lunes, 3 de marzo de 2014


EL MITO DE LOS NUEVE MENCEYES (I)




La tradición o leyenda acerca de los nueve reyes o Menceyes que gobernaban en Tenerife, nace de las correrías de los soldados de Herrera por aquella isla aún sin conquistar, y proporcionada sin duda por alguno de los guanches hecho prisionero; relato quizá equivocado, o que, si en otro tiempo pudo ser verdad, ya no lo era en los tiempos de la conquista por Lugo.

Examinemos los testimonios que poseemos referentes a este particular, anteriores a la sumisión de la isla.

El veneciano Alvise Cadamosto, es el primero que habla de esa división: "Esta isla (Tenerife) está gobernada por nueve señores llamados Duques (jefes), los cuales no son elegidos por derecho de sucesión o de herencia, sino por el de la fuerza." (In questa isola hanno fra loro noue Signori chiamati Duchi, non sono Signori per natura che succeda il fligliuolo al padre, ma chi piu poute e signori...)

Sabido es que Cadamosto aportó a la isla de la Gomera en 1454, donde fue recibido por Diego de Herrera (1) y su mujer, y allí adquirió la noticia de los nueve reyes que le dio, sin duda, el mismo Herrera, porque el viajero veneciano no desembarcó en Tenerife. Solamente visitó la Gomera y el Hierro; tocó en la Palma, pero no saltó a tierra. He aquí su testimonio: "Io Aluise fui in due di dette isole di Canaria, ció e nell'isola Gomera, & nel Ferro che sono de christiani, & anche all'isola della Palma, ma in questa non dismontai per seguir il nostro viaggio".

(1) "queste isole di Canaria sono sette, quattro habítate da chiristiani ció e Lanzarotta, Forte ventura, la Gomera, il Ferro, tre sono di idolatri cio e la gran Canaria, Teneriffe, la Palma, il Signore di queste habítate da chiristiani e nominato Ferrera gentil'huomo & caualier naturale di Sibilla, & soggeto al Re di Spagna..." L. CADAMOSTO. "Libro da primera navigationi per l'Oceano."

Según este autor, la división de la isla en nueve distritos con un jefe a la cabeza, correspondía a nueve formas religiosas, distintas en cada distrito. Veamos sus palabras: "Non hanno fede, ma adorano alcuni il Sole, altri la Luna. & altri pianete, & hanno nuove fantasie di idolatria..." Por consiguiente, la religión daba la división de la isla, siendo el Mencey el representante de cada idolatría.

El portugués Eannes de Azurara (1455) que conoció el relato de Cadamosto, según demuestra S. Berthelot (Etn. págs. 51-55), escribe: "Están divididos (los habitantes de Tenerife) en ocho o nueve tribus o poblaciones, y cada una de ellas tiene su rey..." (E som VIII ataa nove bandos, e em vada hum teen rey, o qual ham de trazer sempre consigo..." (cap. XXXI).

Azurara nos da cuenta de una costumbre singular: o sea que el rey, ya muerto, acompaña al vivo a todas partes, "pues cuando es reemplazado por otro príncipe se encuentran entonces con un rey muerto y otro vivo, y cuando el segundo llega a morir, conducen al primero a un sitio en donde lo depositan..." (Ibd.)

Un viajero portugués, desconocido por nuestros historiadores, llamado Diogo Gomes, (2) nos proporciona noticias muy interesantes de estas islas, y especialmente de Tenerife, de la que escribe (1444-1463) lo siguiente: "Y tienen entre ellos tres reyes, y dice que había allí 23.000 hombres." (Et habent inter se tres reges, et dicunt, quod erant ibi 23.000 hominum.) Este viajero no estaba muy descaminado en su afirmación, y haremos observar que no tuvo relación con los Herrera.

