o las aportaciones históricas y etnográficas que con continuidad se recogen en la revista El Pajar. Cuaderno de Etnografía Canaria. También hay que destacar las contribuciones que ha hecho Manuel Lorenzo Perera (ver bibliografía). Se han desarrollado especialmente los estudios relacionados con las formas tradicionales de ganadería, impulsados por el gran valor antropológico que tienen algunas prácticas usadas en el pastoreo tradicional considerados como restos vivos de la antigua cultura aborigen de la isla. Los dos últimos números de la revista El Pajar se dedican a la Ganadería. El hombre y el medio.

Las actividades tradicionales no han sido un campo de investigación prioritario hasta ahora en la isla. En los últimos años, sin embargo, se ha suscitado un tremendo interés por algunos de estos temas, siendo objeto de estudios específicos, como por ejemplo, los Pozos de nieve de Tenerife de Salvador Miranda Calderón. También hay que destacar por su gran interés las aportaciones que sobre estos temas recoge Fernando Sabaté Bel en su Tesis Doctoral: El pargo salado. Naturaleza, cultura y territorio en el sur de Tenerife (1875-1950). La Laguna. Universidad de La Laguna, 2003. La conmemoración del cincuenta aniversario de Parque Nacional ha sido el motor de varias publicaciones de temas históricos relacionados con Las Cañadas y El Teide que incluyen capítulos y apartados de interés sobre los distintos aprovechamientos tradicionales: El Teide: representación e Identidad; El Teide de mito geográfico a Parque Nacional; El Teide, una mirada histórica; Estudio histórico del Camino Real de Chasna (ver bibliografía general).

El pastoreo tradicional:

Tras la conquista de la isla de Tenerife (1496) y colonización se introducen importantes cambios económicos y sociales. La conquista supone la sustitución de la estructura económica aborigen, esencialmente ganadera por otra diferente y mucho más compleja, en la que cabe destacar dos hechos interrelacionados:

a) La sustitución de la base económica ganadera por la agrícola.

b) La incorporación de la isla a los circuitos comerciales europeos.

La ganadería constituyó todavía una actividad muy importante en los primeros años de la colonización. A la abundancia de los rebaños de los guanches arrebatados por el Adelantado y sus acompañantes en la empresa colonial, se sumó muy pronto la rápida proliferación en la isla del ganado mayor (vacuno y caballar).

A. de Espinosa documenta la existencia de grandes cantidades de ganado en esos primeros momentos:

"Apaciguada la isla de Canaria desde la cual venían a ésta de Tenerife (los castellanos) y hacían entradas, como queda dicho, habiendo visto la fertilidad de la tierra y la mucha gente que la habitaba y la multitud de ganado menor que en ella había, porque cuando los españoles entraron en ellas, pasaban de doscientas mil cabezas de ganado".

En los documentos de la época también queda probado que el propio Adelantado Fernández de Lugo después de ganada la isla le quedaron "mucha cantidad de ganado, en mas de quince mil cabezas, con el cual ganado le quedaron muchos que los guardaban".

Más adelante, al propio Adelantado, se le acusa, entre otras cosas, de desposeer de sus cabras al rey de Adeje y de entregar Teno a su hijo Don Pedro, destacando que esta zona era "pasto comunal".

Aunque muchos aborígenes quedaron, bien como esclavos o libres, al cuidado de parte de los rebaños, se produjo, no obstante, un trastorno en la actividad pastoril y en la distribución de los antiguos campos de pastoreo.

La nueva ganadería jugó un importante papel en la transformación económica de la isla durante aquellos primeros años de colonización, siendo con la agricultura el segundo pilar que sostenía la nueva organización
socioeconómica.

En los Acuerdos del Cabildo abundan las disposiciones y ordenanzas que regulaban la concentración ganadera en determinadas zonas o el número de ganado en cada hato y su espacio de pastoreo, así como las normas de defensa y vigilancia de los pastos. La regulación del pastoreo llevado a cabo durante aquellos años tendió esencialmente a reservar la dehesa de La Laguna para el ganado de labor y a confinar el resto del ganado menor en áreas alejadas de la dehesa y de la gran zona cerealística que se situaba entre Tacoronte y Geneto. (Núñez Pestana, J. R. 1994).

Sin embargo, los repartimientos de tierras y la colonización agrícola alcanzaron ya en los años centrales del siglo XVI una gran importancia. Se trata de favorecer el desarrollo agrícola a costa de las antiguas tierras de pasto. Documentalmente queda probado en estos momentos como la roturación de nuevas tierras para cultivos no respetaba las dehesas concejiles y los pastos comunales. Numerosos documentos recogen los pleitos abiertos por los vecinos de zonas donde se desarrollaban importantes actividades pastoriles para impedir la ocupación de tierras de pastos (Vilaflor, El Tanque, Adeje, Guía de Isora). Ante esta situación, en 1541 los ganaderos solicitaron al Cabildo que les fuesen señalados "los valles y montañas de la isla para apastar sus ganados". Esto marcó el inicio de una de las prácticas más significativas de la ganadería tinerfeña: el relegamiento del pastoreo de ganado menor hacia los montes, cumbres y zonas despobladas de la isla.

