sábado, 1 de marzo de 2014

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LA DIETA DE LOS BENAHORITAS. LAS ESTRATEGIAS DE SUBSISTENCIA DE LOS ANTIGUOS HABITANTES DE LA ISLA DE LA PALMA A TRAVÉS DE UN ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO, ARQUEOLÓGICO Y BIOANTROPOLÓGICO (II)


Estas diferencias son significativas porque, desde un punto de vista territorial, los tres yacimientos arqueológicos tienen el mismo acceso a los recursos del litoral, tal y como se explica a continuación.

J. Pais Pais, en su obra «El Bando Prehispánico de Tigalate-Mazo» (1997) lleva a cabo un intenso estudio sobre la geografía, los vestigios arqueológicos y los modos de vida de los antiguos habitantes del municipio de Mazo, señala «la extraordinaria abundancia de conchas de mariscos que hemos descubierto en superficie, tanto en poblados de cuevas y cabañas, como en otros asentamientos claramente pastoriles como los paraderos». Del mismo modo constata diferencias entre los yacimientos más cercanos a la costa y los situados a cotas más elevadas; sin embargo, «esta diferenciación en el consumo de mariscos entre unas zonas y otras es mucho menos marcada de lo que sucede en otras zonas de la isla». El mismo autor señala que «en los yacimientos situados en la orilla del mar, el aprovechamiento de lapas, burgados y púrpuras no planteaba mayores problemas» (J. Pais Pais, 1997:327-328). Los datos arqueológicos también sugieren que el municipio de Mazo fue uno de los más poblados en época prehispánica; este volumen de población podría haber realizado una mayor explotación de los recursos disponibles en su entorno más cercano, en este caso la costa.

En el municipio de Garafía, la costa es muy diferente a la de Mazo, no sólo por su relieve sino también por su vegetación y clima. Este municipio, según indican los restos arqueológicos, tuvo un fuerte desarrollo ganadero debido a la riqueza de sus pastos. El yacimiento de Fernando Porto se encuentra en la parte occidental del municipio, en la zona de transición a sotavento. El barranco en el que se ubica desemboca en el único puerto que existe en el municipio. Por sí solo, este dato sugiere que los grupos que habitaron en esta zona tuvieron un acceso fácil a los recursos del mar que podría explicar, al igual que para los habitantes de Mazo, las altas concentraciones de elementos indicativos de un consumo de alimentos marinos. Sin embargo, a la misma distancia de la costa, e igualmente accesible que en el Barranco de Fernando Porto, se encuentra el yacimiento de El Espigón (10), yacimiento en el que se registraron los valores más bajos en aquellos elementos químicos abundantes en los alimentos del mar.

A partir de la información arqueológica disponible, algunos investigadores plantearon la hipótesis de que las actividades marinas fueron de mayor importancia al principio del poblamiento de la isla de La Palma; progresivamente, el aumento de la cabaña ganadera sería la responsable de que se recurriera, con menor intensidad, a la depredación de los productos del mar, elevando su consumo en períodos críticos (E. Martín, 1986:139-140). Frente a este planteamiento se podría interpretar que los individuos enterrados en Fernando Porto y los enterrados en Los Pasitos o bien vivieron en los primeros momentos del poblamiento de la isla, o bien sufrieron un período de crisis que les obligó a ejercer una mayor presión sobre los recursos del mar para poder alimentarse. Las características del enterramiento de Fernando Porto quizás pudieran confirmar este último planteamiento (J. Pais Pais, 1991). Sin embargo, no hay fechas absolutas ni relativas o cualquier otro tipo de información arqueológica que confirme estas ideas (11). En otros trabajos, sin embargo, se constata un aumento constante de la explotación de los recursos marinos en la economía de los habitantes antiguos de la isla de La Palma, por lo menos para los que habitaron en la Cueva del Tendal (C. G. Rodríguez Santana, 1996: 435). De esto puede extraerse la importancia que tuvo este medio ecológico en la economía de los habitantes y así parecen demostrarlo los resultados del análisis químico en los tres yacimientos (E. Pérez, 2000). Quizás pueda plantearse el hecho de que fue posible que, en algunas comunidades, el hábito o la tradición de consumir pescado fuera más destacable (12), suponiendo una fuente de recursos sustancial por lo que sus pobladores tendrían un aporte mayor de este tipo de productos y también es posible que las condiciones medioambientales pudieran determinar la existencia de variadas formas de equilibrio entre las distintas actividades económicas.