El siguiente relato de Diogo Gomes, escrito en latín y traducido por nosotros, es tan nuevo para la historia de esta isla que nos impele a publicarlo antes de dar a luz íntegramente el texto de referencia: Dice así:

"Y tienen la costumbre (en Tenerife) de que cuando muere un rey, le extraen las visceras, y las colocan en una cesta hecha de hojas de palmera. Y hay allí, en aquel monte, un lugar peligroso cortado a pico que dá sobre el mar, y aceptan que voluntariamente uno de los naturales de la tierra lleve consigo las vísceras del rey y vaya a lo más alto que pueda de aquel lugar escarpado, y se arroje al mar, de donde no puede salir más; desde lo alto al fondo hay muy bien 500 pies. Están allí los demás mirando y diciendo algunos de ellos: "Te encomiendo al Rey", otros dicen: "Te encomiendo a mi padre", otros: "Al hijo", otros, a su amigo muerto, y "dile que sus cabras están muy gordas, o flacas, o si se han muerto, o no." Y todas las noticias que saben de sus reyes o parientes, las envían a sus reyes y parientes difuntos por medio de aquel que se arroja al mar..."

La tradición recogida por Cadamosto y Azurara adquiere fuerza de hecho histórico con la siguiente acta de Herrera.

(2) "De insulis primo inventis in mari oceano occidentis, et primo de Insulis Fortunatis, quae nunc de Canaria vocantur", por DIOGO GOMES de SINTRIA. Inserto en el "Abhandlungen der Philos. Philolog, classe der Koeniglich Bayerischen Akademie der Wissenschaften, München. 1847.

EL ACTA DE HERRERA.

Ansioso Diego de Herrera de dominar en Tenerife, preparó una expidición de 500 hombres en tres navíos, desembarcando parte de su gente por las playas del Bufadero, pero viendo que los guanches se disponían a rechazarle, cambió de táctica y envió un mensajero para celebrar un tratado de paz con aquellos, de lo cual levantó acta el escribano público Fernando de Párraga, cuyo documento, fechado el 21 de junio de 1464, (3) le sirvió a Herrera para demostrar que los nueve Menceyes le habían prestado obediencia y ejercía dominio en la isla. Dicho instrumento público comienza así:

"A todos cuantos esta carta viéredes, que Dios honre y guarde de mal: Yo Fernando de Párraga escribano público, en la isla de Fuerteventura en lugar de Alfonso de Cabrera escribano público en las islas de Canaria por mi señor Diego de Herrera, señor de las dichas islas, con la autoridad y decreto que el dicho señor me dió, vos doy fe y fago saber, que en presencia de mí el dicho escribano, e de los testigos que de yuso serán escritos, en como un sábado, veinte y un días del mes de junio, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil e cuatrocientos e sesenta e cuatro años, estando en la isla de Tenerife, una de las islas de Canaria, en un puerto que se llama el Bufadero estando ende el dicho señor Diego de Ferrera señor de las dichas islas, con ciertos navíos armados con mucha gente que traía en los dichos navíos, vinieron ende parecieron ante el dicho señor el gran Rey de Imobach, de Taoro. El Rey de las Lanzadas, que se llama Rey de Güimar. El Rey de Anaga. El Rey de Abona. El Rey de Tacoronte. El Rey de Benicod. El Rey de Adeje. El Rey de Tegueste. El Rey de Daute. E todos los sobredichos nueve Reyes, juntamente hicieron reverencia y besaron las manos al sobredicho señor Diego de Ferrera obedeciéndolo por señor; presentes los Trujomanes, que ende estaban, los cuales eran Rey de armas que han nombre Lanzarote, e Matheos Alfonso, y otros muchos, que saben la lengua de la dicha isla de Tenerife..."

(3) Lo publica íntegro Núñez de la Peña (lib. I cap. IX, pags. 67-70) Este autor afirma que en Fuerteventura se conservaba el original en pergamino, y un traslado signado de escribano público existía en los papeles de nobleza del Lcdo. Armas, beneficiado que fué de la iglesia parroquial de la Concepción en La Laguna, por ser descendiente de Juan Negrín, que como Rey de armas levantó el pendón en estas paces.