En los montes y cumbres se instala fundamentalmente un tipo de ganadería extensiva (cabras y ovejas en régimen de suelta) que se desarrolla en áreas exclusivas de pasto definidas como términos de ganado. Estas áreas de pasto van desapareciendo de forma constante a medida que las tierras de cultivo se van extendiendo. En el siglo XVIII (1790) se dictan disposiciones que expulsan los ganados cabríos de montes y baldíos en régimen de suelta y los restringen definitivamente a la cumbre de Las Cañadas del Teide.

De esta manera Las Cañadas queda, hasta mediados de este siglo, como una de las zonas de pastoreo tradicional más importante de la isla de Tenerife. Dos modalidades de pastoreo se llevaban a cabo en ella:

1. Ganadería de cría de cabras en régimen de suelta, que pastaban libremente aprovechando la vegetación de estas zonas, especialmente la retama, y que abrevaban en las fuentes de La Grieta, La piedra, de Ucanca... A. von Humboldt las describe en su visita al Teide "para las cabras del Pico, de un castaño oscuro (las retamas) son verdaderas golosinas, se alimentan de sus hojas y viven salvajes desde tiempos inmemoriales".

2. Junto a la cría de estos ganados, Las Cañadas era además una zona de pastos muy importante dentro de los circuitos de trashumancia de Tenerife, tanto del norte, pero sobre todo, del sur. Los rebaños del sur de la isla eran conducidos hasta Las Cañadas para aprovechar la retama durante la primavera y verano, para luego trasladarlos de nuevo a la costa o a los montes de La Orotava durante el Otoño.

Desde el siglo XIX el Ayuntamiento de La Orotava comenzó a tomar medidas de vigilancia en el interior de Las Cañadas, particularmente para el control del pastoreo furtivo que ejercían los ganaderos de Granadilla y Abona. Existe una abundante documentación sobre ese pastoreo furtivo procedente del sur de la isla. Igualmente, en 1920, el Ayuntamiento de La Orotava niega a los propietarios de ganado cabrío de la propia Villa, los aprovechamientos del terreno comunal de Las Cañadas y El Teide por entender "que el ganado cabrío causa daño a las retamas que aquel contiene, al comerse las vainas en que están encerradas las semillas, impidiendo la conservación y repoblación de los referidos arbustos". (T. Méndez, 2000). Definitivamente se prohibió esta actividad con la creación del Parque Nacional del Teide.

Estos aprovechamientos ganaderos han dejado restos arqueológicos en el interior del actual Parque Nacional, superponiéndose a los aborígenes en muchas zonas. En lo que se refiere a la ocupación de los pastores tradicionales, la documentación arqueológica se puede contrastar con la información oral:

"La forma de la planta de la choza depende, en ocasiones del accidente aprovechado como protector: eran redondas y cumplidas según como cuadraran, aunque por lo general presentan tendencia cuadrangular o semicircular. Las paredes de piedra seca, se levantan disponiendo bloques mayores en la base y otros más pequeños encima. Estos materiales eran recogidos in situ y lo mismo ocurre con los utilizados en la confección de la elemental techumbre: "chamizos, retama y codesos". Dichas construcciones raramente sobrepasan los dos metros de altura, disponiendo del necesario confort: "dentro de ellas dormíamos bien y cabíamos bien de pie". "Cada pueblo conservaba su zona" y lo mismo acaecía con las cuevas y las chozas, propiedad usual del pastor, quien la levantaba o arreglaba cuando el transcurso del tiempo así lo dictaba. Lo más usual era que cada una de las chozas dispusiera de un hogar confeccionado con tres piedras o teniques, situadas fuera de la vivienda o en sus inmediaciones: "por fuera porque se nos podía dar fuego la choza". Es frecuente que el corral o corrales se construyeran en las inmediaciones de la vivienda generalmente adosadas al mismo accidente natural protector, con muros de piedra seca y casi siempre destapados". (M. Lorenzo Perera).

El valor de la tradición oral y las encuestas realizadas a los pastores tradicionales han aportado una información esencial no sólo para la reconstrucción de este uso tradicional en Las Cañadas, sino también como referente para reconstruir los modos pastoriles de los guanches. Destacan en este sentido las aportaciones de S. Berthelot, L. Diego Cuscoy y M. Lorenzo Perera.

Continúa...

AAVV: El Teide

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