(10) Las dos localidades son reconocidas por su extraordinaria riqueza y su calidad para practicar tanto la pesca como el marisqueo.
(11) Hasta el momento las evidencias arqueológicas más antiguas encontradas en el municipio de Garafía corresponden a fragmentos de cerámicas pertenecientes a la Fase III, momento en el que se registran los inicios de la explotación de los pastos de alta montaña (E. Martín Rodríguez, 1998:81). Entre la Fase II y Fase III cerámicas registradas en la cueva del Tendal, los restos óseos de cabras aumentan, así como los de pescado; este aumento se ha interpretado como resultado de la presión demográfica que motivó a su vez a incrementar el ganado y por ello a buscar nuevas zonas de pastos.
(12) Carmen Gloria Rodríguez Santana plantea, en base al estudio de los restos ícticos procedentes de dos yacimientos arqueológicos de la isla de Tenerife, que «partiendo de la idea de que todos los guanches que ocupan los yacimientos estudiados acuden a los recursos ícticos para procurarse parte de su alimento, hay una desigual cantidad en ellos (...) Este hecho cuestiona la rigidez con que a veces se cuestionan y plantean los estudios de economía desde el punto de vista intrainsular. Así, es hora de plantear la probable variabilidad de estrategias económicas desarrolladas no sólo entre las vertientes N y S, sino entre yacimientos de las mismas zonas» (C. G. Rodríguez Santana, 1996:392).

Por lo que se refiere a los recursos de tipo vegetal, en el yacimiento de El Espigón se encontraron los niveles más altos de elementos indicativos de un aporte más vegetal en la dieta. Niveles un poco más bajos se encontraron en el yacimiento de Fernando Porto. Los municipios de Garafía y Puntallana fueron, y son conocidos, por la cantidad y calidad de sus montes (13), por lo que cabe esperar con la información existente sobre el consumo de este tipo de alimentos, que los grupos que habitaron en ambas zonas llevaran a cabo un consumo habitual, tal y como parece desprenderse de los resultados de los elementos indicativos de una ingesta vegetal, similar para ambos yacimientos. Los dos municipios contaron además con numerosas fuentes y manantiales. Ambos recursos, hídricos y vegetales, permitieron que se desarrollara una actividad ganadera de gran intensidad, tanto en las zonas de costa como en las cumbres. Si bien es verdad que en la zona donde se ubica el yacimiento de El Espigón el bosque de laurisilva se desarrolló hasta cotas más bajas que en la zona más occidental de Garafía; por todo ello cualquier planteamiento sobre esta pequeña variabilidad en los resultados del análisis de los elementos traza sólo puede permanecer en el campo de la hipótesis (14). Ahora bien, los análisis de oligoelementos revelaron unos valores que se podrían interpretar que en ambos grupos se llevaron a cabo unas estrategias de subsistencia diferentes en cuanto a la intensidad de las mismas, es decir, que fuera mayor el consumo por los individuos de El Espigón y menor en los individuos de Fernando Porto. Pero de nuevo, este hecho no puede ser relacionado, con la información actual, con la visión general establecida para la explotación económica dentro del esquema planteado para el poblamiento de la isla de La Palma, ya que se carece de referencias cronológicas así como de yacimientos estudiados de modo sistemático en otras partes de la isla que permitan corroborar la evolución cultural identificada hasta el momento. No obstante, los resultados de los elementos químicos podrían estar poniendo de manifiesto que el nivel de aprovechamiento de determinados recursos alimenticios puede no coincidir entre yacimientos muy distintos, aún poseyendo características ambientales similares, e incluso esas pequeñas diferencias naturales constatables podrían estar influenciando sobre las pautas económicas de un grupo o de otro.

Los datos aportados en este trabajo, tanto los procedentes del estudio de los textos históricos, como el estudio de los materiales arqueológicos recuperados en los yacimientos arqueológicos y los análisis químicos realizados en muestras óseas humanas, abren la posibilidad de dirigir la investigación sobre el modo de vida de los antiguos habitantes de La Palma hacia aspectos más concretos de la misma; pero además, genera nuevos interrogantes sobre cómo evolucionaron los grupos poblacionales que vivieron en la isla hasta el momento de la Conquista en el siglo XV, ya que es muy complejo, por ejemplo, tal y como se desprende en este trabajo, determinar si la explotación de los recursos fue siempre igual a lo largo de todo el poblamiento insular, e incluso a lo largo de todo el territorio, o si ésta se fue modificando; y este hecho, a su vez, permite establecer nuevas hipótesis y líneas de investigación sobre los benahoritas.

(13) Los helechales existentes en ambas zonas fueron consumidos hasta época muy reciente (J. Pais Pais, 1996:169). G. Frutuoso se refiere a las tierras de Los Sauces, Puntallana y Barlovento como tierras muy ricas y productivas para cultivar y recolectar (G. Frutuoso, 1966/1590:111).
(14) J. Morales Mateo, en su investigación sobre los restos vegetales procedentes de el yacimiento de El Tendal (San Andrés y Sauces) (Morales, 2001) reveló que el número de especies cultivadas (trigo, cebada, lentejas y habas) fue mayor que el de las especies obtenidas a través de la recolección (acebiño, retama, maljurada, etc.) hecho que puso en relación con la necesidad de obtener hidratos y proteínas a través del consumo de cereales y legumbres para completar su alimentación.

Agradecimientos.

A Matilde Arnay de la Rosa por la revisión realizada y la generosa atención prestada durante la elaboración de este trabajo.

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Elena Pérez González
Investigadora del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna.

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