En otro pasaje de la citada acta, leemos: "E luego el dicho señor Diego de Herrera dió ende sus navíos gente, e decendió, y subió por la tierra arriba, bien cerca de dos leguas, con los dichos Reyes, hollando la tierra con sus pies, en señal de posesión, y cortando ramas de árboles, que en la dicha isla estaban, e los dichos Reyes metiéndolo en la dicha posesión pacíficamente, nongelo conturbando, ni contrallando persona alguna; yendo con él por la dicha tierra acompañándole, e faciéndole todo agasajo, e servicio que podían..."

Este documento, como ya hemos dicho, no tiene, a nuestro juicio, otro valor sino el querer demostrar Herrera que la isla de Tenerife estaba sometida a sus armas. Lo único que parece cierto es que Herrera haría algún convenio con un cabecilla del litoral para sacar madera, especialmente pinos; que es posible levantara una torre donde dejó alguna guarnición, y que pretendió catequizar a los habitantes de la costa, a cuyo efecto trajo la imagen de la Virgen de Candelaria. Muy poco duró ese dominio insignificante: los guanches derruyeron la torre, y expulsaron a los intrusos con harta mengua para sus armas.

Además, se advierte a primera vista que el acta levantada por el escribano Párraga, está redactada a gusto y conveniencia de Herrera, pues no aparece refrendada ni consentida por ninguno de los jefes guanches: También es muy significativo que de los nueve jefes, uno tan sólo aparezca con nombre propio, el Rey Imobac, de Taoro; al de Güimar se le designa con un sobrenombre, (4) y a los restantes por el distrito en que ejercían soberanía. Y es evidente que si esos reyes se hubieran presentado ante Herrera, el escribano Párraga habría consignado sus nombres.

Por último, conociendo el carácter altivo e independiente de los guanches, es imposible aceptar que los nueve Menceyes de la Isla acudieran al solo requerimiento de un extranjero para someterse a su voluntad, el cual apenas contaba con 400 o 500 hombres para hacerse respetar.

Por eso Viera y Clavijo se burla de esa toma de posesión, cuando dice: que sólo se sacó de ella "una gran certificación en pergamino".

(4) En el tratado de paz se lee: "El Rey de las Lanzadas, que se llama el Rey de Güimar..." El poeta Viana atribuye ese sobrenombre al Rey de Taoro.

Ahora, pues, el año de conquista,
Fin del florido abril, el gran Bencomo
Señor de los distritos, tierra y término
Mejores y más ricos de la Isla
Que se llamó el gran Rey de las Lanzadas
Y poseedor del Reyno de Taoro"
(Canto III)

ESPINOSA Y GALINDO.

El acta suscrita por el escribano Párraga dio la norma para lo sucesivo. A partir de ese documento, todos los cronistas e historiadores de las islas afirman que en Tenerife existieron nueve reyes o Menceyes que mandaban en un territorio determinado, y que con anterioridad pertenecía a un solo señor. Y tan ciegamente admitieron ese testimonio que en ningún momento se atrevieron a ponerlo en duda o comprobarlo. Tanto pesaba entonces la tradición.

Nosotros vamos a realizar un estudio crítico sobre esta cuestión, apoyándonos en los cronistas más antiguos, para continuar con los que le siguieron hasta los tiempos modernos, haciendo un cotejo que nos permita conocer las diversas modificaciones ideadas por esos escritores para ajustarse al acta de Herrera.

El P. Espinosa, autor más cercano a la conquista, escribe: Muchos años estuvo esta isla (Tenerife) y gente della subjeta a un solo Rey que era el de Adeje, cuyo nombre se perdió de la memoria, y como llegase a la vejez a quien todo se le atreve, cada cual de sus hijos, que eran nueve, (5) se levantó con su pedazo de tierra haciendo término y reyno por sí. El mayor de los cuales como lo era en edad, lo fué en discreción, fuerza y ánimo, llamábanlo Betzenuhya, o Quebehí por excelencia. Este tiranizó y señoreó el reyno de Taoro, que agora llaman Orotava, cuyo término fué desde Sentejo hasta la Rambla aguas vertientes a la mar, tras dél y a imitación suya los demás infantes, tomaron y se levantaron con sus pedazos llamándose Mencey que es Rey. Acaymo se llamó e intituló Mencey de Güimar; de Abona, Atguaxoña; y Atbitocarpe, de Adexe. Los demás reyes, cuyos nombres se ignoran, reinaron en Naga, en Tegueste, en Tacoronte, en Icod y en Daute..."

Según puede notarse, en el tiempo que escribe el P. Espinosa se ignoraba el nombre de seis menceyes, si seguimos la distribución supuesta en el acta de Herrera y que Espinosa acepta, pero desconociendo ya sus nombres en 1594.

Abreu Galindo (6), no es más afortunado que el P. Espinosa. En su historia escrita en 1632, nos dice:

"En esta isla de Tenerife hubo un señor que la mandaba y a quien obedecían que se llamaba Betzenuriia, pocos años antes que se redujera a nuestra santa fe, el qual tenía nueve hijos, y muerto el padre cada uno se alzó con la parte que pudo y entre sí se conformaron y la repartieron, y de un reyno que era se dividió en nueve. El mayor de todos estos hermanos se llamaba Imobac, cuyo señorío y reino se decía Taoro... A este rey Imobac obedecían como a hermano mayor todos los demás hermanos, y como más poderoso de tierra, vasallos y hacienda, porque tenía este rey Imobac, más de seis mil hombres de pelea. Acaymo, su hermano, se intituló rey de Aguimar, Atquaxona, rey de Abona; Atbitocarpe, rey de Adeje. Los demás nombres de estos hermanos se ha perdido la memoria de ellos, y se ignoran. Reynaron en Naga y en Tegueste, en Centego y en Icode y en Daute..."

(5) El erudito Serra Ráfols acepta la división de la isla en nueve reinos. Dice así: "En las islas occidentales se vivía en pleno régimen tribal, acaso mejor, de clases; no se contaba menos de cuatro bandos en Gomera; de nueve en Tenerife, de doce en la Palma. De todos modos, el poder de aquellos reyes no parece otra cosa que una extensión de la autoridad patriarcal del jefe familiar, y por tanto bastante análogo al de los cabezas de los bandos de estas últimas islas..." Cfr. "Incorporación de las Islas Canarias a España" en las publicaciones del "Instituto GALLACH", Barcelona.

(6) Op. cit. lib. III, cap. XI, págs. 191-192. A la dignidad real, dice, llamaban en su lengua Quehebí.

Estableciendo un cotejo entre este autor y el anterior, observamos que ambos coinciden en casi todo, excepto que al señor de toda la isla, cuyo nombre ignora Espinosa, Galindo le asigna el de Betzenuriia, que aquel lo señala como señor de Taoro e hijo del primitivo señor de toda la isla, y al de ese distrito le dice Imobac (tomado su nombre del acta de Herrera) y que Espinosa desecha. También Galindo sustituye el reino de Tacoronte por el de Centego, pero esto no tiene importancia.

El historiador Marín y Cubas, sigue a Abreu Galindo, cuando escribe lo siguiente: "Hubo noticia en Levante, llevada de esta Isla llamada Infierno, por los aragoneses llegados a la parte sur, donde es Adexe, a tratar ce paz, por los años del Señor, 1347, y vino allí un Rey solo, que dice tenía la Isla, llamado Betzenusiga, con muchos capitanes, supieron el temple de toda ella, y como eran idólatras, teniendo un dios llamado Jucanche, y como no admitieron tener con ellos paz..." Es muy significativo que Betzenusiga, Betzenuriia, o Betzenuhya, reinara en Adeje desde el año 1347 hasta tiempos muy cercanos a la sumisión de Tenerife.

Continúa...

B. BONNET. Mayo 1938.

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